Susan Sontag fue una de las voces críticas más lúcidas y apasionadas de las últimas décadas
La destacada intelectual estadounidense Susan Sontag, premio Príncipe de Asturias en Letras 2003, falleció el 28 de diciembre, a la edad de 71 años, luego de luchar por más de 30 contra el cáncer. Intelectuales de todo el mundo le han rendido homenaje, al que nos sumamos con este artículo del escritor colombiano Carlos José Reyes, publicado en El Tiempo de Bogotá.
Escritora, narradora y ensayista, exploró además diversos lenguajes contemporáneos, como el cine y el periodismo.
También se hizo presente con su análisis riguroso e inteligente ante los acontecimientos más notables de la historia moderna, desde la guerra de Vietnam hasta la más reciente y aún no terminada guerra de Irak.
Sontag nació en Nueva York en 1933, en el seno de una familia judía, aunque sus posiciones entre el sionismo y la actual política de Sharon resulten muy incómodas para sus congéneres.
Al respecto, siempre se manifestó contra muchas posiciones políticas del gobierno israelí, y sostuvo la tesis de que sería preferible acabar con el estado de Israel y propender por una nación amplia, multiétnica y plural en sus creencias religiosas y políticas, que pudiera acoger en su seno tanto a palestinos como a judíos. Esta posición crítica no impidió, sin embargo, que le fuera otorgado el premio Jerusalén, en reconocimiento a su obra como escritora.
De niña vivió algunos años en Tucson, Arizona, y pudo tener contacto con la parte campesina y raizal de los Estados Unidos. Más tarde, realizó sus estudios de Filosofía y Letras en Chicago y luego complementó su formación humanística en Oxford y La Sorbona.
Esta diversidad de miradas le permitió asumir una posición comprometida con las grandes causas del hombre en un tiempo de cambios profundos, en el que parecerían desvanecerse las utopías y primar ciertos pensamientos hegemónicos, como la globalización y el fin de la historia. Ante estas supuestas «verdades» de última hora, Susan Sontag sostenía que «todas las ideas unificadoras son engañosas, demagógicas y en el mejor de los casos, provisionales».
Su obra
En la producción de su obra como ensayista y literata plantea un serio dilema, en uno de sus primeros libros, titulado Contra la interpretación: «La alternativa es inexorable: o soy viajero de las antiguas épocas, y me enfrento con un espectáculo prodigioso que me resultaría casi ininteligible, o soy viajero de mi época, precipitándome en la búsqueda de una realidad desvanecida». La escritora utilizó los dos caminos, el primero en la novela y el segundo en el ensayo.
Su visión de las antiguas épocas se expresa en sus novelas, que parten de hechos y personajes históricos para desarrollar una trama de ficción. En El amante del volcán se desplaza a finales del Siglo XVIII, y en ella narra la historia de Sir William Hamilton, su esposa Emma y el amante que aparece de improviso, y que resulta ser nada menos que el almirante Horacio Nelson, héroe de Trafalgar. Hamilton ejercía el cargo de embajador británico en Nápoles, y la historia de amor de su esposa con Nelson tuvo lugar en el año de 1793. En esta novela intensa y apasionada desarrolla el tema de la libertad y la independencia femeninas, por encima de los compromisos y prejuicios sociales, un poco al modo de otras novelas famosas sobre el tema, como podría ser la Madame Bovary, de Flaubert.
Su última novela, En América, cuya traducción castellana fue publicada por Alfaguara en el año 2002, trata el tema de los inmigrantes europeos en los Estados Unidos, cuya variedad de naciones, credos y lenguas contribuyó a formar la compleja identidad de ese país. El viaje de un grupo de polacos a Norteamérica, comandados por una famosa actriz, Maryna Zalezowska, a finales del Siglo XIX, tuvo el propósito de conformar una comunidad utópica, aunque la realidad golpeó los sueños que motivaron el viaje.
En cuanto a su libro La enfermedad y sus metáforas, la escritora parte del momento en que los médicos le diagnosticaron un cáncer y desde la óptica de su situación personal examina algunas de las enfermedades prototípicas de los últimos tiempos. A este libro le siguió otro titulado: El sida y sus metáforas.
Como ensayista y periodista de guerra, Susan Sontag se desplazó a los puntos más álgidos de los conflictos internacionales, como Vietnam, de cuya experiencia surgieron los libros Notas sobre el Camp y Viaje a Hanoi. Los días de su estadía en Europa son recogidos en su libro: Bajo el signo de Saturno, y en los ensayos reunidos en el libro titulado Contra la interpretación también trata sobre aspectos de la cultura europea y en especial sobre el teatro del absurdo, el teatro documento o la literatura del existencialismo, encarnada por Sartre y Camus. También se refiere a Antonin Artaud y el Teatro de la Crueldad, que se expresa en una obra como Marat/Sade, de Peter Weiss. Su relación con el teatro del absurdo no se limitó al ensayo o al análisis crítico, sino que adquirió cuerpo en el montaje teatral que realizó en Sarajevo durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, de la obra de Samuel Beckett: Esperando a Godot, en medio de las balas y las cercanas explosiones de bombas.
Otros géneros de expresión contemporánea, como el cine y la fotografía, hicieron parte de la reflexión y la práctica creativa de Susan Sontag. Su relación con el cine abarca varios frentes, como directora, guionista o entrevistada en diversos documentales. En Suecia escribió y dirigió las películas Duelo de caníbales (1968) y Hermano Carl (1971), y en 1974 realizó una película en los altos del Golán, titulada Tierras prometidas, en una coproducción franco-polaca. Participó en varias películas y documentales, a nombre propio, como los rodados por Andy Warhol bajo el título de Screen Test, No. 3 y 4, o en Zelig, de Woody Allen, con quien siempre compartió su devoción y su mirada crítica hacia Nueva York. El tema femenino tuvo que ver en sus apariciones en Sarah, de Edgardo Cozarinsky, con Delphine Seyrig, Sacha Guitry y Jean Cocteau, así como en Town bloody hall, de Chris Hegedusy y D.A. Pennebaker, sobre la liberación femenina, en la cual intervinieron varios autores de libros sobre el tema, como Norman Mailer.
En su ensayo titulado Sobre la fotografía, sus opiniones la acercan al pensamiento postmoderno, en cuanto expresa que «la manera de mirar moderna es ver fragmentos». Para ella, La cámara ensancha los límites de lo real. De ahí que concluya: «La manera de mirar es lo que identificamos como arte».
Pero esta idea no sólo se refiere a los bellos y expresivos encuadres que pueden tomarse aquí y allá, sino al testimonio fotográfico de los acontecimientos, como puede constatarse en forma reciente en las fotografías tomadas en la infame cárcel de Sadam Hussein, Abu Ghraib, en Bagdad. Susan Sontag enjuicia la posición del gobierno americano tras la ocupación, y se interroga por qué a las autoridades les preocupa más el hecho de la difusión de las fotografías, que las torturas a los prisioneros iraquíes que ellas revelan. Quisieran hacer desaparecer estas fotos y evitar su difusión, para que no se afecte el prestigio del ejército americano. Pero la escritora, con su agudeza crítica implacable, responde ante esta presunción que estas imágenes no se borrarán, y van a quedar como un testimonio de las arbitrariedades y errores cometidos en esa guerra que parece no tener fin.
Susan Sontag fue una rebelde no con una, sino con muchas causas, y su posición crítica, incómoda para algunos y reveladora para otros, va a hacer mucha falta en el convulsionado mundo que vivimos, en el que cada día parece más difícil ver las cosas con claridad.