Las Américas buscan su destino en una nueva cumbre

La agenda parece no cambiar, a pesar de que las tintas están ahora mucho más cargadas que las del escenario de 1994. Ya entonces

Los jefes de gobierno del hemisferio se reúnen por quinta vez en el marco de las cumbres inauguradas en 1994, en medio de expectativas muy distintas a las primeras.

La agenda parece no cambiar, a pesar de que las tintas están ahora mucho más cargadas que las del escenario de 1994. Ya entonces se decía que los presidentes americanos se reunirían en un momento de “crisis profunda”, que se caracterizaba como de pobreza creciente, violencia, corrupción, narcotráfico, deterioro del ambiente y desprestigio de partidos y gobernantes.

Fue entonces cuando el presidente estadounidense, Bill Clinton, convocó a sus colegas de América Latina y del Caribe para reunirse en Miami, en diciembre de ese año. Meses antes, en enero, había entrado en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Tres años antes, en 1991, se habían institucionalizado las cumbres iberoamericanas, de las que estaban excluidos Estados Unidos y Canadá.

Como se sabe, esa cumbre produjo dos documentos: una “Declaración de Principios”, y un “Plan de Acción”. Clinton se proponía unir a las Américas bajo el paraguas de una sola zona de libre comercio, que debería estar constituida, a más tardar en el 2005.  Sin embargo, tal objetivo que quedó sepultado ante la resistencia del continente a una propuesta que provocaba profundas desconfianzas.

Pero no por eso, los sectores más conservadores del continente la dejaron completamente de lado. Fracasado el intento de una negociación conjunta, se fueron conformando bloques cuyos gobiernos parecían dispuestos a embarcarse en la propuesta de Clinton. Los tratados de libre comercio se empezaron a negociar por zonas, o individualmente: Chile, países andinos, Centroamérica; todos con éxitos y fracasos.

Pero ese camino, lejos de haber llevado la región hacia la solución de los problemas que ya se señalaban hace 15 años, parece haberlos ahondado.

Las políticas neoliberales consagradas en el llamado “Consenso de Washington”, de las que esos tratados de libre comercio eran parte importante, han llevado el mundo a la crisis financiera más profunda de la posguerra y hundido a enormes sectores de la humanidad en la pobreza.

Los datos son interminables, por lo que citaremos solo los divulgados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que agrupa a los países más desarrollados.
 
En un estudio sobre la economía informal, la OCDE señala que el trabajo informal se ha transformado en lo “normal”. Más de la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA) mundial, cerca de 1,8 millones de personas, trabaja en “negro”. O sea, sin garantías sociales, sin seguros, sin vacaciones. Esta cifra aumentaría para alcanzar en 2020 dos tercios de la PEA e incluso más si se agrava el impacto de la crisis sobre el empleo, según el estudio.

“La crisis financiera ha provocado que mucha gente pierda su trabajo y, en los países sin seguro de desempleo, se ven obligados a tomar puestos con bajos salarios, sin protección y corriendo grandes riesgos”, agrega el documento. 

Además advierte que la actual coyuntura no basta para explicar esa creciente informalidad de la mano de obra. Al citar el caso de la India, que ha tenido elevadas tasas de crecimiento económico en los últimos años, el informe destaca que aun cuando este alcance un 5% anual, eso no impide que nueve de cada diez trabajadores, estén fuera del sistema de seguridad social.

CAMBIO DE ESCENARIO

La nueva reunión se llevará a cabo en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago, en medio de una agudización de los factores de la situación mundial, pero con un escenario político muy distinto en la Américas.

Las propuestas neoliberales han desaparecido del escenario, sin que se sepa muy bien cuáles serán las nuevas.

A la resistencia latinoamericana se suma ahora el cambio de gobierno en Washington. El estreno del presidente Barack Obama en el escenario hemisférico es esperado con cierta expectativa. “El presidente Obama podría encontrarse con sorpresas en Puerto España. Los dramáticos cambios que han ocurrido en la región en los últimos años no han sido todavía bien digeridos por el Departamento de Estado”,  dijo Tom Loudon, codirector del Quixote Center, en Washington, en un artículo sobre la cumbre. “Las fórmulas del pasado están destinadas al fracaso”, agregó. “A menos que empiece a aceptar esa realidad, las relaciones de los Estados Unidos continuarán por estar fuera de sintonía”.

Estados Unidos no tiene hoy embajadores en Venezuela ni Bolivia. En medio de la crisis, tampoco tiene recursos para ofrecer grandes programas. En cambio, todos los factores que hace 15 años se señalaban como graves, se han agudizado.

México, gobernado por la derecha y donde Obama pasará los dos días anteriores a la cumbre, en una vista a su colega Felipe Calderón, se enfrenta a una creciente polarización social que alimenta el narcotráfico y la violencia, y ha llevado el país a lo que las mismas autoridades estadounidenses han estimado como “el borde del colapso”. Quince años después de la entrada en vigencia del NAFTA, que prometía empleo y prosperidad, la situación difícilmente podría ser más dramática. Amarrado al mercado norteamericano, la economía mexicana depende de lo que pueda vender a sus vecinos del norte, hoy con poca capacidad de compra.

ALTERNATIVAS

Mientras Obama se reúne con Calderón, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, lo hace con los demás integrantes de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA): Nicaragua, Honduras, República Dominicana, Paraguay y Cuba, este último no invitado a la Cumbre de las Américas. Los seis analizarán propuestas alternativas para la reunión, que no podrá evitar tratar el tema de la exclusión del régimen de La Habana en los escenarios regionales.

De hecho, las consultas realizadas por los mandatarios de Venezuela y Nicaragua con el secretario del Partido Comunista cubano, Fidel Castro, en vísperas de la cumbre, abre las puertas para que la opinión del gobierno de la isla se haga oír en Trinidad y Tobago.

Fidel Castro escribió la semana pasada un par de artículos sobre la reunión donde señalaba la existencia de un “gran número de conceptos inadmisibles” en el proyecto de resolución final. Habrá que ver cómo se resuelven esas discrepancias.

Si bien no se tomará ninguna decisión respecto de la exclusión de Cuba de los organismos regionales, es indudable que los cambios políticos en la región se harán sentir también en esta materia. Si consideramos que el presidente electo de El Salvador ya anunció que reanudará las relaciones diplomáticas con La Habana apenas asuma el cargo, Washington quedará absolutamente aislado en este tema, pues hasta el gobierno conservador de Costa Rica ha decidido poner fin a esa anomalía diplomática.

Ese es, quizás, un terreno en el que Obama podría anunciar novedades, pero es difícil prever si estaría dispuesto a llegar más allá de las medidas ya anunciadas, de facilitar las visitas y las remesas desde Estados Unidos a Cuba.

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