Prevén días difíciles en Bolivia

Protestas sociales y alianzas frágiles en el congreso, es lo que pronostican los analistas para el próximo gobierno boliviano, que deberá ser elegido por

Protestas sociales y alianzas frágiles en el congreso, es lo que pronostican los analistas para el próximo gobierno boliviano, que deberá ser elegido por el congreso, luego del fracaso de los 11 candidatos en lograr la mayoría absoluta en la primera vuelta, el 30 de junio.

Gonzalo Sánchez de Lozada, conocido como «Goni», obtuvo el primer lugar en la votación del 30 de junio, pero sin alcanzar la mayoría necesaria.

Con un déficit fiscal de 7% y sin  un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las perspectivas del gobierno que asumirá funciones en Bolivia en agosto próximo, no son fáciles.

A esto hay que agregar otros elementos.

El primero, es un cambio en el panorama político. Las elecciones dieron el primer lugar al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), un partido tradicionalmente fuerte, que llevó como candidato al expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, conocido como «Goni».

Este poderoso empresario minero, formado en Estados Unidos, y que habla español con acento extranjero, es uno de los hombres más ricos del país y ya gobernó entre 1993 y 1997, cuando prometió crear miles de empleos. Pero, en realidad, aplicó un estricto programa de privatizaciones y su presidencia, si llegara a ser elegido por el congreso, no ofrece otra expectativa que la de mantener el actual rumbo económico.

Aun se desconocían las cifras oficiales al cierre de edición (1 de julio), pero se atribuía a Goni cerca de 22 % de los votos, ligeramente por delante de Manfred Reyes Villa, un excapitán del ejército y cuatro veces alcalde de Cochabamba, candidato de la Nueva Fuerza Republicana (NFR). Reyes criticó los programas neoliberales, pero no precisó tampoco qué ofrecía a la ciudadanía. Pese a que encabezó las últimas encuestas, podría quedar en un segundo lugar, con alrededor de 21 % de las preferencias. De ser así, iría con Goni al congreso, para forjar las alianzas que le permitan acceder a la presidencia, pues se necesita dos tercios de los votos en el parlamento, para ser elegido.


NOVEDAD

Pero si alguna novedad presentaron estos comicios, fue la aparición en el escenario político de un renovado «Movimiento al Socialismo» (MAS), con su candidato Evo Morales, un dirigente indígena que surgió a la vida política defendiendo a los productores de coca. Morales se opuso al drástico plan de eliminación de los cultivos impulsado por los Estados Unidos que contó con el apoyo del gobierno del presidente Hugo Banzer, fallecido recientemente.

Se estima que ese programa de erradicación de cultivos significó una pérdida de unos $500 millones anuales de ingresos para los campesinos que, ante la falta de alternativas, se hundieron más en la pobreza.

Morales, quien hizo campaña mascando siempre la tradicional hoja de coca, fue expulsado del Congreso, el año pasado, acusado de promover la violencia y se vio en el centro de una polémica la semana pasada, cuando el embajador estadounidense en La Paz, Manuel Rocha, afirmó que su eventual elección pondría fin a los programas de ayuda de Washington.

El embajador debe estar arrepentido de su arrogancia, dio Morales, poco después de concluida la elección. El MAS estaba disputando el primer lugar en el departamento de La Paz, el más importante del país, con el NFR.

El dirigente del MAS superó a otro partido tradicional, el socialdemócrata Movimiento de Izquierda Revoluionaria (MIR), del expresidente Jaime Paz Zamora (87-93). De acuerdo con datos preliminares, Morales alcanzaba poco más del 18 % de los votos, contra 16% de Paz Zamora.

El panorama electoral mostraba también un resurgimiento del dirigente indígena Francisco Quispe, del Movimiento Indígena Pachacuti (MIP), que podría alcanzar un 5%. Quispe ha mantenido una posición discrepante con Morales, pero los analistas hablan de un posible acercamiento, en lo que sería un importante bloque parlamentario.

ALIANZAS

En medio de ese panorama, la conformación de alianzas será decisiva para el futuro político del país, incluyendo la elección del próximo presidente, entre los dos primeros colocados.

Durante la campaña, la NFR, del excapitán Reyes se acercó al MIR, de Paz Zamora, y se estima que ambas organizaciones podrían llegar a un acuerdo en el Congreso. Sin embargo, difícilmente conformarían la mayoría necesaria para la elección de Reyes.

En realidad, parece evidente que cualquier gobierno sin la presencia del MNR será un gobierno débil, por lo que no falta quien hable inclusive de una alianza entre esa organización y el NFR.

Tanto el MAS como Quispe dijeron durante la campaña que no daría su apoyo a ninguno de los favoritos, por lo que los partidos mayoritarios deben buscar los votos entre los partidos minoritarios, en un marco de gran fragmentación.

La naturaleza de la crisis hace surgir diversas propuestas de alianzas y coaliciones para hacer frente al desafío. Lo más coherente sería hacer un pacto abierto a la participación de los sectores sociales, como los trabajadores, empresarios, indígenas y campesinos, señaló un analista.

La pobreza, el desempleo, la exclusión social y las demandas insatisfechas de la ciudadanía serán como una piedra en el zapato de la próxima administración gubernamental, destacó, por su parte, un periódico local.

Bolivia, el país más pobre de América del Sur, que algunos llaman el «Tibet latinoamericano», es tres veces mayor que Inglaterra y tiene 8,3 millones de habitantes con una población indígena que triplica a la mestiza o de origen europeo.

Por lo menos seis de cada diez habitantes vive en la pobreza, porcentaje que llega a nueve de cada diez, en el campo.

En ese marco, y en medio de la crisis desatada en Argentina y que se ha extendido por América del Sur, el panorama del nuevo gobierno luce complicado y despierta nuevas expectativas en torno a la conformación de alianzas que hagan factible ese gobierno.

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