El diablo
Giovanni Papini
Porrúa
2011
No tuvo Giovanni Papini la necesidad de confirmar, de manera constitucional, la existencia del diablo como lo hizo la Sala IV en un fallo de abril de 1992, por lo que se adelantó a las deliberaciones del prestigioso órgano costarricense, cuyos dictámenes van desde pronunciarse sobre algo tan terrenal como una alcantarilla mal situada, a indagaciones filosófico-espirituales que le han llevado a los eruditos más de 2.000 años resolver.
Está en las librerías nacionales la tercera edición de “El diablo”, de Papini, escritor italiano que pasó del anarquismo y el gnosticismo a una conversión al cristianismo y que luego de fracasar con la idea de escribir una historia universal del conocimiento, en cientos de volúmenes, se conformó con acercarse a un retrato del maligno, al que poco a poco va humanizando, a tal punto que en cualquier esquina el lector podría toparse con el mismísimo b
Belcebú.
Como escritor erudito y autodidacta, Papini (9 de enero de 1881-8 de julio de 1956) es poseedor de una fina pluma y más allá de si al lector le interesa una visión religiosa del personaje, lo interesante es la forma en que Papini, lo construye, lo decostruye, lo contrasta con los siglos de los siglos para que al final salga un retrato personal del diablo que, como ya se dijo, no se aparta mucho del rostro humano.
El libro es un delicioso ejercicio de intertextualidad y una forma de disfrutar de un autor que en sus días fue consumado ensayista, periodista, crítico y polemista de enormes vuelos.
“Es alto y muy pálido. Es aún bastante joven, pero con esa juventud que ha vivido demasiado y que es más triste que la vejez. Su rostro blanquísimo y alargado no tiene de particular más que una boca sutil, cerrada con hermetismo y una arruga única, profundísima, que se alza perpendicularmente entre las dos cejas y se pierde en la raíz de los cabellos. No he podido definir bien de qué color sean sus ojos, porque no los he podido ver más de un instante y no sé tampoco del color de sus cabellos, porque los esconde siempre una gran gorra de seda que no se quita nunca. Y viste elegantemente de negro y sus manos están indefectiblemente enguantadas”.
Esta es la descripción que hace Papini, entre otras muchas, del arcángel caído y preferido por el Dios de Jesucristo, otro personaje que Papini abordó en una polémica biografía.