Cuasiestafas y pseudorrobos

Sin embargo, el invierno pasado fue uno de los más lluviosos de los últimos tiempos y los precios del petróleo se vinieron abajo. Por

De muchas formas, estamos en absoluta indefensión. Amenazando con apagones, alegando falta de lluvias y costos crecientes de los combustibles para utilizar plantas térmicas, el ICE logró que la ARESEP le aprobara alzas exorbitantes en las tarifas eléctricas.

Sin embargo, el invierno pasado fue uno de los más lluviosos de los últimos tiempos y los precios del petróleo se vinieron abajo.

Por supuesto que el ARESEP no se desvela por revisar tales alzas en y resulta más notable para todos la rapidez con que se aplican los aumentos y el perezoso procedimiento seguido para reducir  tarifas y precios.

Esa no es la única “cuasi estafa” existente. Con crisis o sin ella, las tasas de interés activas se mantienen por las nubes mientras que las pasivas, pagadas a los ahorrantes, erosionan el capital de estos debido a que están por debajo de la tasa de inflación.

No es de sorprendente entonces que se genere superávit –originado en una exacción manifiesta de los clientes–, a lo que se suma que ahora los bancos “cobran” por cuanto servicio prestan.

Fácil es entender que la prensa reporte que los empleados del Banco Nacional reciban algo así como dos meses y medio adicionales de sueldo originado en tales superávits. Como expresa la frase célebre de la profesora Niní de Mora, “¡Así hasta yo!”

Todos los trabajadores, los asalariados al menos, están obligados a aportar el 1% de sus ingresos al Fondo de Capitalización Laboral y al Sistema de Pensiones Complementarias.

Lo malo es que los aportes pasan por las arcas del Banco Popular, –sí ese, recientemente multado por la SUGEF por prácticas irregulares.

Este banco usa la plata por un año y después lo entrega, con antojadizos réditos, al operador de pensiones complementarias elegido por el trabajador. ¡Pero el pseudo robo no termina ahí! La SUPEN estuvo de acuerdo en que estos operadores cobraran un porcentaje sobre esos fondos, un 4% sobre los aportes.

Es decir, se lleva dinero a la operadora, típicamente filiales bancarias, y estas cobran por manejarlos. Como gran cosa, a página completa en los diarios, las operadoras reportan beneficios, de los cuales también sacan otra tajada.

Nunca dicen que esas tasas que pagan siempre están por debajo de la tasa de inflación, ni que ellos, se embolsaron sin correr riesgo alguno 4% sobre aportes y 8% sobre beneficios. ¡Kafkiano!

Pero en una presumida iniciativa, –cuyos proponentes creen que los trabajadores no saben cómo manejar su dinero– la SUPEN sometió al trámite legislativo un proyecto para que se elimine la devolución periódica del dinero acumulado en el Fondo de Capitalización Laboral. O sea, quiere garantizarles a las grandes entidades financieras seguir lucrando con “mi y tu plata”.

 ¿No era que la SUPEN sería una entidad “supervisora y vigilante de los intereses de los trabajadores? ¡ .. y mejor no preguntemos cómo nos ha ido con los aportes de los trabajadores que se invierten fuera del país! No “es por vara” que en los Estados Unidos, los “expertos en finanzas” de las grandes corporaciones ahora hacen fila con los demás cesantes para solicitar el seguro de desempleo.

Pero esas no son las únicas agresiones financieras que enfrentamos. No es difícil imaginar que de las tarifas vigentes deben salir los pagos de los taxis último modelo así como las primas de las más costosas pólizas de seguro.

Entonces, ¿no pagamos los usuarios un abultado sobreprecio por el servicio de esos taxis destartalados y malolientes que también circulan en las calles? Una extrapolación inmediata hace pensar en el servicio de buses, para muchos de los cuales difícilmente se podría pedir depreciación en una solicitud tarifaria.

Otras situaciones requerirían también explicación. Como por ejemplo, las raspaditas, que se siguen vendiendo después de que el premio gordo ha sido cobrado; las tarjetas telefónicas, de hecho un pago adelantado; los depósitos sobre ciertos bienes o servicios, v.gr. el servicio telefónico, cuyo monto se devuelve sin intereses ni ajuste inflacionario; los envases de gas; el seguro obligatorio de vehículos, de cuyo monto carecemos de explicación; el pago de los derechos de circulación que se pone al cobro en noviembre y por el cual no recibimos descuento por cancelación anticipada, etc.

Mientras tanto, la Defensoría de los Habitantes sigue desdibujándose y perdiendo presencia en la problemática social actual. Con seguridad se ocupa de los cuidados paliativos… de los consumidores. ¡Carpe diem!

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