p>América Latina dejó atrás décadas de dictaduras y volvió a la democracia. Pero la situación social sigue en deterioro, sobre todo por el aumento de las tensiones que produce una creciente brecha social.
Los científicos sociales se reúnen y analizan la situación, aunque no es fácil llegar a un punto de vista común. El doctor Olivier Dabène, profesor del Instituto de Estudios Políticos de Grenoble, Francia, participó en la UCR en un seminario sobre «Democratización y procesos electorales en América Central», junto con el profesor Jorge Rovira y otros académicos de la región.
Dabène conversó con UNIVERSIDAD sobre el estado de la democracia en América Central.
Ud. caracteriza el actual proceso político centroamericano como de transición a la democracia. ¿Qué quiere decir con eso?
– Cuando decimos que las transiciones han concluido en Centroamérica nos referimos a que los procesos de cambio de regímenes autoritarios a democráticos.
Pero no significa que tengamos una situación acabada. Lo propio de un régimen democrático es que no se trata de algo inmóvil; la democracia es un tipo de organización política, y es también un ideal: en este sentido, el camino nunca termina, la democracia está en permanente evolución.
Pero es necesario distinguir entre transición política y el resultado de la transición, que es este tipo de régimen que tenemos hoy y que siempre puede perfeccionarse.
Parece insuficiente esa afirmación para explicar el proceso político centroamericano. A veces se usa la palabra «democracia» como adjetivo y no como sustantivo y el análisis, lejos de acercarnos a la realidad regional, nos aleja. ¿Le parece que el concepto ayuda a entender la realidad regional?
– Yo creo que sí, que en algo ayuda. Si comparamos la Centroamérica de hoy y la de hace 20 años, claramente estamos ante realidad muy diferente. Antes teníamos regímenes autoritarios y ahora, democracias.
Es cierto que hablar de democracia como sustantivo o como adjetivo puede engañar un poco; puede llevar a algunos sectores a pensar que tenemos democracia y debemos estar satisfechos con eso. No creo que sea suficiente.
En Centroamérica, aparte del caso de Costa Rica, la situación est* lejos de ser satisfactoria. Hay desigualdades, mucha pobreza, violencia, criminalidad…, una serie de características que ponen en peligro la estabilización duradera de la democracia.
Para mucha gente la democracia es un ideal, pero no hay que exagerar tampoco, ni ponerla en un horizonte lejano e imposible de alcanzar. Hay que medir los progresos y estos son importantes.
Pero estoy de acuerdo en que no es conveniente usar la palabra democracia para decir que terminó la historia, que estamos satisfechos. ¡
En su criterio, ¿tiene esa democracia posibilidades de consolidarse en la región?
– Depende de la definición que uno privilegie. Si se trata solo un proceso, de un tipo de ejercicio del poder con elecciones periódicas, entonces la situación es satisfactoria y la democracia, probablemente, está consolidada.
Pero la mayoría de los analistas tiene un enfoque más amplio de ella. No se trata solo de un sistema electoral, sino de una forma de organización de la sociedad que abarca lo político, lo civil y lo social.
La parte social es la más complicada de resolver, y la realidad es que tenemos situaciones desastrosas en el istmo.Eso es inadmisible.
En el futuro al gente se preguntará cómo fue posible que aceptaran defender un sistema político que los empobrecía, que no dio resultados en cuanto a avanzar en la igualdad social. No se puede esperar una apoyo entusiasta a la democracia con este tipo de resultado social.
Sin embargo, este sistema puede sobrevivir sin ese apoyo entusiasta, o el escepticismo de la gente.
Por eso lo más importante es la dimensión civil, la tolerancia, el respeto a las diferencias, la ausencia de violencia en las relaciones sociales, el respeto a las diferentes culturas.
Eso tiene que ver con la vivencia de la democracia, el modo cómo la gente se relaciona. Un sistema donde no hay tolerancia no puede consolidarse democráticamente.
¿Cómo explicar el agravamiento de las tensiones sociales y el descontento de la población con las alternativas políticas disponibles?
– Hay una situación paradójica en esta materia. Los años 90 fueron de progreso político y retroceso social. Las políticas neoliberales representaron un retroceso y la situación social de la región es catastrófica. Centroamérica tiene que convivir con esa paradoja.
La única salida para estos países, que se caracterizan por la pequeñez de sus economías, es lograr una mejoría del entorno internacional, que tiene que ser más favorable. El debate del tratado de libre comercio con los Estados Unidos es por eso muy importante, aunque dudo de que el libre comercio pueda tener resultados impactantes en cuanto a la disminución de la pobreza.
En realidad, soy un poco pesimista en cuanto a la coyuntura social de estos países.
El retorno a la democracia -o el fin de las dictaduras- coincidió en Centroamérica con la aplicación del modelo neoliberal, que parece estar llegando a su fin. ¿Podría poner eso en peligro la democracia?
– Yo creo que no. Si bien es cierto hay desencanto con la situación actual, Centroamérica ha experimentado otros tipos de regímenes en épocas recientes, que tampoco han dado resultado.
Pero dentro de pocos años, una nueva generación puede no acordarse del pasado y olvidar las experiencias autoritarias.
Hoy el entorno internacional tiene una gran importancia. Ha progresado la interdependencia y será cada vez mas difícil para un país seguir un camino diferente.
Vivimos una época en que el único sistema político legítimo es la democracia y veo difícil que los actores sociales decidan abandonarlo. Sería irresponsable, significaría un aislamiento fatal para las economías de estos países.
¿Qué alternativas ve para el modelo neoliberal que se ha impuesto?
– Hay que distinguir entre el marco general de la vida en sociedad, la convivencia con los otros en un marco democrático, y el contenido de las políticas públicas. No son cosas separadas, aunque sean diferentes. Es cierto que los ciudadanos votan y, de ese modo, expresan su opinión sobre las políticas públicas que el gobierno va a implementar.
Pero vivimos una época de mucha presión internacional y para los países centroamericanos no hay muchas alternativas a las políticas implementadas en los años 90.
Eso se puede observar en los programas de los candidatos: la oferta política de los partidos es muy semejante. Creo que es hora de mucho realismo en ese sentido; no hay una alternativa clara.
La única vía diferente en América Latina sería la de Chávez, en Venezuela, o la de Lula, en Brasil. Pero inclusive Lula está respetando los grandes equilibrios macroeconómicos, no está haciendo nada muy revolucionario.
Esto puede alimentar el desencanto. El ciudadano se da cuenta de que las políticas públicas de todos los partidos son parecidas.
Pero, cuando uno observa el todo, tiene que separar la ausencia de alternativas, del marco general de organización de la vida social, que es el marco democrático.
Lo grave es cuando la gente echa la culpa a la democracia de los resultados de ciertas políticas públicas. Ahí vienen los problemas y la amenaza de un posible derrumbe del modelo.