Ministro de Relaciones Exteriores salvadoreño estuvo de visita en la UCR: “No tenemos previsto el ingreso al ALBA”

En vísperas del primer viaje de un presidente salvadoreño a Cuba en décadas, y en el marco de los cambios ocurridos en el país

El canciller dijo que al tiempo que aseguran el retorno seguro del expresidente Manuel Zelaya, trabajan por la reincorporación de Honduras a los organismos internacionales.

En vísperas del primer viaje de un presidente salvadoreño a Cuba en décadas, y en el marco de los cambios ocurridos en el país desde que asumió el poder el presidente Mauricio Funes, en junio del año pasado, el canciller Hugo Martínez explicó a “UNIVERSIDAD” la posición de su país frente a diversos temas regionales.

El Salvador no pretende incorporarse a la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), pese al restablecimiento de relaciones con Cuba, y aboga por el regreso del gobierno de Porfirio Lobo, de Honduras, a los organismos regionales.
Se trata de una propuesta polémica que enfrenta la resistencia de diversos países de la región, entre ellos Brasil y Venezuela, que no parecen dispuestos a perdonar el origen golpista del régimen.
Martínez, que integró el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en el período de la lucha guerrillera en El Salvador en los años 80, se sumó al proyecto encabezado por Funes, y fue nombrado al frente de la cancillería, al asumir este el poder.
Martínez estuvo en el país invitado por Centro de Investigación en Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica para impartir la conferencia “Centroamérica: desafíos de la integración”. A continuación un resumen de la entrevista que dio a este semanario.

El presidente Mauricio Funes acaba de realizar una visita a Washington y anunció la formación de un grupo de trabajo entre EEUU y Centroamérica para la cooperación en la lucha antidrogas. ¿Qué se pretende hacer en Centroamérica?

– Hemos estado en conversación sobre esto con Estados Unidos, Canadá y Europa. Se trata de elaborar un plan regional centroamericano contra el narcotráfico y el crimen organizado.
Fue la primera cosa que discutimos con el subsecretario de Estado, Arturo Valenzuela, y otros funcionarios norteamericanos. Es Centroamérica la que tiene que decir qué necesita y cómo necesita hacerlo; se trata de un plan propio, generado en la región. Estados Unidos dio el primer paso, al plantear un plan de seguridad regional para América Central, que se conoce como CARSI, ya no inmerso en el “Plan Mérida”, como era antes.
Hay una serie de medidas, contempladas en una lista corta que incluye, entre otras cosas, operaciones y patrullajes conjuntos con información de inteligencia. Se harán operaciones simultáneas en todos los países de Centroamérica.
Además, la idea es que este equipo de alto nivel comparta informaciones en tiempo real sobre la presencia de criminales de alta peligrosidad en cada país, para que se tenga una base de datos regional; y que se tenga una coordinación efectiva para el combate al blanqueo de dinero.

El presidente Funes también reconoció, en Washington, que el crimen organizado ha permeado las instituciones en Centroamérica, a las que consideró frágiles. El tema está cada vez más presente en las agendas internacionales. ¿Hasta dónde el narcotráfico ha penetrado las instituciones y la economía salvadoreña? ¿Las maras se han convertido en instrumento de los carteles de la droga?

– Los narcotraficantes han ido reclutando a las maras para sus tareas operativas y eso es lo que ha dado un vuelco a un fenómeno que se originó en Los Ángeles, en un marco social de jóvenes con familias desintegradas, con pocas oportunidades, con planteamientos, hasta cierto punto, de identidad territorial. Ahora se ha convertido en un monstruo, utilizado como plataforma operativa por el crimen organizado para el traslado de drogas, el sicariato, etc. Eso es lo que hace más complejo el fenómeno, y, para combatirlo, aprobamos, hace unos días, la ley de proscripción de pandillas.

Esa cooperación, sin embargo, no parece estar dando los resultados esperados, ni en México, ni en Colombia.

– No podemos esperar resultados diferentes si se hacen las cosas de la misma manera. Queremos poner énfasis en inteligencia, en tecnología, para asestar golpes al narcotráfico y al crimen organizado. Pero, en este caso, hay un componente adicional, que es la conformación de un equipo social. Somos del criterio de que, aunque seamos duros contra el narcotráfico, si no actuamos contra la pobreza siempre habrá un caldo de cultivo donde los criminales van a reclutar a jóvenes marginados. Esos jóvenes tienen familiares, amigos, que se convierten en una especie de red, lo que hace más complejo combatirlos. Hay que promover una política de doble carril, donde le quitemos el sustrato que empuja a esos jóvenes a incorporarse al crimen organizado.

¿Cómo se pretende enfrentar ese desafío del desarrollo?

– Hay unos 2,5 millones de salvadoreños en el exterior, la mayoría en Estados Unidos. O sea, un tercio de la población del país.
Acabamos de firmar el programa Bridge, con respaldo de las agencias de Estados Unidos, que persigue captar recursos para invertirlos en proyectos de desarrollo, en microproyectos en los lugares de origen de la población migrante y más vulnerable.
No se trata de un enfoque asistencialista, sino de que a la gente se le brinde una oportunidad, como lo hizo Lula en Brasil, tanto en materia de
acceso al crédito, como de capacitación. Se trata también de involucrar a salvadoreños de primera y segunda generación en Estados Unidos que quieren invertir en sus zonas de origen, en pequeñas o medianas empresas.
Además, tenemos la “Cuenta del Milenio”. Son más de $400 millones no solo para infraestructura. En la zona norte, la más deprimida del país, cuando se le preguntaba a un joven cuál era su aspiración al terminar noveno grado, decía que “ir a Estados Unidos”. Ahora hay jóvenes que quieren montar proyectos propios, turísticos, agroindustriales, etc, en esas zonas.

La inestabilidad política en América Latina crece, en la medida en que se profundizan las reformas. Esta semana le tocó a Ecuador. Me parece que el apoyo al régimen surgido del golpismo en Honduras no ayuda a revertir esa tendencia. En todo caso, esa es la posición del El Salvador. ¿Cómo se explica eso?

– En primer lugar nosotros fuimos uno de los primeros países en condenar el golpe de Estado en Honduras y en demandar el restablecimiento del orden constitucional. Pero también hicimos un análisis de la situación a raíz del nuevo contexto en Honduras después de las elecciones. Son elecciones que se dan, en parte, en el marco del golpe, pero que habían sido convocadas mucho antes.
Al analizar el nuevo contexto nos encontramos con un presidente electo que tenía, en ese momento, poca fuerza para iniciar la reconstrucción del tejido democrático, de la institucionalidad hondureña.
Así que teníamos una disyuntiva: o dejábamos solo a ese presidente, o buscábamos reincorporar Honduras a los organismos internacionales, para garantizar que cumpla con el desafío de restablecer el orden constitucional.
Por eso, al tiempo en que trabajamos para superar los problemas del orden constitucional, incluido el retorno seguro del presidente Zelaya al país, hemos estado trabajando por la reincorporación de Honduras a los organismos internacionales.
Algunos países de América Latina tienen otra visión. Pero la mayoría de los centroamericanos y norteamericanos, y otros como Chile, Colombia o Perú, han optado por este enfoque.

El Presidente Funes realiza una visita a Cuba, con quien El Salvador restableció relaciones diplomáticas después de muchas décadas de no tenerlas. Pero ese movimiento no ha sido acompañado de una mayor participación de El Salvador en alianzas como el ALBA. ¿Cuál es la orientación de la política exterior de su país con respecto a esa propuesta?

– Nosotros le dimos un giro a la política exterior salvadoreña. Pasamos de la política de un partido, a una política de Estado y abrimos el país al mundo. Restablecimos relaciones con Cuba, con Vietnam y Camboya, poniendo en el centro dos premisas: en la era moderna, ningún país puede caminar aislado; y, lo importante son los intereses estratégicos de El Salvador.
Buscamos formar parte de bloques geográficos, históricos, pero no ideológicos. Por eso no tenemos previsto el ingreso al ALBA, aunque tenemos muy buenas relaciones con países que forman parte del ALBA. Pero también las tenemos con países que no son parte de ningún bloque.
Nuestra vista a Cuba se enmarca dentro de esta visión, de garantizar los intereses del país en una relación bilateral en la cual hay varias áreas donde ambos pueden ganar, como las de comercio e inversiones. Con Cuba, El Salvador tiene una de las pocas balanzas comerciales favorables.
Hay potencialidad para nosotros de crecimiento en áreas como las de la construcción o alimentos, pero también hay productos que Cuba puede vender a El Salvador, como medicinas. Esta visita va a venir a facilitar estas transacciones. Además, habrá una rueda de negocios, con la participación de unos 35 empresarios salvadoreños.
Otro aspecto de esa relación es la cooperación, un ámbito en el que Cuba tiene mucha experiencia en áreas como educación  salud, deporte, de las que podremos sacar provecho.

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