El español existe más allá del Valle Central

Mientras “ojeaba” libros de historia en la biblioteca Carlos Monge, Miguel Ángel Quesada terminó por apasionarse del idioma español y hoy es uno de

Miguel Ángel Quesada sostiene que la división con que todavía se trabaja el castellano en Costa Rica está obsoleta y entorpece las investigaciones.

Mientras “ojeaba” libros de historia en la biblioteca Carlos Monge, Miguel Ángel Quesada terminó por apasionarse del idioma español y hoy es uno de los estudios más distinguidos del castellano en Costa Rica.

Quesada, quien actualmente trabaja para la Universidad de Bergen, en Noruega, critica la metodología de los filólogos de la Universidad de Costa Rica (UCR), porque todavía hablan  del español de Guanacaste y del de el Valle Central, cuando habría mayor riqueza si ese análisis ampliara los horizontes.

Autor de la Historia de la Lengua Española en Costa Rica, obra por la que mereció el Premio Nacional de Historia Aquileo J. Echeverría 2009, Quesada es un investigador que no se concede treguas y anuncia en la entrevista la pronta conclusión de un trabajo sobre el español en Centroamérica.

Desde la fría Noruega, respondió una serie de interrogantes que le planteó UNIVERSIDAD, de las cuales les presentamos un extracto.

¿Qué utilidad tiene el Premio Nacional por su libro Historia de la Lengua Española en Costa Rica?

– Servirá para dar importancia a los trabajos hechos en historia de la lengua, bastantes escasos en nuestro medio intelectual y académico.

 Con respecto a Historia de la Lengua Española en Costa Rica, ¿cuáles son los principales aportes que hace al estudio del castellano en nuestro país?

-Detectar estructuras que hoy no existen, pero que vivieron en siglos anteriores.  Por ejemplo, en el siglo XVII en Cartago la gente pronunciaba la elle al estilo andino (pollo, gallina, gallo, etc.); o que usaban de distinta manera las terminaciones -ra y -se del pretérito imperfecto de subjuntivo (comiera vrs. comiese); o bien, palabras que hoy no existen y que quizás perviven como topónimos (chacra ‘huerta, terreno para cultivar’ de donde viene Chacarita; garita ‘puesto de vigilancia’ , que quedó fosilizado en el lugar llamado La Garita, porque ahí estaba la Aduana.
Otro aporte es que sirve para documentar cambios en el español a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el siglo XIX, con la introducción de la imprenta y del sistema escolar, el español de Costa Rica se unió más al español estándar y olvidó una serie de rasgos que le fueron característicos durante la Colonia.
Mediante el estudio se registran las primeras documentaciones. Por ejemplo, el voseo, tal como lo empleamos hoy en día, queda documentado en el primer cuarto del siglo XVIII.  El usted  o sea, el uso del pronombre usted en situaciones de confianza y amistad, está documentado en el siglo XIX.

Es uno de los investigadores que más ha profundizado en el estudio del español en Costa Rica, ¿cómo nace esa pasión por nuestra lengua?

-Desde niño me interesaron los idiomas. En realidad, me metí a la carrera de Filología Española porque cuando empecé los estudios universitarios no había nada en relación con la lingüística. Y la historia de la lengua española en nuestro país surgió cuando me metía en la biblioteca Carlos Monge y ojeaba documentos históricos y me llamó muchísimo la atención la forma como estaban escritos.

Ha estudiado el habla de muchos pueblos ticos (San Gabriel, La Legua, en Aserrí, por ejemplo), por lo que me gustaría saber qué particularidades le llaman más la atención.

-Lo que me llamó más la atención fue descubrir que ya estaba obsoleta la división clásica del español costarricense entre español guanacasteco y español del Valle Central, división que desgraciadamente aún pervive entre profesores de la carrera de Filología, quienes no quieren entender que Costa Rica no solo es Valle Central y Noroeste, sino también Zona Norte, Caribe y Zona Pacífica Central y Sur, las cuales tienen rasgos peculiares.

 Finalmente, cuéntenos sobre su labor en la Universidad de Bergen.

-La razón por la cual decidí continuar en la Universidad de Bergen fue precisamente el tiempo de investigación que uno como catedrático tiene a disposición. Solo imparto cinco lecciones semanales durante doce semanas de que se compone un semestre, y el resto lo ocupo en escribir. Esto me lo soñaba yo en la UCR. Por el momento dirijo dos proyectos, uno que tiene que ver con el español de América Central (ya casi listo), y otro que empezó hace unos meses, y que trata de las actitudes del hispanohablante hacia su propia habla. Es un proyecto de gran envergadura y muchísima responsabilidad, financiado en su totalidad por el Consejo Noruego de Investigaciones, y para cuyo buen desarrollo me dieron libre todo el año 2010.

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