Plantas enteogénicas, chamanismo y la evolución de la mente

Empecemos por los alucinógenos. Los psicodélicos o alucinógenos son sustancias psicoactivas que influencian substancialmente la percepción y la conciencia. De manera que afectan

Este artículo trata sobre drogas, religión y evolución humana. Es un relato sobre alucinógenos y chamanes; sobre “plantas sagradas” e “individuos excepcionales.”

Empecemos por los alucinógenos. Los psicodélicos o alucinógenos son sustancias psicoactivas que influencian substancialmente la percepción y la conciencia.

De manera que afectan principalmente, y no necesariamente de manera negativa o patológica, las emociones, la concentración, la capacidad de introspección y el pensamiento. A pesar de sus poderosos efectos los alucinógenos no son tóxicos. Asimismo, y a diferencia de drogas de abuso como el alcohol, la heroína o la cocaína, carecen virtualmente de potencial adictivo.

 

 

Parte 1

Los psicodélicos modifican, en un nivel fundamental, los parámetros ordinarios de comportamiento y habituación. Transforman, por así decirlo, las bases ontológicas mismas de la conciencia y la experiencia subjetiva. Una dosis efectiva de un alucinógeno, puede arrojar a un individuo a vistas raramente exploradas—al menos en las sociedades industrializadas modernas—de la mente, lo inconsciente, la imaginación y el espíritu humano. El poder visionario de los psicodélicos sigue siendo un misterio. Un misterio que fue abandonado por la ciencia moderna (parcialmente) cuando estas sustancias fueron ilegalizadas en todo el mundo hace más de una generación atrás.
Pero, ¿qué relación existe entre  estas “drogas” y la religión? ¿Y mucho menos entre éstas y la evolución de nuestra especie? Pues bien, parece ser que el uso ritualizado de los alucinógenos se halla profunda y complejamente vinculado a los orígenes de la religiosidad; así como a los primeros destellos efímeros de conciencia auto-reflexiva en el hombre primitivo. No por nada, gran cantidad de eruditos, teólogos, psicofarmacólogos, antropólogos, y neurocientíficos de la religión, prefieren referirse a estas sustancias como enteógenos: compuestos que catalizan (o que facilitan el contacto con) la divinidad interior.
Un enteógeno es un sacramento psicoactivo, una planta, hongo, o sustancia química ingerida para ocasionar una experiencia religiosa primaria. El término enteógeno enfatiza principalmente el contexto de la utilización de la droga. En este caso se refiere a su consumo de manera ritualizada y cuidadosamente orquestada por especialistas religiosos. Algunos ejemplos históricos importantes son el Soma de los arios, el Kykeon de los griegos, y el Teonanácatl de los aztecas—todos productos naturales enteogénicos, todos sacramentos botánicos psicodélicos.
En un trabajo reciente sobre la neurociencia de la experiencia religiosa, Patrick McNamara señala que las creencias, las prácticas y los rituales religiosos, han tenido una influencia definitiva y persistente a través de la “vida” de nuestra especie. La humanidad no solo crea la religión si no que a su vez es creada por esta. Las creencias y los comportamientos religiosos ejercen un profundo impacto en la salud física y mental, los hábitos dietarios, las preferencias de apareamiento y el comportamiento económico. A su vez, sostienen muchos conflictos letales y ayudan a sanar muchos otros. Notablemente, los estados naturales de éxtasis inducidos por la ingestión de plantas y hongos enteogénicos, han sido centrales en la formación de dichas creencias espirituales, y en el origen de los sistemas morales y éticos de cientos de sociedades.
La utilización de enteógenos ha figurado de manera extensa en las prácticas de sanación y en las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad al menos desde el Paleolítico. Algunas de estas prácticas enteogénicas chamanísticas continúan hasta hoy en día y son aprobadas legalmente. Si esto ha sido así siempre: ¿Por qué entonces son estas plantas que han sido tan importantes para el hombre, demonizadas y consideradas peligrosas en la actualidad? Esto es bastante extraño, considerando que la evidencia histórica, arqueológica e intercultural, así como las investigaciones clínicas y psicofarmacológicas modernas, evidencian claramente su rol central en la evolución cognitiva y social de los seres humanos; así como su potencial terapéutico y científico aún inexplorado.
Nos toca ahora referirnos a los “individuos excepcionales” que mencionamos inicialmente; a los especialistas religiosos que conocemos hoy en día como chamanes, pero se nos acabó ya el espacio, de manera que continuaremos en un artículo posterior.

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