En la globalización la exclusión es la norma, la inclusión es la suerte de unos pocos.
Carlos Monsiváis, uno de los principales intelectuales mexicanos, compartió con UNIVERSIDAD sus percepciones sobre la crisis política costarricense.
Mencionar el nombre de Carlos Monsiváis en cualquier foro latinoamericano referencia a uno de los pensadores mexicanos más destacados en la actualidad.
Gracias a su amplia trayectoria se le reconoce con iguales méritos su faceta de escritor, crítico literario, ensayista y muchas otras por las que Elena Poniatowska le llamó el cronista de una nación a la deriva y Octavio Paz lo consideró un nuevo género literario.
Directo y con la expresión sencilla que caracteriza a los grandes maestros, Carlos Monsiváis departió con los costarricenses en el marco del Festival Internacional de las Artes recién concluido.
Fue uno de los principales invitados al encuentro de artistas e intelectuales «Centroamérica: El futuro es posible», con la conferencia «Globalización: Inclusiones y Exclusiones», cuya presentación fue el pasado jueves 25 de noviembre en el Instituto Cultural de México.
Previo a su disertación, UNIVERSIDAD tuvo un breve encuentro con Carlos Monsiváis en el que compartió parte de su pensamiento sobre la globalización, la ciudadanía global y su percepción sobre la actual situación política costarricense.
GLOBALIZACION Y CIUDADANIA
«El futuro de América Central está íntimamente ligado a la globalización y no es diferente a lo que se le augura a México», afirmó Monsiváis, para quien este un proceso facilitado por las nuevas tecnologías y la política internacional.
Aunque no se trata de ganar o perder, en el buen sentido, hasta ahora las pérdidas han sido mayores, pero no pueden escatimarse las ganancias. Por ejemplo, vimos como el uso de internet fue una herramienta relevante en el rechazo internacional contra la invasión de Estados Unidos a Irak. «Me pareció interesante que hubo marchas en Valencia, Madrid, Barcelona, en Roma, Londres, París, Bruselas, Amsterdan, en América Latina menos», continuó explicando Monsiváis.
Para aprovechar la globalización deberíamos tener las condiciones organizativas para continuar con un proyecto alternativo, lo que significaría un giro radical en el estilo de gobierno en nuestras naciones.
Sin embargo, un elemento que destacó el pensador es el de la ciudadanía global, » ya se está gestando, no hay manera de escarparse de ella», vaticinó Monsiváis.
Dentro de ésta la identidad centroamericana es un hecho para el mundo, «las particularidades no afectan la concepción de la región como un todo; se ha establecido mucho más que las nacionalidades particulares. Lo he visto en muchos encuentros centroamericanos, no estoy hablando de una integración política y económica satisfactoria, a lo que me refiero es a la integración del ánimo que si se está dado; es un proceso irreversible», aseguró Monsiváis.
«Al margen de las diferencias que ustedes viven, también se significan en sus coincidencias», señaló el ensayista, quien destacó que en el campo artístico existe gran conciencia de esta unidad entre los creadores del área.
No obstante, Carlos Monsiváis reconoce que arribaremos a este estadio en desventaja con respecto a las naciones desarrolladas. En la globalización la exclusión es la norma, la inclusión es la suerte de unos pocos.
Se trata de una unidad socioeconómica usufructuada por una minoría, es la entronización de un gusto determinado y la masificación de la falta de oportunidades, explicó posteriormente durante su disertación en el centro cultural mexicano.
Sobre la condiciones en las que llegamos a esta identidad global Monsiváis aseveró a UNIVERSIDAD como las principales la desconfianza radical en la política, la omnímoda (que lo comprende todo) de las industrias culturales con un marcado seño norteamericano y específicamente de Miami, capital de la industria cultural de América Latina. Otras son las condiciones económicas «tristísimas» en donde el desempleo es alto y el sector informal ya comprende al 50% de la población trabajadora, y finalmente el desánimo y la dependencia estricta de las remesas de dólares de sus trabajadores en Estados Unidos hacia sus países de origen; estos son los casos de El Salvador, República Dominicana, Ecuador y México, en este último representará la primera fuente de ingresos de la nación.
«No podemos llegar en otras condiciones y es mejor asumir ahora esta ciudadanía mundial y no después que las condiciones serían peores. Ya nuestro pasado no tiene relevancia, nos toca ahora enfrentar una historia globalizada», sentenció Monsiváis.
UN NUEVO PROYECTO NACIONAL
La clase política de América Latina, si es que creemos que exista tal cosa, está en sus peores momentos, acotó Monsiváis. Al describirla manifestó que «formativamente hablando viene de universidades norteamericanas con el deseo de triunfar y gobernar a sus países. Pero ignora radicalmente la historia y cultura de sus naciones y tienen una adoración devastadora hacia lo que representa el sistema financiero estadounidense.
Con esa clase política y con el complemento de los que hacen el «posgrado en clientelismo» solo puede esperarse decepción y que sean vistos como los sospechosos de siempre».
No obstante, esta coyuntura no le dice nada a Monsiváis, pero si que los ciudadanos locales y globales se vean ellos mismos como reproducción de los políticos y eso no está pasando, en su criterio sucede lo contrario.
Por ejemplo, en Costa Rica manifestó que su percepción sobre nuestra crisis política, en la que dos expresidentes e importantes funcionares públicos y empresarios son objeto de investigaciones judiciales, es un salto cualitativo que puede transformarse en un gran mecanismo para el cambio.
Percibo en la gente gran confianza en la política, pero comprendida en el sentido que se interrogan sobre sus conductas y se ven mejores ellos mismos y sus futuros. Los políticos son sujetos de la más amplia desconfianza, pero los ciudadanos han ganado confianza en ellos mismos
«Ustedes en Costa Rica han cumplido el sueño de los mexicanos, eso es importantísimo. ¿Qué ha pasado en México? Que no han habido castigos, que es irrelevante la crítica. Por ejemplo, Carlos Salinas ha merecido el repudio nacional más extraordinario que se recuerde, pero está feliz, está haciendo política a su modo. Ustedes han empezado por crear las consecuencias de lo que significa una conducta política depredadora. A partir de ellas se puede armar una ciudadanía porque se tiene la confianza que sirvió para algo, la crítica, pero no servirá si no se generan procesos organizativos que conduzcan hacia los cambios, concluyó Monsiváis.