Votar ¿Es pura vida?

El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), el mismo organismo estatal que fue cuestionado mediante serias denuncias de irregularidades en el anterior proceso electoral en

De cara a las elecciones nacionales a realizarse el domingo 7 de febrero, desde hace meses se nos machaca con el estribillo de que votar es un deber cívico ineludible.

El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), el mismo organismo estatal que fue cuestionado mediante serias denuncias de irregularidades en el anterior proceso electoral en el que se ungió como Presidente a Oscar Arias, el mismo Presidente que fue habilitado como candidato con el espurio acuerdo de la Sala IV que permitió su inconstitucional re-elección,  ha gastado millones en una propaganda anodina, al mejor estilo de la publicidad de una marca de jabón o de la promoción de “Latin American Idol”, bajo el lema de que: “votar es pura vida”.

No olvidemos además de que se trata del mismo TSE que garantizó la trampa del referéndum que se escenificó el 7 de de octubre, con la que se desvió la lucha del movimiento popular contra el TLC del terreno de la movilización en las calles, hacia el terreno de las urnas, controlado por los grandes capitalistas, a través de su poderío mediático, del chantaje y amenazas de los empresarios sobre sus trabajadores desde las piñeras, bananeras y maquilas, del clientelismo estatal y de la imposición de sus propias reglas del juego, incluyendo elementos de fraude, lo que hizo del referéndum una batalla “entre tigre suelto y burro amarrado”. Recordemos como el TSE procuró amordazar a las universidades, mientras dio manos libres al Gobierno y a todos sus personeros, desde el Presidente hasta los alcaldes, para usar los recursos del Estado a fin de promocionar el Sí al TLC.
Al leer un campo pagado de una página publicado a principios de enero en “La Nación” en el que un conjunto de autoridades y exautoridades universitarias, encabezadas por al actual Vicerrectora de Docencia, llaman a votar por Laura Chinchilla y el PLN, se nos ocurre que no podemos guardar silencio. Pues resulta que frente a semejante tiranía ideológica y dictadura mediática que día a día nos conmina a votar, con distintos argumentos, algunos y algunas pensamos que tenemos más bien el deber proclamar nuestro derecho a  la abstención. En primer lugar, porque partimos de considerar que es absolutamente falso que las y los costarricenses con nuestro voto decidamos el futuro de Costa Rica. De antemano los grandes capitalistas escogen a sus candidatos y se aseguran con una millonaria campaña en los medios de comunicación, así como con abundantes recursos para comprar votos, que  impondrán a sus elegidos en los principales puestos de elección. El propio proceso de inscripción de los partidos resulta tan engorroso y oneroso, que hace tremendamente difícil la inscripción para los partidos de escasos recursos, que son justamente los que representan los intereses de los sectores obreros y populares. El manejo de la deuda política es además completamente excluyente, lo que asegura que al final, los capitalistas se repartan entre ellos el botín electoral, para que desde el Ejecutivo o la “falsa oposición” sigan haciendo sus grandes negocios al amparo del aparato estatal.

En segundo lugar, porque junto  a la campaña ayuna de ideas, insulsa  y vacía, que protagonizan los grandes partidos de los millonarios, como el PLN, el ML y el PAC, algunos y algunas vemos que la izquierda, embargada por la miopía y el oportunismo, no logra articular una propuesta coherente, unitaria y verdaderamente anticapitalista, que así sea participe  de manera testimonial, lo que evidencia una fragmentación y dispersión absurda, animada por mezquinos cálculos electoreros. De modo que en las papeletas del 7 de febrero entrante, consideramos no existe una alternativa que represente consecuentemente los intereses de las y los  trabajadores y sectores populares… y por ello, no, definitivamente no, en este carnaval electoral del 7 de febrero, votar no es pura vida.

 

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