Michel Tort es psicoanalista y filósofo. Sus trabajos versan principalmente sobre las relaciones entre el desarrollo teórico-clínico del psicoanálisis y las transformaciones históricas.
Fue profesor de la Universidad de París 7 y Director del Laboratorio sobre Psicoanálisis y Nuevas Sexualidades de esa institución.
Dentro de de su obra se encuentran el Deseo Frío (Le désir froid) y el Fin del dogma paterno (Fin du dogme paternel). El primer libro aborda el tema de la procreación artificial; el segundo es un examen crítico de las construcciones que realizan Freud y Lacan sobre la función del padre.
Michel Tort impartió un seminario del 23 al 25 de abril en la Universidad de Costa Rica, invitado por la Escuela de Psicología de esta institución.
El siguiente es un extracto de una entrevista donde se abordan aspectos de su obra, el psicoanálisis y sus implicaciones políticas.
¿Cuáles son las implicaciones políticas del psicoanálisis?
–El psicoanálisis y la política siempre han estado relacionados. Muchas personas se extrañan porque creen que el psicoanálisis está fuera de la realidad social y que no tiene ningún vínculo con lo que se denomina esfera pública.
Esta relación es recíproca y tiene consecuencias en los enfoques comunes con los sistemas de salud pública, así como en la profesionalización y la legalización de la práctica psicoanalítica. Muchas decisiones políticas se toman a partir de las prácticas y las teorías psicoanalíticas.
¿Por qué el psicoanálisis pasa de ser una disciplina que apoya las ideas vanguardistas sobre sexualidad en los años 60 para convertirse en una especie de garantía del orden sexual patriarcal?
–Hablar de sexualidad es hablar de género y de la relación entre los sexos.
El psicoanálisis fue desde el principio una disciplina en que las mujeres se desarrollaron como investigadoras y teóricas de forma más clara que en otros campos.
Esta expansión se frenó porque el psicoanálisis surgió dentro de un orden patriarcal y hay conceptos que son una reproducción de ese orden, como la teoría de la seducción. La relación del psicoanálisis con las normas sociales aparece aquí de forma muy clara.
Pero estas normas están condenadas al fracaso porque transgreden un hecho histórico importantísimo: la jerarquía y el poder de las mujeres en la familia.
En los años 60 una parte del psicoanálisis participó en el movimiento general de “contestación” política, anti-autoritario, cruzó la ruta de los feminismos y los movimientos de las minorías sexuales.
Hacia los años 70 estas ideas revolucionarias comenzaron a diluirse y la práctica del psicoanálisis se constituyó en un asunto social individual y dejó de ser el horizonte colectivo de una ‘revolución sexual’.
Estas ideas no desaparecen, aunque después de mayo del 68 se dispersan y poco a poco comienzan a ‘filtrarse’ en temas como el derecho de los niños y las niñas, las mujeres y las minorías sexuales.
Durante esa década, en relación con el trabajo de Lacan, se extendió la idea de que había una función particular del padre en la resolución del complejo de Edipo para separar al niño de su madre. Pero esto es una construcción.
Las especulaciones freudianas, como el paso de la madre al padre y las construcciones lacanianas en torno a la función simbólica del padre y la supremacía del falo, están fuera de una concepción histórica.
A partir de los 90 se dan transformaciones legales en temas como la procreación, el aborto y el matrimonio entre homosexuales. Los partidarios de Lacan reaccionan contra esas leyes porque consideran que son una destrucción del orden simbólico y defienden el estado de las cosas. Pero la cuestión es que si las normas no sirven hay que quitarlas, o construir otras.
¿Cuál es el mayor reto del psicoanálisis en este momento?
–Creo que debe reinventarse, promulgar sus propias teorías a partir de lo histórico; si no lo hace, está condenado a desaparecer.
En su seminario usted se refirió a la democracia sexual ¿Cómo define usted este término?
–Democracia sexual se refiere al hecho de que en cuestiones sexuales los que deben decidir son las personas ciudadanas, sin ampararse en ‘verdades’ que invocan o culpan a la naturaleza o al cielo para justificar el orden de las cosas.
Se trata de reconocer que esas ‘verdades’ son construidas en un momento histórico y que por lo tanto pueden ser sustituidas o reconstruidas.
Un ejemplo sería la aceptación del matrimonio gay, esto implicaría que las personas han decidido que el concepto anterior de matrimonio no era algo sagrado.
¿Qué opina de la Teoría Queer de Judith Butler?
–Estoy de acuerdo con ella. Es una teoría muy importante para el psicoanálisis, una continuación de las preocupaciones de no justificar las normas apelando al llamado ‘orden natural’.
¿Cuáles cree que serán las implicaciones de esta teoría en el psicoanálisis?
–No lo sé. No soy profeta. Pero para mí es el inicio de un cambio muy, muy importante.
La reelaboración que plantea Judith atañe a las representaciones, la identidad y la orientación sexual y su influencia va a manifestarse en la relación política. Creo que el psicoanálisis no puede ignorar esto.
Butler visita todos los años la Universidad de París 7, invitada por el departamento donde trabajé durante mucho tiempo, y eso no es una casualidad.
¿Cuál es su próximo proyecto de publicación?
–Se trata de un libro que aborda el tema del seminario que impartí aquí en Costa Rica, específicamente la relación entre psicoanálisis y política. No sé todavía si va a ser traducido al español.
¿Cuáles personas, psicoanalistas o no, han influido en su pensamiento?
–Entre los psicoanalistas no hay tantos, porque mis ideas difieren desde el principio con muchos de sus postulados y no son muy bien vistas por ciertos grupos. Soy, cómo se dice, el malo…
El malo de la película
–Sí. Creo que muchos están encerrados y pocos se interesan por conocer estos cuestionamientos fundamentales para el desarrollo de nuestra profesión, su relación con la historia y las cuestiones sociales.
Pero hay otros pensadores que me han influenciado mucho como Michel Foucault y algunos compañeros de la universidad con quienes comparto ideas.
No tengo gran estima intelectual por los lacanianos. Pero, de manera general, no me considero discípulo de alguien.
¿Cree que esa inmovilidad que usted le achaca al psicoanálisis se debe principalmente a la acogida que tienen las ideas de Lacan?
–Son dos cosas diferentes. Puede ser controversial lo que voy a decir: Para mí de un lado está el psicoanálisis y del otro los lacanianos.
Las ideas de Lacan están fuera de la historia, son ocurrencias, no tienen la rigurosidad necesaria, ni han sido corroboradas. Lacan es una secta.
¿Es posible un psicoanálisis sin psicoanalista?
–No. Pueden hacerse otro tipo de análisis sin la intervención del psicoanalista o después del psicoanálisis. Hay extensiones, aplicaciones… pero no.