¡Orinen sobre el cadáver y más allá!

Le faltó concluir con un “¡Azúcar!”. Su show, desde luego, es parte de una gira larga, pasó por Costa Rica como pudo pasar por

Un cantante comercial, A. Sanz, se deja decir que ni él ni la empresa que lo trajo a Costa Rica le faltan el respeto a nadie por hacer el concierto programado para el sábado 7 de noviembre, en momentos de duelo para el país. Añade “siempre es bueno volver a la normalidad cuanto antes” y que “la vida continúe”. Con su canto “se podrían olvidar de muchas cosas”.

Le faltó concluir con un “¡Azúcar!”. Su show, desde luego, es parte de una gira larga, pasó por Costa Rica como pudo pasar por Kinshasa o Bonn y suspenderlo habría significado, a Sanz y a sus promotores, perder dinero. Ante el horror de perder dinero, el cantor habría entonado sus versos en Buchenwald e Hiroshima en 1945. Ni masacres ni tragedias atajan las ansias de hacer dinero. El goce del dólar instalado en el bolsillo deja atrás muertos y destrucciones.
  
Sanz es solo un cantante obligado por contrato a cumplir tareas. En el mundo de hoy incumplir un trato comercial es irrespeto máximo. Ante su violación no es factible gritar ¡Azúcar! Excepto cuando un patrón no paga salarios mínimos a sus trabajadores. Y es que esos salarios constituyen un apremio político (una distorsión económica). Se puede ignorarlos y al mismo tiempo gritar ¡Azúcar!
  
Ningún contrato obliga a La Nación S.A., en cambio, a “celebrar” la muerte de Néstor Kirchner en su edición del domingo 31 de octubre. Se ocupa del expresidente argentino en tres artículos, uno firmado por un miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, de segundo apellido Vivanco, otro con datos de archivo de The Economist (oráculo de quienes no pueden perder dinero) y un tercero, en la revista dominical Proa, extraído de La Nación de Argentina. Éste, quizás por haberse  editado en ese país, es menos ruin. Confiesa que Kirchner tuvo genio “para construir un imperio político desde las ruinas”. No acota el carácter de las “ruinas” (¿tendrán que ver con Carlos Menem?), pero podrían remitir a la subjetividad de Kirchner a quien se dibuja como autócrata, oportunista, enemigo de la prensa, alguien que ‘decidió morir’ al conocer que perdería la próxima elección e, incluso, aprovechando un giro del habla argentina, sugerirlo como asesino. “Mátenlo”, ordenaba a sus subalternos; pedía así que “incendiaran en público a algún adversario o a algún kirchnerista desleal” (Proa, p. 24). No dice que el ‘oportunista’ enfrentó al FMI, a Bush Jr., a las grandes corporaciones, a las Fuerzas Armadas, a la jerarquía católica, para sacar a los argentinos del hambre. Con Kirchner, el país creció a un promedio del 9% anual.
  
The Economist liga la presunción del oráculo con la osadía ignorante de quienes se ven dueños del mundo. Pone feo a Kirchner por ser de la Patagonia (¡!), afirma que fue electo presidente porque no había candidatos, que su éxito se siguió de la ‘mesa servida’ que dejó Menem y que usó el poder para “fines bajunos” (maquillar la inflación). Populista tiránico hostigador de la prensa, de empresas extranjeras y que no deja legado, ni siquiera a su esposa porque ella podría recibir un golpe de Estado. Estos confites los inscribe The Economist en la idea de que la muerte de Kirchner golpea a Hugo Chávez y es seña del ocaso de “la izquierda latinoamericana”. ¡Azúcar!
   
Sin embargo, quien la saca del estadio es el de segundo apellido Vivanco. Insulta a la familia Kirchner (“pacto… de amor y de soberbia”), exprime mierda contra los argentinos (“el peronismo es la politización del narcisismo argentino”) y remata a “los” Kirchner: su proyecto siempre fue “convertir a la Argentina en una pampa dócil adicta al control”. ¿Se refiere al sumo poder de la acumulación global que obliga a Sanz a cantar en medio de los muertos? Sentencia, cómo no, que Néstor (a quien tutea) se perderá como ráfaga de viento en la inmensa Patagonia.
  
El texto de Vivanco fue replicado en La Nación por Víctor J. Flury (“Blablar”, 04/11/2010). Fija el texto de Vivanco como “ráfaga de dicterios”. Lleva razón. Señala que despidió a Néstor Kirchner una multitud variopinta y gigante que quiso agradecer al político y dar aliento a su viuda. Describe al gentío como ‘cargado de intensidad, decoro y ternura’. Así lo trasmitió la televisión. El artículo de Flury es decente e informado.
  
En cuanto a los otros, los del ‘pensamiento único’, no respetan ni la vida ni la muerte de los ‘otros’. Mean el cadáver de sus enemigos y tocan trompetas. ¡Azúcar! Por desgracia, su impudor maneja el mundo.

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