Desigualdad social va de la mano con segregación residencial

Hay una estrecha relación entre el grado educativo y de ingresos con la distribución de las residencias de la población, reveló el estudio “Segregación

Hay una estrecha relación entre el grado educativo y de ingresos con la distribución de las residencias de la población, reveló el estudio “Segregación residencial socioeconómica en la Gran Área Metropolitana (GAM)”, realizado por Wendy Molina Varela, estudiante de maestría en geología de la Universidad de Costa Rica (UCR).

La segregación urbana socioeconómica explica cómo hay una ausencia o escasez de mezcla  entre la población, según su condición socioeconómica.

El estudio utilizó la base de datos de los censos de los años 1984 y 2000, en específico el nivel educativo de los jefes de hogar y la ubicación de los hogares, en el territorio de los 31 cantones y 160 distritos del GAM. Estas dos variables se cruzaron para esbozar los resultados y se hizo un análisis de la variación entre los datos de un censo y el otro.

De acuerdo con Molina, los resultados muestran que en los últimos años se ha dado una “polarización de la población”; esto significa que se está dando una marcada división entre ricos y pobres, aunque “esta estructura polarizada es reciente”.

 

“En la GAM, la segregación es propia de cantones más urbanos de primer y segundo ordenen, en la jerarquía de ciudades. La periferia urbana, de características rurales, presenta segregación baja o casi nula”, agregó.

Para la investigadora, se presenta una mayor segregación urbana en los cantones más desarrollados y con un nivel educativo más alto; en contraste, los que tienen una preparación académica más baja presentan menos segregación.

Los cantones con este patrón son Moravia y Curridabat, con un alto nivel educativo en promedio, pero con el mayor nivel de segregación. Molina puntualizó que las poblaciones con mayor educación tienden a concentrarse en determinadas áreas de la ciudad.

Mencionó como una excepción importante, el caso de San Pedro de Montes de Oca. Este cantón tiene el nivel educativo más alto en promedio de toda el GAM y posee poca segregación residencial, sin concentración de grupos con similares niveles educativos y de ingresos.

Por el contrario, en los cantones que cuentan con un grado educativo más bajo en su población, hay un menor nivel de segregación, como lo son la mayoría de cantones que se encuentran en la periferia urbana rural del GAM. Ejemplo de esta situación son los cantones de Mora y Alajuelita. Estos son a lo interno “una zona homogéneamente pobre y no hay a quién segregar; pero, viéndolo en un conjunto de toda la ciudad, estos cantones si son zonas segregadas”, acotó Molina.

“ESPACIALIZACIÓN DE LA DESIGUALDAD”

Por otro lado, para Carlos Sandoval, del Instituto  de Investigaciones Sociales de la UCR, los resultados del estudio de Molina son un claro reflejo de “cómo la desigualdad se plasma en el uso del espacio y cómo se distribuyen los grupos sociales y la segregación residencial es la forma más visible de la desigualdad”.

Sandoval, además, resaltó cómo se da la relación entre los distintos grupos socioeconómicos y cómo hay una codependencia. “Unos necesitan que alguien les cuide a sus hijos, limpien sus casas, arreglen su jardín…y otros necesitan trabajar”.

La concentración de los grupos socioeconómicos en los espacios urbanos es una manera de continuar con los prejuicios sociales entre clases. “Son muchos los ejemplos de cómo al lado de un centro comercial o de un complejo de condominios hay un barrio pobre o marginal”, detalló.

El investigador también hizo ver que esta concentración residencial, de grupos sociales con un alto nivel educativo en condominios y barrios privados amurallados, es una muestra de cómo “se continúa criminalizando y extranjerizando la pobreza”.

La mencionada investigación reveló, además, que si bien la segregación residencial en el GAM bajó dos puntos entre 1984 y el 2000, aumentó considerablemente en algunos cantones.

Tanto Molina como Sandoval coincidieron que revertir este fenómeno es casi imposible. “No hay posibilidad de revertirlo mientras la desigualdad no disminuya”, advirtió Sandoval.

Por su parte, Molina cree que “el Estado y sus instituciones no han jugado un rol de planificadores urbanos y, por lo tanto, dejan la distribución de la población a la libre”. De igual manera, considera que el panorama para la planificación residencial y urbana en el país -en específico para el GAM- es adverso.

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