Costa Rica abstracta desde 1948

El arquitecto e historiador Andrés Fernández plantea una nueva hipótesis sobre el inicio del arte abstracto en el país.La casa de Enrique Maroto levantada

El arquitecto e historiador Andrés Fernández plantea una nueva hipótesis sobre el inicio del arte abstracto en el país.


La casa de Enrique Maroto levantada en 1949, marca una renovación en la arquitectura nacional.

Que el arte abstracto se inició en Costa Rica diez años antes de lo creído hasta ahora y que esos comienzos se dieron en la arquitectura y no en la pintura, es la hipótesis que presentó el arquitecto Andrés Fernández.

Una versión condensada del trabajo que el autor espera publicar en el futuro cercano, fue presentada por el arquitecto en la conferencia «Arte abstracto en la arquitectura: La obra de Enrique Maroto», expuesta en el auditorio de los museos del Banco Central el pasado 11 de agosto.

Hasta ahora se ha fechado la introducción del arte abstracto en Costa Rica en 1958, cuando Manuel de la Cruz González, Lola Fernández y Felo García regresaron de estudiar en el exterior.

En declaraciones exclusivas a UNIVERSIDAD, Fernández contradijo esa versión:  «Discrepo en el sentido de que lo que en ese momento inician esos tres artistas fue la pintura abstracta, no el arte, por dos razones. Primero, los rudimentos del arte abstracto aparecen en los años 30 y 40 con Manuel de la Cruz González, con el estudio de diseños abstractos sobre las carretas típicas y en los paisajes abandona la veracidad para sustituirla por un constructivismo pictórico cercano a Cézanne. Cuando él sale de Costa Rica en 1948 ya lleva los rudimentos de lo que posteriormente será su trabajo pictórico abstracto. Pero más importante es que ese mismo año regresa a Costa Rica proveniente de Chicago el arquitecto Enrique Maroto Montejo.»

ARQUITECTURA MODERNA

Maroto Montejo nació en 1920 y murió en el 2002 y se formó dentro de la llamada Escuela de Chicago, con fuerte influencia del arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright.

También fue influenciado por europeos como Erick Mendelsonn, Walter Gropius, Mies Van der Rohe y Hannes Meyer, quienes llegaron a Estados Unidos al huir del nazismo, aportaron la herencia europea del constructivismo y el arte abstracto y sus ideas impactaron en el ambiente estético estadounidense.

El arte abstracto es aquel que abandona la necesidad de la representación directa o la imitación de la realidad exterior al ser humano.

El constructivismo es una corriente de vanguardia iniciada en Rusia a inicios del siglo XX, se trata de una vertiente del arte abstracto que propone que la obra de arte está en comunicación con el espacio que la rodea y penetra.

Para Fernández, «los edificios de Maroto son absolutamente constructivistas. Su formación, al estar centrada en las enseñanzas de Lloyd Wright, es organicista, es decir, propone que el edificio se comporte como un organismo en su medio. Los edificios de Maroto son respuestas vivas a un medio vivo».

El arquitecto comentó que en un manuscrito Maroto declaró que vino a Costa Rica en 1948 con la clara conciencia de hacer una arquitectura nueva para Costa Rica. «Sus casas de habitación son arquitectura moderna diseñada y construida para este país, para el clima del Valle Central, para tolerar la lluvia y aprovechar y jugar con la luz. Sus edificios son diferentes a cada hora del día, pues las penumbras y las atmósferas varían. La suya es una arquitectura limpia de líneas rectas, muy fresca y cómoda. Sus ventanas son grandes y apaisadas», comentó Fernández.

Entre las características principales de la arquitectura de Maroto, Fernández señaló una búsqueda por utilizar enchapes de materiales criollos, como el molejón la piedra Cervantes o Sánchez y un material parecido al mármol que llamó «Travertina» nacional. Para todo ello investigó en canteras como barro morado, en Aguacaliente de Cartago, o Amoladeras, en Patarrá.

«Similar trabajo hizo con la vegetación, utilizó especies autóctonas para crear filtros y diseñar jardineras, jardines, accesos y lozas suspendidas, siempre con un fin organicista», explicó Fernández.

Agregó que «sus estructuras fueron magníficamente diseñadas y mejor construidas, fue muy atrevido con el uso de formas prismáticas, por ejemplo. Diseñó siempre en función de las estructuras sencillas, pero muy atrevidas en su apariencia. Rompió con los códigos estéticos de las viviendas y edificios comerciales de su momento».

En 1949, las primeras obras de Maroto tuvieron problemas de aceptación. «Fue en el diseño y construcción de su propia casa cuando llevó sus principios abstracto-constructivistas hasta el límite, la cual se ubica en el Barrio Los Yoses. Esa casa es un hito en la historia de la arquitectura de Costa Rica y es, sin duda alguna, su pieza maestra, independientemente de que su obra es amplísima, aunque lamentablemente no catalogada ni ubicada en su totalidad», detalló Fernández.

Para el arquitecto e historiador «donde más se nota el entronque con la pintura abstracta costarricense es particularmente con la constructivista de Manuel de la Cruz González, pues se puede establecer un paralelismo a través de comparaciones de fachadas de Maroto con cuadros de Manuel de la Cruz. Se pueden leer semejanzas, pues comparten principios constructivistas».

«Diez años después del inicio del trabajo de Maroto se da el movimiento en la plástica, con el regreso al país de Felo García y su expresionismo abstracto, Lola Fernández y Manuel de la Cruz González y su abstracto constructivista. Ellos tres enfrentan una atmósfera inicialmente adversa a su propuesta plástica. Un proceso que ya había vivido Maroto. Es en los años 60 cuando se da una mayor apertura de la clase media hacia el arte abstracto, pero hay que tener en cuenta que ya muchas familias de esos sectores vivían en casas abstractas», subrayó Fernández.

Apuntó además que «en Costa Rica se ha realizado historiografía de la arquitectura y no historia propiamente dicha, ya que lo que se estudia son nada más las fachadas en una descripción facial de los edificios, sin tomar en cuenta el momento que los produjo. Mi trabajo se basa en hacer una lectura más allá de las fachadas, para llegar a un análisis integral del contexto histórico que los produjo».

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