“La razón por la que me lancé a la carrera presidencial es para cambiar la vida de la gente”. “Si alguien que no es corrupto llega al poder, la limpieza vendrá automáticamente”, afirmó durante la campaña presidencial haitiana el cantante Michel Martelly, de 50 años, cuyo triunfo en la segunda ronda electoral fue confirmado la semana pasada por el Consejo Electoral Provisional. Martelly habría arrasado con la votación, al alcanzar 67,6% de las preferencias.
Su rival, la exprimera dama, Mirlande Manigat, quedó con 31,7% de los votos y calificó de “mafioso” al tribunal electoral, en una conferencia de prensa celebrada luego de conocer los resultados que, sin embargo, fueron avalados por la misión de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH).
Ahora, resta saber si Matelly, un personaje polémico sin experiencias en la administración pública, podrá hacer frente a los enormes desafíos que enfrenta el país, después del terremoto del año pasado. Este dejó un saldo de 316 mil muertos, cerca de 1,5 millones de damnificados y destruyó la infraestructura del país, a lo cual se sumó una epidemia de cólera que ha dejado también miles de muertos.
En una entrevista concedida al diario español “La Razón”, antes de los comicios, Martelly afirmó que “He sido cantante durante 22 años y gracias a mi música he conseguido una camaradería con la gente, e incluso la amistad. Soy un tipo muy humilde, vengo de un barrio pobre, por lo que me identifico con ellos y la gente lo sabe. El ser popular me hace el camino más fácil para trabajar en los aspectos sociales. La gente cree en mí. Tengo las manos limpias”.
“Además nunca he estado en política, nunca he tocado el dinero de la gente, por lo que pienso que esto es fácil para mí a pesar de todos los problemas a los que nos enfrentamos”.
Martelly ha preferido ser prudente, una vez conocido su triunfo. En una gira por el país evitó dar detalles sobre sus planes de gobierno, pero aprovechó para cambiar su imagen a ratos extravagante, al insistir en su intención de mejorar el nivel de vida de sus conciudadanos y allanar sus relaciones con los hasta ahora rivales políticos.
No es una tarea menor, pues Martelly no contará con apoyo parlamentario. Su partido, Respuesta Campesino, solo logró elegir tres diputados, de un total de 99, mientras que el partido gubernamental, Inite, ganó 53 escaños en la Cámara de Diputados en la segunda vuelta, es decir, sumó 65 puestos en total, lo que hace una cómoda mayoría. La segunda fuerza en la cámara baja es la plataforma de oposición “Alternativa”, con menos de 20 diputados.
Del mismo modo, en el Senado, integrado por 30 representantes, Inite logró 17, lo cual le garantiza la elección del primer ministro quien, de acuerdo con la constitución haitiana, comparte las responsabilidades de gobierno con el Presidente.
POLÉMICA
El resultado electoral desató la polémica en torno al nuevo presidente haitiano y a su capacidad para hacer frente al enorme desafío de conducir la reconstrucción del país, el más pobre de América Latina.
Mientras algunos líderes políticos y sociales creen que Martelly no podrá cumplir con su promesa de cambiar las condiciones de vida de la población, otros estiman que se le debe conceder el beneficio de la duda y esperar para ver su desempeño al frente del gobierno.
Evans Paul, un viejo político haitiano, portavoz de la plataforma “Alternativa”, pidió adoptar «una actitud de observación antes de pronunciarse sobre la naturaleza del nuevo régimen».
Ya el economista Camille Chalmers, de la Plataforma de Abogacía para un Desarrollo Alternativo (PAPDA), estimó que, con la victoria de Martelly, “se avanza hacia la aplicación de una política que será una extensión de las opciones que han gobernado el país durante los últimos años.
Más crítico fue Henry Boisrolin, del Comité Democrático Haitiano, quien, en una entrevista para una emisora argentina, calificó a Martelly como el candidato “Mas mediocre, vulgar y ‘facistoide”.
Boisrolin recordó que en la primera vuelta más del 75% del electorado no fue a votar y que, en la segunda ronda, la participación subió algo, posiblemente a un 30%, según cifras oficiales.
Sobre la situación de Haití, después de un año del terremoto, estimó que “sigue igual o peor. Diría peor, por la simple razón que nosotros tuvimos un terremoto de 7,3 en la escala de Richter pero, por la situación del país, su infraestructura, las casas mal construidas, tuvimos oficialmente más de 220.000 muertos y más de 1,5 millones de personas viviendo todavía en carpas. Cuando digo carpas hablo de cuatro palos con una lona encima. Es decir, viviendo en condiciones infrahumanas. De los millones de toneladas de escombros sólo levantaron el 5%”, agregó.
Para Wooldy Edson Louidor, del Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica y el Caribe (SJR LAC), la crisis política surgida en torno al proceso electoral iniciado en noviembre pasado y que parece despejarse con la elección de Martelly ensombreció el panorama social en Haití, ya que “debilita al Estado haitiano que se vuelve cada vez más incapaz de dar respuesta concreta a los problemas sociales más urgentes tales como la relocalización de cerca de un millón de personas desplazadas, la satisfacción de sus necesidades básicas, el retiro de los escombros y la lucha contra la epidemia de cólera que ya cobró la vida de 3.400 personas e infectó a otras 157 mil”.
PRESENCIA INTERNACIONAL
Ante la magnitud del desafío, existe consenso en que Haití requiere de un vasto apoyo internacional para enfrentar los problemas de reconstrucción, de infraestructura, de salud pública y de desarrollo, en general.
Pero incluso esa participación genera polémica, como quedó en evidencia en la sesión especial del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la situación haitiana de la semana pasada, promovida por Colombia, que preside este mes esa institución.
El presidente haitiano René Préval reclamó en esa sesión que la Minustah se retire del país, bajo el argumento de que no hace falta una «presencia militar en un país donde no hay guerra”, y pidió que su lugar sea ocupado por expertos para ayudar a los esfuerzos de la reconstrucción.
«Los tanques, los vehículos armados y los soldados deben dejar paso a las excavadoras, los ingenieros, los instructores de policía y los expertos en el sistema judicial y penitenciario», dijo Préval.
El expresidente estadounidense, Bill Clinton, representante especial de la ONU en Haití, reconoció que la comunidad internacional solo asignó 37% de los fondos prometidos para la reconstrucción del país y subrayó que hay ocho millones de toneladas de escombros en Puerto Príncipe, donde solo han sido removidos dos millones de toneladas.
La presencia de la MINUSTAH en Haití genera polémica. En febrero pasado, el embajador argentino en Puerto Príncipe, José María Vázquez, dijo a la agencia Telam que las tropas argentinas que integran esa organización solo deberían permanecer en Haití «cuatro o cinco años» más, poniendo mayor énfasis en el «desarrollo que en la seguridad». “De lo contrario –agregó– se establecería un ‘protectorado’ de hecho” en el país.
El embajador recordó que la Minustah nació en 2004 por «un pedido de Estados Unidos a Brasil, después a Chile y luego a la Argentina», porque Washington «no podía, en aquel momento, incorporar un nuevo objetivo de presencia militar después de su ingreso en Afganistán e Irak».
Pero hoy esa presencia es cuestionada por quienes piden un cambio en el carácter de la asistencia a Haití.
Para el canciller cubano, Bruno Rodríguez, el pueblo de Haití necesita recursos para la reconstrucción y desarrollo, así como el compromiso humanitario y no de la injerencia y manipulación política, por parte de algunas naciones”.
Brasil mismo, que encabeza la MINUSTAH, defendió el papel «multidisciplinario” de esa fuerza y pidió apoyo para levantar una central hidroeléctrica en el país, un proyecto que considera vital para la reconstrucción haitiana, durante el debate en el Consejo de Seguridad.