Matemática e infusión del espíritu

Virtud y saber infusos, la enseñanzas dictadas por el Espíritu Santo a nivel privado en la conciencia humana. Tomaba mi café. Terminaba. Mi bocadillo,

Virtud y saber infusos, la enseñanzas dictadas por el Espíritu Santo a nivel privado en la conciencia humana. Tomaba mi café. Terminaba. Mi bocadillo, que suele ser todo mi almuerzo, había desaparecido previamente. La hija de la dueña del local se me acercó. Traía su libro colegial de matemática y su cuaderno de materia para las clases. Quería que le ayudara. Yo empezaba a quedar estupefacto. La chica esperaba que la orientara. Con valentía, inmensa temeridad y exceso de temor y temblor intenté auxiliarla a fin de comprender juntos aquel misterio cifrado en forma de deber, de tarea.

No cabe la menor duda que ella es una estudiante dedicada. Es oriental, chinita, con tres años de vivir en Costa Rica y trece de edad; habla castellano de forma fluida, muy poco trabada, y además inglés, muy fluido, y mandarín, con el que dado mi típico desconcierto a veces me vacila… ¿Cómo se hace?, me dijo. Se trataba de conversiones métricas, lo vi claro. Tema aprobado, para ella y para mí. Pasamos a exponenciales. Vale. De súbito operaciones combinadas, todas exponenciales y con conversiones. Me  pillaron las leyes algebraicas, de dos no me recordaba en todos sus pormenores, resolvimos unos 13 de los 20 ejercicios. Ella estaba feliz. Yo no lo creía. Yo recordaba y ella aprobaba conocimientos.

Llegó la falta de oxígeno: las operaciones ya no eran sino mezcla de todo lo anterior, y sólo se ofrecía el problema y la respuesta. Me detuve viendo el conjunto de ejercicios, unos 40. ¿Y esto lo tienes que resolver?, pregunté. –Sí, profe… y el examen es el martes 16 de octubre. (Y de este año… agregué mentalmente). Revisé el texto y luego el cuaderno. Por ninguna parte aparecían letras o recuadros, fórmulas seguidas de ejemplos. Claro que no…

Ella reclama que el profesor llega y se pone a hacer ejercicios, algunos de los que aparecen en el libro en cuestión y ya señalado. Lamenta también, igual que yo, que el libro no tiene texto ni ejemplos. Y es, adivino que así tiene que ser, digo, en eso que algunos llaman matemática deductiva, inferencial, proclive a desarrollar la intuición constructivista. Ante estas expectativas sólo tengo que agregar las siguientes consideraciones:

Es una maravilla que el estudiante se esfuerce mucho por entender, y que aún trate de llevar cursos en un idioma que dista mucho del materno; lo que es desaguisado es que el Estado favorezca y esté anuente a mantener políticas didácticas susceptibles de sospecha, sobre todo en campos de harta dificultad académica. Libros como el citado son una aberración didáctica tan precaria como la fundamentación filosófica y circunstancial de la venida del Espíritu Santo para entender materias, resolver problemas matemáticos y superar exámenes. ¿Cómo y de dónde aprendieron los actuales docentes de matemática a resolver y luego a disfrutar la matemática? ¿Quizás de textos atextuales y únicamente repletos de ejercicios y respuestas? ¿Cómo es posible sacrificar, casi bajo la creencia de prueba y error, a generaciones de estudiantes ante el temible poder de la matemática? ¿Así invitamos a la matemática? Perdón, pero un libro pedagógico de matemática debe tener definiciones, fórmulas, ejercicios modelos seguidos a la fórmula y ejercicios para resolver y con sus respuestas en la parte trasera. Uno de los mejores textos pedagógicos para la enseñanza de la matemática es indiscutiblemente la afamada trilogía del profesor Baldor (Aritmética, Álgebra, Geometría, hoy cada uno con CD interactivo). Estos libros son más pedagógicos y constructivistas que muchos “refritos indigestos e impresentables” que hasta fotocopias son. En fin, creo que de lo que se trata es de pedagogía, de didáctica y también de ética… de ética docente en la matemática. Y también en la formas sociales de ejercer y difundir la educación.

¿Adónde llega una sociedad que desmotiva a sus estudiantes? ¿Y por qué los docentes matemáticos no se rebelan ante la ineficacia pedagógica de un texto colegial? ¿Debe un Estado demócrata facilitar textos deficientes, de los que me presentó la chica? ¿Será así en todos los colegios, y no hay inspección ministerial, aún en colegios privados y bilingües? Lo siento si alguien se enoja. Quiero que los chicos estudien y aprendan y no tengan miedo, ni docentes atemorizados ni desalentados ni desalentadores. ¿Qué destino tiene una sociedad incapacitada para la matemática? ¿Qué futuro hay en ello? Quiero una educación democrática y justa, accesible desde los docentes y también desde los textos. Sólo eso.

Nota: y por supuesto, no enseño matemática, pero fui al cole, y tuve maestros geniales en mate, muy geniales, y estuve en concursos de mate, pero nunca la mate me fue enseñada infusamente, y nunca me trataron de ligar conocimiento-intuición infusa-ignorancia logarítmica-miedo-deserción educativa. Pero me recordaba de algunas cosas;  ¿podrán hacerlo la mayoría de padres de familia? ¿Y el Estado se queda tan callado y tranquilo? ¿Y los profes también? ¿Y yo debo hacerlo también? Lo siento. Yo no. Yo no creo en la matemática infusa.

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