Sin embargo, los seres humanos constantemente cometemos “hipóstasis”, al creer que ciertas organizaciones son inmortales y las tratamos -inclusive adoramos- como si fueran seres superiores a nosotros. Eso ocurre con ciertas empresas, tanto privadas como públicas: las montamos para satisfacer necesidades que sentimos pero luego llegamos a la conclusión de que son “sagradas”: las consideramos inmortales, “intocables”, dioses virtuales, independientes y superiores respecto a cualquier individuo de la sociedad. Así, quienes resultan designados para representar o llegan a controlar esos entes sociales también sienten y actúan como representantes de esas “divinidades”, creyéndose igualmente incuestionables, impecables, virtualmente inmortales, como las entidades mismas.
Obviamente ese fenómeno ocurre frecuentemente y es muy peligroso, porque se refiere a la formación de una clase social que dirige totalitariamente a la sociedad entera, desvirtuando todo criterio de humanismo, responsabilidad y democracia: tema famosamente tratado por Aldoux Huxley (1894-1963) en Un Mundo Feliz (Brave New World, 1932) y también por George Orwell -seudónimo de Eric Blair- (1903-1950) en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro (Nineteen Eighty Four, 1949).
Y ¿por qué ocurren tales acontecimientos? ¿Cómo y en qué sentido las relaciones de personas mortales se vuelven inmortales? Ofrezco algunas ideas tentativas:
*Cuando el número de personas se vuelve muy grande y sus intereses muy arraigados, cualquier acontecimiento que amenace su estabilidad o permanencia se vuelve inimaginable, intolerable o inaceptable para quienes participan.
*En Estados Unidos se ha acuñado la frase “too big to fail” (demasiado grande o importante para fallar). Es decir, sus fallas son inaceptables o irreconocibles para la sociedad, porque se juzgan indispensables para ella; entonces, entra en juego un proceso que los sociólogos llaman “profecía auto-realizadora”, mediante el cual se vuelven efectivamente inmortales.
*Es decir, cuando los miembros de una organización llegan a creer que su relación –la existencia misma de su grupo- es permanente e indiscutible, ella se vuelve realmente permanente e indiscutible.
*Entonces, los acontecimientos que afectan o perjudican los individuos del grupo, inclusive produciendo la muerte o desaparición de muchos de ellos pueden ocurrir, manteniéndose la existencia de los grupos. Es decir, lo que sucede a los individuos suele dejar con vida y funcionando sus familias, las empresas en las que trabajan y las naciones enteras de que son parte.
En fin la mortalidad de las personas no significa que sus grupos o conjuntos lo sean. Al contrario, los humanos mortales, paradójicamente, somos capaces de crear organizaciones inmortales; lo cual se observa, aún y especialmente, en las catástrofes que sufrimos.
Y… “Dios hizo al hombre en su propia imagen y semejanza”. Para Este, ¿habrá sido un incomprensible error?