Limonada y limones de Costa Rica

Existe un porcentaje de costarricenses (Unimer aún no los cuantifica) a  quienes el gobierno de los Arias Brothers les parece agrio, en especial si

Alguien a quien los limones, quizá por oposición a las naranjas, le supieron ásperos, hizo circular el dicho “Cuando la vida te da limones, disfruta limonada”. Es, en parte, versión cítrica del “no hay mal que por bien no venga”.

Existe un porcentaje de costarricenses (Unimer aún no los cuantifica) a  quienes el gobierno de los Arias Brothers les parece agrio, en especial si la temporada de lluvias y gripes acude en el lomo de la recesión económica, el narcotráfico cae desde helicópteros o se oculta alegóricamente en vientres de tiburones, la delincuencia propia se torna bestial y la autoridad mundial decreta pandemia a la gripe “porcina” (luego “norteamericana” y, al fin, gripe código A (H1N1)), o sea plaga que amenaza a todo el mundo, hasta a los costarricenses.

Pero la A (H1N1) ofrece también sus limonadas. Por ejemplo, si “toca a todo el mundo” esto incluye a México y a Cuahutemoc Blanco y también quizás a Chavela Vargas.

Mas el lado vitriólico importa poco si se considera que la (ex) porcina hizo posible el perfil fúlgido de al menos una autoridad pública que parece saber lo que hace. La A (H1N1) potenció la figura de María Luisa Ávila Agüero, Ministra de Salud.

Se vio informada, diligente, precisa, serena. Ni “secretaria ejecutiva” ni “niña loca”. Da confianza aunque no logre derrotar a la pandemia (cosa que no dice hará) porque eso depende de factores que ni siquiera la Virgen de los Ángeles controla.

Ávila Agüero es, pues, la limonada de la administración. Si bien no estuvo en esos 1000 que “pensaron en usted”, ni reparte Mercedes Benz para obreros socorridos por el TLC con Estados Unidos, ni se regala con consultorías pagadas por el BCIE, es factor de salvación para un mandato clientelar y socialmente ‘vacoflaquiento’ que amenaza seguir con la señora Chinchilla. Por supuesto Ávila Agüero no viene de Liberación. Destacó por su trabajo y el consejo de un jefe recto.

La recesión, en cambio, perfiló al “limón” de Paula Gutiérrez. Y el narco y la delincuencia, a Berrocal y del Vecchio. Cero limonada.

Imaginemos que la A (H1N1) hubiera sido cosa del MOPT. Ante la prensa, la Ministra a cargo habría aclarado que la presencia del virus de ninguna manera era asunto de la administración actual. Repreguntada por los atrasos en las acciones en defensa y promoción de la salud atribuiría las demoras a la Contraloría General de la República y a los circuitos judiciales.
Agregaría, desafiante, tener ya listo un proyecto de ley que penaría con multas de 10 millones de colones a quien portara el virus.

La cédula de identidad les sería retirada (5 años). Así no habría ningún costarricense ni ciudadano enfermo. El reincidente sería enviado a Guantánamo, Venezuela u otro infierno. Se eximiría de penas solo a los usuarios de taxis o buses de locomoción colectiva.

El control de la plaga lo tendrían empresas privadas, pero su Ministerio prepararía 500.000 nuevos inspectores que, en cada esquina o árbol del país, caerían sobre los portaporcinos. Ante el azoro de los periodistas, gritaría que toda objeción a sus planes era falsedad, leguleyada y afán de obstruir.

Semirepuesta añadiría que la situación de plaga se debía a la falta de cultura de los costarricenses, mejor, a su chancho-cultura, y que la única manera de que entendiesen era castigarlos hasta las últimas consecuencias.

Por eso, gracias por la limonada, doña María Luisa, funcionaria.

 

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