Con el 53,75% de los votos, la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner, logró la reelección con un margen histórico; el “kirchnerismo” recuperó la mayoría en ambas cámaras del Congreso y triunfó en ocho de las nueve provincias que eligieron gobernador.
Así resumía el diario “La Nación” de Argentina, un tradicional órgano opositor al peronismo, el resultado de las elecciones generales del pasado domingo, en las cuales la presidente logró un triunfo cuya magnitud destacan los analistas y los medios.
“Cristina empezará su nuevo mandato con una concentración de poder sin precedente desde la vuelta de la democracia” fue la fórmula con la que el periódico resumió su visión de proceso electoral.
El escenario electoral estaba claro y había sido definido no solo por los resultados de las encuestas, sino por la consulta preelectoral de agosto pasado, que la ley argentina obliga y que había revelado la fuerza de la candidatura “kirchnerista”. Desde entonces, las incógnitas eran la magnitud de la victoria, quién conseguiría convertirse en principal figura de la oposición, y la posibilidad de lograr un eventual equilibro de fuerzas en el congreso.
El resultado de las urnas confirmó lo previsto y le dio al peronismo un tercer mandato consecutivo, sin necesidad de una segunda vuelta.
El segundo lugar, a mucha distancia, fue para el candidato del Frente Amplio Progresista (FAP), Hermes Binner, gobernador de la provincia de Santa Fe, el cuarto distrito electoral del país. Pese a que se lanzó a la campaña cuatro meses atrás, “Binner logró lo que pretendía: ser el escolta de Cristina”, con 17% de los votos, que no dejó de ser la sorpresa de esta elección, al dejar atrás a otros candidatos con más trayectoria o presencia nacional.
Binner, en todo caso, no pudo ganar en su provincia, donde la presidenta le arrebató el triunfo, aunque por poco.
EXPLICACIONES
Los resultados electorales y el nuevo escenario político en la Argentina han sido objeto de diversos análisis, tanto de los medios opositores (“La Nación”, “Clarín” o el “Cronista”) como de otros más cercanos a la mandataria (“Página 12”).
Edgardo Mocca escribió, en este último medio, una semana antes de las elecciones: “Según el diagnóstico establecido en las redacciones de los medios de comunicación dominante, los previsibles resultados de la elección del próximo domingo obedecen a dos causas excluyentes: la situación económico-social favorable y la carencia de una oposición unificada y creíble”.
Mocca recordaba que desde la experiencia del gobierno de Alfonsín (83-89), el primer presidente después del largo período de gobiernos militares, funcionaba una regla informal “que sostiene que contra la Sociedad Rural, los monopolios mediáticos, la cúpula católica y los defensores civiles y militares de la última dictadura no se puede gobernar este país”.
Una tesis que estas elecciones parecen desmentir.
Los sondeos de opinión –agregó– indican que una mayoría de la población “no se limita a expresar su apoyo a las políticas públicas del Gobierno, sino que se pronuncia favorablemente sobre cuestiones neurálgicas de la actual orientación, tales como la intervención del Estado en la economía, la no criminalización de la protesta social y la prioridad que la política internacional asigna a las relaciones con los países de nuestra región”.
Después de la confrontación con los productores agrarios en 2008, cuando trató de imponer una mayor retención de los ingresos de los exportadores de soya, el Gobierno logró recomponer su relación con los productores del campo. Y eso ha sido una de las claves del actual triunfo.
“En las zonas de economías regionales, básicamente productoras de alimentos, la Presidenta obtuvo un promedio del 65% de los votos. En las zonas de la pampa húmeda, no menos de un 40%, cuando hace apenas tres años, el movimiento opositor del campo parecía llevarse por delante al Gobierno”, recuerda el periodista Sergio Ferrari.
“La recuperación sostenida en el sector –agrega– ha permitido pasar de 14 millones de hectáreas hipotecadas en el campo, cuando Néstor Kirchner llegó al Gobierno, a apenas 600 mil, en la actualidad”, aunque se reconoce que “la concentración económica y su impacto sobre el medio ambiente, producidas por el tradicional modelo agroexportador, son reales”.
Entre las novedades de la política impulsada por el gobierno de Fernández, la intervención del Estado en la economía, la redistribución del ingreso, el fomento de la demanda interna y del papel de las pequeñas empresas dejaron de ser simples “mitos populistas”, como lo calificaban sus opositores y como parecía prevalecer en cierta forma de pensamiento hegemónico en el mundo. Las convenciones colectivas de trabajo y el Consejo del Salario Mínimo –según esa visión– “eran concesiones a un sindicalismo decadente y fuera de época”.
No solo eso. Fernández adoptó una política externa muy activa, al asumir la Secretaría General de la UNASUR, cargo que desempeñaba su marido cuando falleció, hace un año; la presidencia del Grupo 77 más China; al participar en el G-20, en articulación con Brasil; y al contribuir a fortalecer el MERCOSUR.
Ante la evidencia de un resultado que parecía inamovible en la elección presidencial, la oposición había apostado por lograr un mayor equilibrio legislativo, al evitar la mayoría absoluta del peronismo y sus aliados en el congreso, una tarea que tampoco logró.
Fernández contará con mayorías relativamente cómodas en ambas cámaras, consolidando la que ya tenía en el senado y recuperando la que había perdido en la cámara de diputados.
Una realidad que el diario “Cronista” resumió afirmando que “arranca la Argentina del congreso, el partido y el pensamiento único”, una visión que, seguramente, nunca se atrevió a expresar durante los duros años de la dictadura militar.
El periódico no oculta sus críticas a medidas para luchar contra la pobreza adoptadas por el Gobierno, como la asignación universal por hijo, que estima insuficiente; o el rol que el Gobierno ha atribuido al Estado, como dinamizador de la economía, que parece contradecirse con la necesidad de que “crezca y mucho la inversión extranjera”, tal como sugiere su comentario.
“Clarín”, con quien la confrontación ha adquirido tonos estridentes durante la actual administración, estimó que, con su reelección, Cristina obtiene “un tercer mandato consecutivo para el ‘kirchnerismo’, una posibilidad que aparecía lejana apenas un año atrás y que hasta ahora había sido negada a una misma fuerza política en la democracia moderna”.
La explicación de este fenómeno, según el analista del mismo periódico, Eduardo Van Der Koov, está en que “el ‘kirchnerismo’ o el ‘cristinismo’, como se quiera llamar, ha terminado por disciplinar a un Partido Justicialista (peronismo) que, a cambio de conservar poder territorial, terminó por aceptar puntos de vista y de acción con los que muchas veces disiente”.
DESAFÍOS
Si bien lo contundente del triunfo la dará al Gobierno herramientas que no tenía hasta ahora, el escenario es también distinto y quizás más complicado.
“No sabemos todavía cómo se desplegará esta crisis; pero el país enfrentará un escenario mundial complejo. El Gobierno tiene que garantizar dos o tres cuestiones clave, nutrientes del ‘kirchnerismo’: defensa del trabajo, defensa del salario, del consumo y el mercado interno”, afirmó Ricardo Forster, autor de “El litigio por la democracia”, en una entrevista concedida a “Página 12”.
Un análisis de la inglesa BBC destaca que la economía Argentina ha estado creciendo a un ritmo del 9% anual. Pero dos tercios de este crecimiento se basan en exportaciones de materias primas y manufacturas del campo y la industria, productos como autos y soya, que se dirigen a países como Brasil, China o India.
Pero, advierte, “un enfriamiento de la actividad económica parece previsible, sobre todo por el impacto que estiman los analistas pueda tener la crisis financiera internacional sobre el mercado de materias primas”.