Vivir en uno de los países más violento del mundo no es un obstáculo, sino un incentivo para usar todas las herramientas del arte para la transformación social. Honduras posee la tasa de homicidios más alta del mundo, y más de la mitad de su gente está sumida en la pobreza; sin embargo, desde 2009 cuenta con una escuela de arte que nada tiene que envidiarle al resto del mundo.
La Escuela Experimental de Arte en Tegucigalpa (EAT) surgió como un sueño de dos artistas visuales hondureños, interesados en el arte contemporáneo, que querían ver en su país más espacios para la formación y reflexión artísticas.
Lester Rodríguez y Lucy Argueta, cofundadores de la EAT, concibieron un proyecto que buscaba hacer crecer las semillas de creatividad en la región centroamericana por medio de proyectos, plataformas y cursos en comunidades urbano−marginales, para formar artistas con amplia conciencia social, así como capacitar en oficios como la ebanistería, la serigrafía, entre otros.
Parte del equipo de la EAT estuvo en la Fundación TEOR/éTica, en una pasantía que culminó con una exposición colaborativa entre artistas de El Salvador, Costa Rica y Honduras llamada Sinergias, diálogos y apropiaciones, esta contó con la participación de artistas como Albertine Stahl (El Salvador), Guillermo “Habacuc” Vargas (Costa Rica) y otros.
UNIVERSIDAD conversó con Lucy Argueta, directora general de la EAT, para conocer más sobre este importante centro de enseñanza.
¿Cómo surgió la Escuela Experimental de Arte?
−Surge como una propuesta de dos artistas: yo y otro artista hondureño que se llama Lester Rodríguez. La Escuela se funda hace más de cinco años y está enfocada al arte contemporáneo emergente. Partiendo de ahí, contamos con una plataforma en Tegucigalpa que cada año se monta. Está enfocada en talleres de formación en arte contemporáneo.
¿Cómo funcionan esos talleres?
−Cada año se hace la convocatoria al “Nómada 01” o “Nómada 02”; acabamos de terminar el “Nómadas 05”. Son talleres de formación con artistas emergentes, donde están por tres o seis meses y se estudia arte contemporáneo, crítica de arte, etc.
También vemos la necesidad en Honduras −con tan poco espacio de museos y galerías− de enseñar a crear portafolios, cómo presentar una propuesta, a pensar una obra de arte. Generalmente invitamos a artistas de Centroamérica a que den un taller, que con el proceso de las obras culmina con una exposición.
¿Y a qué tipo de público le llegan?
−La convocatoria es abierta y lo que menos tenemos son artistas como tales. Trabajamos con chicos y chicas arquitectas, diseñadores gráficos, músicos, mucha gente orientada a otras áreas como la filosofía o antropología, pero que siempre tienen necesidades de producir o de crear obra. Algunos llegan con bases en pintura o dibujo, pero otros simple y sencillamente tienen las ideas, y estas son las que empezamos a plantear y a discutir.
¿Tienen proyectos hacia población vulnerable?
−De lo que la escuela se nutre es de los talleres que tenemos en capacitación técnica y oficios. La vuelta que le damos, siendo artistas, es que estos talleres tienen un contenido muy artístico. Tenemos talleres de serigrafía que los da un artista, y como los hacemos en barrios peligrosos −donde el arte no es tan accesible− tratamos de enseñarles cómo crear un boceto, cómo llevar un diseño y plasmarlo en camisetas o bolsos.
Dejamos equipado un espacio en el barrio, para que la comunidad lo coordine, para que sigan produciendo por dos años.
¿Pensás que ustedes como artistas deben de tener ese lado creativo, pero también el lado de la conciencia social?
−Creo que sí es importante, pero tampoco cuestiono a los artistas que no lo hacen. En nuestro caso creo que sí era importante llegar a espacios donde el arte no fluye. Honduras es un país muy violento, y es muy difícil que esa gente se mueva de sus lugares. Tratamos de llevarles la escuela y que se identifiquen. También tratamos de identificar algún tipo de alumno o alumna dentro de los talleres y lo llevamos a “Nómadas” o a ver exposiciones. También hay artistas que su obra se genera en otro tipo de espacios y eso está muy bien.
¿Qué es lo que hace falta para que se den más estas “sinergias” entre artistas centroamericanos?
−Generar los espacios. Creo que el artista está en la obligación de no limitarse por un evento, por una galería, por un museo. Todo esto está cambiando y creo que los artistas estamos siendo más independientes, estamos generando propuestas en bares, en el espacio público. Hay que generarlos.
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