El alcalde “Contráteme” quedó desempleado

Tras admitir su derrota, el candidato presidencial, Johnny Araya, se puso un sombrero de papel periódico, cantó y bromeó con sus partidarios en el

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Tras admitir su derrota, el candidato presidencial, Johnny Araya, se puso un sombrero de papel periódico, cantó y bromeó con sus partidarios en el Balcón Verde.  (Foto: David Bolaños)

Una campaña rumbo al precipicio

La campaña de Johnny Araya Monge se deslizó de la certeza del triunfo incuestionable a la peor debacle electoral de su Partido.

En febrero de 2013, a Johnny Araya Monge le sobraban besos en barriadas, toyotonas en caravanas, sonoras palmadas en la espalda en almuerzos de empresarios y hasta invitaciones a viajar en jet privado para ver jugar a la selección nacional en algún destino de negocios y placer.

Su test de popularidad en el Mercado Central siempre marcaba números verdes, aunque ignorara el precio de un casado, al bajarse de su chuzo 4X4 era reconocido hasta por las nigüentas. Incluso ellas le habrían gritado ‘¡Contráteme, don Johnny!’.

No era para menos, en febrero del 2013 nadie dudaba de que Araya ganaría la elección presidencial un año después. El Partido Liberación Nacional lo había ungido candidato presidencial por aclamación, el 31 de enero.

Semanas atrás, sus principales contendientes se habían retirado, lo dejaban solo en la contienda. Rodrigo Arias desperdició un prometedor lifting facial; Fernando Berrocal, una campaña llena de ópera sexual al ritmo de Carusso; y Antonio Alvarez, una valiosa contribución económica a la campaña correspondida con una curul en San José.

Araya tenía al frente a un Partido Unidad Social Cristiana jibarizado tras años de juicios y condenas por corrupción, un Movimiento Libertario con un líder guapo que se miraba en el espejo de sus enredos financieros, un Frente Amplio muy estrecho y un Partido Acción Ciudadana dividido a muerte en medio de una guerra santa entre “talibanes” y “chavistas” (como algunos de ellos se saludaban).

Un tal Luis Guillermo Solís no existía para el electorado, mientras su ínfimo grupo de trabajo, por falta de dinero, guardaba en el portafolios una modestísima campaña para presentar al desconocido precandidato del PAC.

DE NÚMEROS VERDES A ROJOS

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Las encuestas confirmaban lo que para todos era obvio: Johnny Araya Monge sería el próximo presidente de la República. Un estudio de Unimer, en febrero del 2013, otorgaba a Araya el 27% de las intenciones de voto, una amplia ventaja sobre cualquier otro político conocido, categoría que, de por sí, excluía a Solís.

Las encuestas del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica, publicadas por el Semanario Universidad, marcaban una elevada apatía, con un pronóstico de alto abstencionismo pero, entre quienes decían que irían a votar, Johnny Araya era el favorito.

En abril del 2013, apenas el 28,7% de la ciudadanía simpatizaba con algún partido político; de ese grupo, el 72,1% apoyaba a Liberación Nacional; el 4,7%, al PAC. En aquel momento, el 98,7% decía conocer a Araya; sólo el 27,2%, a Solís. De hecho, Justo Orozco era más popular que el hoy presidente electo.

              La escasa afluencia de votantes del PLN dejó sobrantes de banderas en los toldos ubicados en centros de votación. (Foto: David Bolaños)

A pesar de cualquier altibajo, Araya se mantuvo seguro en la cresta de la ola electoral casi hasta el día de la verdad. Según las encuestas del CIEP, en agosto Araya tenía el 20,2% de las intenciones de voto; 24,6%, en octubre; 17,4% en noviembre; 20,4%, a principios de enero del 2014; 17,4%, apenas a diez días de la votación. Sin embargo, ya para entonces era factible que Araya debiera ir a una segunda vuelta frente a su más cercano contendor José María Villalta, del Frente Amplio, o contra —un más lejano e improbable— Luis Guillermo Solís, quien crecía como la espuma en los estudios de opinión.

Aquel Johnny Araya que rehuía los debates, a la vez que pedía a los electores que lo contrataran, comenzó a hacer más apariciones públicas y buscar nuevas alianzas con grupos religiosos conservadores. Como buen creyente… en las encuestas, no podía ignorar que todavía la mayoría de los costarricenses rechazan las voces que piden estado laico, igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo, fecundación in vitro o derechos reproductivos para las mujeres.

INSTANTES DE TRIUNFO

El 2 de febrero, Araya pudo celebrar un triunfo en primera ronda algunos minutos, cuando el primer corte del TSE anunció que tenía 36% de votos contra 21% de Luis Guillermo Solís. Sin embargo, lo que era malo se tornó peor, el PAC le había ganado con el 30,6% de los votos válidos mientras el PLN sólo obtuvo el 29,7%: el peor resultado en la historia del Partido.

El 5 de marzo, la única encuesta publicada antes de la segunda ronda iluminó la oscuridad que el PLN ya conocía: el 6 de abril el 64,4% de los votantes apoyaría a Solís y tan sólo el 20,9% a Araya. Ese mismo día el candidato liberacionista renunció a seguir haciendo su campaña.

Reconocidos dirigentes del PLN todavía se preguntan cómo aquel candidato seguro y consolidado terminó herido el 2 de febrero y apaleado el 6 de abril. Para el presidente del PLN, Bernal Jiménez la gota que colmó el vaso fue la renuncia del candidato.

“Eso afectó no sólo a los costarricenses que no querían votar por el PLN, sino también a los propios liberacionistas”, explicó Jiménez.

En su opinión, “se gastó muchísima plata, no se incorporó a todos los liberacionistas, nadie del directorio político del Partido participó en el comando de campaña y eso, de hecho, produjo una escisión. Tenía que haber unidad.

Para el diputado electo del PLN por Alajuela, Rolando González, en la debacle electoral concurrieron una serie de factores, como el rechazo de los electores a un tercer mandato del mismo partido, una valoración muy “ácida” de los errores de los dos últimos gobiernos del PLN y una invisibilización de sus aciertos; además de que “no hubo sintonía” entre el electorado y la propuesta publicitaria y programática.

Además, según González, en la recta final “el rechazo al continuismo se convirtió en un fantasma que encarnaron el Frente Amplio y el PAC”.

Para el actual diputado del PLN, Fabio Molina, el principal error de la campaña fue haberse distanciado del Gobierno y haber renegado de lo que él considera una gestión exitosa. “El oportunismo ha sido castigado”, sentencia.

El castigo cayó en forma de aporreada electoral: 77,8% frente a 22,1%. Así, Johnny Araya Monge no pudo más que terminar su campaña en el Balcón Verde, ocultando la tristeza bajo un sombrerito de papel al ritmo del corrido a Pepe Figueres.

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