Chechenia Un largo conflicto sin solución

La toma de más de mil rehenes el 1 de septiembre pasado, en una escuela de Osetia del norte, un estado de la Federación

La toma de más de mil rehenes el 1 de septiembre pasado, en una escuela de Osetia del norte, un estado de la Federación Rusa, revela los extremos a que puede llegar un largo conflicto.

La historia del conflicto entre rusos y chechenos es muy antigua. Si uno se fija en el mapa, ve una serie de pequeñas repúblicas que siembran el camino entre el mar Caspio y el mar Negro, al sur de Rusia, desde Abjasia hasta Chechenia, pasando por Osetia, del norte y del sur, Ingushetia y Daguestán, que giran entre la atracción de Rusia o de Georgia y un interés creciente de los Estados Unidos.

El conflicto checheno despierta grandes polémicas y puntos de vista muy encontrados.

Lo que pasó en Beslán, Osetia del norte, vecina a Chechenia, donde un comando tomó más de mil rehenes en una escuela «se debe a la política aventurera y violenta de Rusia en el Cáucaso», afirmó el filólogo checheno Visami Tutúyev. «Toda la responsabilidad de la muerte de los niños recae completamente sobre la parte rusa», afirmó. Tutúyev dirige el Centro Cáucaso, un sitio de noticias en ruso, inglés y turco donde expresa los puntos de vista de los chechenos sobre el conflicto. Su página es vista con desagrado por Moscú, que ha tratado de cerrarla más de una vez.

Tutúyev condenó la toma de rehenes, sobre todo de niños.  «Yo no sé quiénes eran los que ocuparon la escuela», afirmó. «Pero dispongo de información precisa sobre quiénes no eran: entre ellos no había chechenos. Lo ha declarado el ex presidente de Ingushetia, Ruslán Aushev, quien sí negoció con ellos y sí consiguió que liberaran a 31 mujeres y niños», afirmó. ¿Por qué la ONU y Occidente, junto a Oriente y los otros puntos cardinales, siguen silenciando el hecho de que en los últimos cinco años, desde que Putin está en el poder, los rusos han matado a unos 42 mil niños chechenos de edades inferiores a los 11 años?», se preguntó Tutúyev.

Los conflictos en la región no involucran solo a chechenos y rusos, sino también a sus vecinos de Osetia del norte e Ingushetia.

¿Por qué los chechenos luchan de esa manera? «La combatividad del pueblo checheno tiene su raíz en el resentimiento y el dolor que se les ha causado. No por nada hasta hace poco a la guerra de Chechenia se le refería como la guerra más cruel del mundo, afirmó un especialista en conflictos de la región. El pueblo checheno es lo que se llama un pueblo sin Estado; esto puede explicar su combatividad: siempre han sido reprimidos con ferocidad por una potencia superior».

Pero, en la actualidad, hay un nuevo elemento alimentando el conflicto: el petróleo y sobre todo, el gas. Según esa línea de argumentación, el Cáucaso ruso se presenta como una de las únicas rutas viables para sacar el petróleo del mar Caspio. Geopolíticamente el Cáucaso es una de las zonas más importantes, críticas e inestables del mundo. Chechenia no es el único conflicto violento en la zona. También está el de Daguestán, Abjasia en Georgia y la guerra entre Azerbaiyán y Armenia por el territorio de Nagorno-Karabaj.

Los Estados Unidos pretenden construir un oleoducto del puerto de Bakú en Azerbaiyán al de Ceyhan en Turquia, precisamente en esa zona. Por eso Washington ha apoyado, por épocas, a diferentes facciones guerrilleras en Chechenia, tratando de sangrar internamente a los rusos y de hacer cara y peligrosa la utilización del oleoducto Bakú-Novorossiysk, controlado por Rusia. «El Cáucaso para los rusos es tremendamente importante estratégicamente hablando. Por eso no lo van a dejar jamás. Por esto la guerra es tan cruenta en Chechenia», explican los expertos.

MANO DURA

El presidente ruso, Vladimir Putin ha proclamado que no cederá ni un metro más de su territorio. Su política tiene como objetivo mantener las fronteras actuales de Rusia, que ya perdió gran parte de lo que estuvo bajo control de la Unión Soviética. Su aspiración es poner punto final a los reclamos separatistas de las repúblicas de la zona y restablecer a Chechenia como paso estratégico para la explotación del petróleo del Mar Caspio.

Putin sabe que la opinión pública rusa, en su mayoría, odia a los chechenos, de modo que todos los muertos serán pocos para que la lucha siga. Se ha denunciado que el ejército ruso ha dejado en esa zona un rastro de secuestros, torturas, ejecuciones sumarias, persecución de jóvenes con tan solo leves sospechas de pertenecer al movimiento rebelde, corrupción. Todo se compra y todo se vende, se dice, lo que facilita el movimiento de los grupos terroristas por las fronteras de la región.

Putin lleva cinco años atribuyéndose la victoria en Chechenia. Entre 1994 y 1996 se dio la primera guerra contra Chechenia, y el resultado dejó en evidencia que la única opción era negociar la autonomía de la república, bajo la promesa, además, de una posterior independencia.

Entre 1996 y 1999 Chechenia fue independiente, pero los resultados de esa independencia no fueron los esperados, pues «esos años fueron de un caos inenarrable: desgobierno, inseguridad, luchas de clanes. El radicalismo wahabí ganó en influencia y se empezó a colar Al Qaeda, por entonces muy desconocida. No es ningún secreto que muchos de los terroristas islámicos que después fueron detenidos en Europa y España eran veteranos de la guerra en Chechenia y se jactaban de ello».

Lo que ocurre ahora, afirman estudiosos del caso checheno, es una herencia de ese periodo. Entonces el «señor de la guerra» Shamil Basayev decidió, en 1999, invadir la vecina república del Daguestán para separarla de la federación rusa. El resultado fue la segunda guerra de Chechenia y la nueva generación de terroristas, cada vez más conectados con redes islámicas.

Desde entonces, Putin ha insistido en que la guerra ha terminado, de que las fuerzas rusas controlan la situación. Pero la realidad ha demostrado que eso no es así.

Solo en los últimos días por lo menos tres grandes atentados ocurrieron. El 31 de agosto, una mujer suicida, de origen checheno, hizo explotar una potente carga en las inmediaciones de la entrada de la estación del metro Rizhskaya, y causó 10 muertos y más de 50 heridos.

Una semana antes, 90 personas fallecieron al explotar en pleno vuelo dos aviones del tipo Túpolev, que despegaron del mismo aeropuerto, Domodédovo, donde ahora se investigan violaciones en el control de los pasajeros.

Putin, afirmó que el objetivo de los terroristas que secuestraron un millar de personas en Beslán era «sembrar odio interétnico y hacer explotar el Cáucaso Norte».

«Todos los que les hagan el juego en ello, serán considerados cómplices del terrorismo», declaró, pocas horas después del dramático desenlace de la crisis.

Pero esta es, sin duda, la más grave crisis por la que ha pasado desde hace cinco años cuando llegó al poder aupado, precisamente, por la crisis chechena. Prometió que en quince días terminaría con la rebelión del sur y lleva ya cinco años de un drama que no solo no es reconocido, sino que sigue siendo manipulado para ofrecer una solución que parece cada vez más lejana y quizás imposible si se mantienen las políticas aplicadas hasta ahora por Moscú.

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