Democracia y medio al estilo americano

Más que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, información significa poder, por eso es necesario escudriñar el laberíntico mundo de

Más que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, información significa poder, por eso es necesario escudriñar el laberíntico mundo de los conglomerados que manejan los medios de comunicación de EE.UU.

La autocensura informativa se convirtió en un asunto de patriotismo en los medios de comunicación de EE.UU.

Las mayores cadenas de TV y periódicos de Estados Unidos son propiedad o están controlados por grandes corporaciones, que a su vez a través de «lobbys», están íntimamente ligadas a la Casa Blanca.

Básicamente, la comunicación de este país (y de otros  muchos) la manejan seis compañías: Time Warner, Disney, Viacom, Seagram, News Corporation y Sony.

News Corporation, además de cientos de emisoras de radio y diarios, controla FOX News y el New York Post (éste último, dicho sea de paso, ha publicado durante los últimos meses suficientes «buenas noticias» para, casi sin necesidad de publicidad electoral, catapultar la campaña del reelegido gobernador republicano de NY, señor Pataki). Viacom (además de casas discográficas) maneja el sabroso negocio de publicidad-consumo para adolescentes que supone MTV. Time Warner y AOL controlan entre otros medios, CNN (vampiro instigador de la lucrativa Guerra del Golfo). Disney es dueño y señor de ABC y Miramax. Mientras que otras «pequeñas corporaciones», como General Electric, organizan el despacho de noticias de NBC.


Los tentáculos de estas corporaciones abarcan editoriales, compañías de dibujos animados, parques de entretenimiento, vídeo clubs, revistas, estudios de Hollywood, obras de Broadway e incluso equipos de baloncesto, hockey, etc. Según críticos como Robert McChesney, a las normas de la «nueva ética profesional» habría que añadir un undécimo mandamiento: «No cubrirán noticias polémicas sobre empresas o multimillonarios».

CLUB MEDIA PARA RICOS

El 17% de la lista de Forbes de las 400 personas más ricas de EE.UU., obtienen sus ganancias de los medios de comunicación. Se trata de una mafia que controla la información de este país con ganancias anuales equiparables a las del producto interior bruto de pequeños países. El periodismo independiente, crítico y de investigación ha prácticamente desaparecido de las portadas y las pantallas de este país. Las leyes antimonopolio que en su día se le aplicaron a Microsoft, parecen diluirse en buenas intenciones cuando se habla de los «mass media».

La FCC (Comisión Federal de Comunicación) que en teoría debería ocuparse de   regular las leyes antimonopolio, sencillamente se encuentra en un  callejón sin salida, cuando a cada paso que da se halla a merced de las aprobaciones del Congreso y el Senado, cámaras que a su vez están interesadas en mantener ese férreo control de los medios por las corporaciones manejadas por la clase más alta (el 10% de esa población acapara el 76% de la riqueza de este país). Control que les beneficia para mantenerse en el poder, obtenerlo o iniciar guerras o políticas, que una vez manoseadas hasta la saciedad en la TV y en los diarios, se convierten en hechos consumados.

Resumiendo, cuanto mayor es el poder de los grandes medios, convertidos en las corporaciones más avaras, menor es el poder del ciudadano de a pie y más pobre en la mal llamada democracia. Cuando Lawrence Grossman dejó la presidencia de PBS por la de NBC News, no tenía la menor idea que en la década de los 90, NBC pasaría a ser parte de GE. Una vez que esta corporación se hizo dueña de NBC, las noticias sobre la mala gestión o la caída en bolsa de GE, sencillamente desaparecieron. Más de una vez, Jack Welch, en persona, llamó a Grossman regañándole cuando la imagen de GE no salía bien parada. Algo parecido ocurrió con ABC y Disney (una empresa cuyo nicho en el mercado se basa en el núcleo de la familia convencional), cuando Ellen DeGeneres decidió gritarle al mundo que era homosexual.

NOTICIAS PATRIÓTICAS

No debería ser una sorpresa la ola de autocensura que invadió EE.UU. tras el 11 de septiembre. La autocensura informativa se convirtió en un asunto de patriotismo. Tanto que varias cadenas de televisión adoptaron la bandera americana como otro logo más de la corporación.

Durante los meses posteriores al 9/11, ni un solo medio se atrevió a ofrecer un análisis serio donde se diseccionasen las causas, que tuvieron como consecuencia el ataque del WTC. Críticos como Chomsky o Edward Said sencillamente han desaparecido del espectro informativo. El asunto era bien simple. Cualquier medio que osase divagar sobre algún tema sencillo, como la similitud entre las fechas del golpe de Pinochet y la caída del WTC, que pusiera en la picota la responsabilidad directa que durante siglos este país ha tenido en la miseria de otros países, era tachada de antipatriótico. Algo que no solo causaría el boicot del americano medio (y de las empresas que con la publicidad patrocinan los medios), sino la pérdida de millones para los grandes medios, con lo cual la información real fue distorsionada hasta la saciedad, hasta convertirse en pura propaganda. (Propaganda que bien utilizada durante más de un año, ha garantizado la popularidad de Bush, el auge del partido republicano y el probable bombardeo de Irak).

Ni un solo medio se ha ocupado, por ejemplo, de indagar en las relaciones político-económicas del clan Bin Laden y el clan Bush. Ni un solo medio, tampoco, denunció la denominación de «enemy combatant» que el oráculo Ashcroft se sacó de la manga para designar a los arrestados en Guantánamo. Una vez que fueron detenidos, no como soldados (porque entonces tendrían que haber seguido las disposiciones de la Convención de Ginebra), ni tampoco como delincuentes (ya que entonces habrían tenido derecho a protección legal), sino bajo un nuevo status (inventado para la ocasión) cualquier derecho legal, sencillamente, les ha sido negado.

Otro ejemplo de la ciega autocensura impuesta por las corporaciones, alias Casa Blanca, fueron las noticias del golpe de estado, en abril, contra Chávez en Venezuela. Ni un solo medio hizo un análisis exhaustivo de lo que fue un golpe diseñado y apoyado por Washington.

MEDIOS GOLPISTAS

Tras el fracaso del golpe, el golpista vicealmirante Víctor Ramírez Pérez declaró haber contado con un arma fundamental: los medios informativos. Según un artículo de Xavier Caño Tamayo, durante la intentona de abril , los medios de comunicación jugaron un rol fundamental, mintiendo, acusando sin pruebas, calumniando y distorsionando.

Los cinco canales privados de televisión y nueve o diez grandes diarios de la Coordinadora Democrática, se dedicaron a desinformar. Por ejemplo, en su afán por manipular, los medios atribuyeron a Ignacio Ramonet (director de Le Monde Diplomatique), unas declaraciones en las que se denigraba a Hugo Chávez. Declaraciones que Ramonet desmintió en cuanto pudo. Pero continuaron con su propaganda surrealista hasta el punto de publicar que Chávez había alcanzado un acuerdo con Hezbolá (el grupo guerrillero integrista proiraní) para que establecieran una base de operaciones de Irán en Venezuela.

Una vez desinformado el país, continúa le artículo de Xavier Caño, el siguiente paso fue la ingobernabilidad. Para ello se contó con la inestimable ayuda de altos y medios funcionarios que boicotearon programas, sabotearon proyectos, paralizaron transferencias de fondos a municipios y frenaron toda acción gubernamental. Para aderezar la mezcla y aducir terribles desórdenes públicos, hicieron falta algunos muertos, que fueron facilitados por unos misteriosos francotiradores apostados en tejados próximos al lugar por donde discurría una manifestación opositora a los que se acusó de ser partidarios de Chávez. Periodistas europeos, como Maurice Lemoine, enviado especial a Venezuela, demostraron con imágenes que todo había sido un montaje de los golpistas.

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