Myriam Bustos «El escritor es un ser enajenado y obseso»

Como todo aquel que se precie de amar el mundo de las letras, Myriam Bustos, ganadora del premio Aquileo J. Echeverría 2004 en la

Como todo aquel que se precie de amar el mundo de las letras, Myriam Bustos, ganadora del premio Aquileo J. Echeverría 2004 en la modalidad de cuento, vive entre multitud de papeles, porque está convencida que uno u otro en algún momento dado le serán de utilidad en su pasión de siempre: la escritura.

Bustos obtuvo el galardón con «Los ruidos y Julia», un texto que ella publicó como esfuerzo personal mediante la editorial Tecnociencia, de la que es una de sus fundadoras.

Costarricense por naturalización y chilena de nacimiento, Bustos ha dedicado la mayor parte de su vida a la educación -trabajó como profesora en la Universidad Estatal a Distancia- y a la escritura.

Para la narradora, de 73 años, filóloga y autora  de «Microficciones», «Cuentas, cuentos y descuentos» y «Recuentos», entre otros títulos, la casa, con sus perros imprescindibles, es un espacio ideal para crear y desarrollarse.

En la conversación con el Semanario Universidad, habla del premio otorgado, de la incomunicación que afecta a la humanidad en una modernidad que supone que este problema está superado,  del decrépito dictador Augusto Pinochet, y de la polémica que se suscitó en el suplemento Libros sobre la crítica de Pablo Salazar a «Memoria de mis putas tristes», de García Márquez.

En relación con la controversia, Bustos apunta un elemento trascendental: el no confundir al escritor, de carne y hueso, y a sus personajes, que son fruto de su ficción, como ha sucedido en la citada polémica.

Apasionada de la literatura como creadora y lectora, Bustos reconoce que «el escritor es un ser enajenado y obseso» y que por tal motivo se abstrae con extrema frecuencia de la realidad que la rodea. He aquí un extracto de la entrevista.

Llama la atención que el nombre del libro sea «Los ruidos y Julia» y no los «Ruidos de Julia», como se tiende a leer de forma automática. ¿Buscaba con este titular una ambigüedad deliberada como luego se establece en el texto propiamente en relación con lo que oye Enrique?

-El nombre que le di al relato me surgió de manera inmediata y rotunda en cuanto lo hube terminado de escribir, del mismo modo que una madre espera ver a su hijo recién parido para bautizarlo de acuerdo con lo que su aspecto le sugiera. Al colocar la conjunción copulativa «y» entre los dos elementos nominales del título y no la preposición «de», que le habría dado un sentido absolutamente distinto, quise que estos se comprendieran como «sumandos», sin connotaciones especiales, pero sorprendiendo al lector, porque si bien «los ruidos» y «Julia» son elementos análogos desde el punto de vista gramatical, no lo son desde el punto de vista conceptual. La relación entre los ruidos y Julia es conceptualmente insólita y, por lo mismo, generadora de una respuesta en el lector.

La casa como universo singular es un lugar que ha atraído por siempre a los escritores. Partiendo de Los Ruidos y Julia, ¿considera que este espacio todavía conserva el valor de identidad, que se le otorgó en el pasado, para los habitantes de la ciudad?

-La casa, que en mi relato tiene una dimensión emocional enorme, para mí no es únicamente un espacio que forma parte de mi identidad, sino el lugar donde querría encontrarme en la mayor parte de mi día, debido a que es el único sitio en donde puedo ser yo misma, en donde me siento cómoda, protegida y segura, y donde logro adentrarme más intensamente en mis profundidades mentales para producir lo que escribo.

Es, también, el sitio en donde me rodeo de mis seres queridos (mi esposo, mis perros, mis amigos) y de los objetos que me resultan imprescindibles (libros, papeles, grabaciones musicales). Supongo que el valor de identidad que se le otorgó en el pasado a la casa prevalecerá siempre para los habitantes no de la ciudad, sino de cualquier ámbito donde se establezcan seres humanos. Un individuo sin casa es como un caracol desconchado.

¿Es el problema de la incomunicación, trascendental en su texto,  uno de los más graves que tiene la humanidad en este momento de la historia?

-Sí, la incomunicación, y su acompañante inevitable: la soledad, es la condición dominante en la vida del protagonista de mi texto, que busca alimentar su necesidad de contacto humano con los desafueros de la imaginación.

De acuerdo con el cuento, una mujer muy madura disfruta en autocomplacerse como si fuera una adolescente. En un país tan puritano como el costarricense, ¿cómo cree que puede ser percibido este proceder de «Julia»?

-No es efectivo que, de acuerdo con el cuento, la mujer disfrute de la autocomplacencia como si fuera una adolescente. El cuento solo presenta a un narrador convencido de que esa es la situación. El proceder de Julia en este aspecto, si es que el lector cree en él, será juzgado según la valoración que el receptor del relato conceda al autoerotismo y al sexo en general. Un lector avezado no tiene por qué aceptar todo cuanto diga el narrador, porque este, creado a imagen y semejanza del ser humano, suele ver, oír y creer lo que no existe.

En ese sentido, ¿considera que para el arte en general y para la escritura en particular, deben existir temas vedados?

-Rotundamente no: para el arte, y para la literatura en particular, que es una forma de arte, no hay temas vedados.

El suplemento Libros del Semanario Universidad publicó una crítica sobre la más reciente novela de García Márquez, Memoria de mis putas tristes, y se desató una polémica en la que se acusa de «antiético» e inmoral el  proceder del autor e incluso del articulista, quien sostiene que para el arte no deben existir restricciones «éticas». ¿Qué opinión le merece esta discusión, que por demás es antiquísima entre lo ético y lo no ético en el arte?

-En literatura no debe confundirse al escritor con el personaje. El proceder de un personaje puede estar reñido con la ética, sin que, por ello, debamos pensar que el escritor también lo está. Se trata de dos entes distintos, y uno de ellos, el personaje, por supuesto, es ficticio.

Como mujer de letras, ¿por qué cree que la literatura costarricense tiene tan pobre difusión fuera de nuestras fronteras?

-La literatura costarricense tiene tan poca difusión fuera de nuestras fronteras, en primer lugar, porque en el país no existe la crítica literaria formal que en otras partes se practica en la prensa escrita, y en segundo lugar, porque las editoriales lucrativas no quieren o no pueden comercializar sus libros en el extranjero.

Ni siquiera concurren a las ferias del libro que se realizan en otros países, lo que, de hacerse, permitiría que nuestros escritores fueran conocidos. ¿A qué literatos de otras partes conocemos por estos lados? Simplemente, a quienes publican sus obras con el sello de las grandes editoriales comerciales que sí quieren vender su mercancía en el resto del mundo y están dispuestas a invertir el dinero necesario.

Háblenos de la editorial Tecnociencia, de la cual usted es fundadora.

-Lo primero que tengo que decir es que es sin fines de lucro. Nosotros corregimos los textos, cuidamos el diseño del libro e invertimos tiempo a cambio de una satisfacción personal, pero nunca a cambio de dinero.

Al autor al que se le aprueban los textos tiene que pagar la impresión y encargarse de la distribución de sus libros, cuyas ediciones cuidamos lo más posible. Nosotros no hacemos libros feos. La editorial la fundamos en 1994.

Para su larga trayectoria como escritora, ¿ qué representa el Aquileo J. Echeverría con «Los ruidos y Julia».

-El premio Aquileo J. Echeverría obtenido con «Los ruidos y Julia» representa, para mí, un valioso reconocimiento de una larga y fervorosa trayectoria como narradora, cumplida casi íntegramente en Costa Rica, porque yo no he sido una escritora precoz.

Por supuesto que no esperaba recibir este galardón por segunda vez, porque me he acostumbrado a trabajar por la sola satisfacción de hacerlo y estimulada por las palabras de mis lectores.

¿Qué opinión le merece el proceso que se sigue en su país contra el general Augusto Pinochet?

-El proceso que se sigue en mi país contra Pinochet es uno más de los regalos que me ha hecho la vida. Nunca pensé que pudiera tener lugar, y responsabilizo de él al Juez Baltasar Garzón, a quien tengo por uno de mis personajes inolvidables. Si él no procede como lo hizo, creo que jamás se habrían dado las condiciones para que mi patria tomara la decisión de actuar.

Considero este proceso como uno de los hechos históricos más estimulantes y aleccionadores de los últimos años, porque significa que en Chile no logró triunfar la infamia, y que el culpable mayor no consiguió pasar a la historia como él imaginaba: como el salvador de Chile, sino como lo que realmente fue: el verdugo de sus hermanos que solo pretendían la justicia social, además del corrupto individuo que robó para enriquecimiento personal y de su familia.

¿Podrá la justicia sentar las bases para que haya una verdadera reconciliación en Chile?

-Espero que la justicia sea capaz de sentar las bases para que haya una verdadera reconciliación en Chile, pero veo ese logro como muy lento y difícil, porque las víctimas fueron muchas, y los daños para ellas y sus familias, irreparables.

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