Sin embargo, Rodrigo Arias también podría competir, con justicia, al título del precandidato “más desubicado”. En efecto, interpelado en televisión por uno de sus amigos de más de media vida, el intelectual, académico y correligionario Fernando Berrocal, declaró que le resultaba “difícil entender” su idea “porque es muy desagradable y de muy mal gusto” (LN: 04/09/2012). Los vídeos mostraban a una señora comprando en una pulpería y a un trabajador rural (quizás pequeño campesino) a quienes se asaltaba analmente. La mímica de los actores, con toda su ropa, tornaba evidente el ataque. El mensaje escrito llamaba a “no seguir dejándose”. Si se lo vincula con las imágenes, es un llamado a la ciudadanía para no permitir que se la copule por el ano sin su consentimiento. Si a Rodrigo Arias esto le resulta “difícil de entender”, será bueno que tome raudo las clases de sexualidad que se darán, o comenzaron a darse, en los colegios costarricenses.
Por supuesto, además de la crasa inexperiencia o ignorancia en sexualidad de don Rodrigo, pueden darse otras glosas. Los vídeos de instigación berrocaliana no son sexuales, aunque por su forma lo parezcan, sino políticos. En esta área, el ‘precandidato más limpio’ presume de saberlo casi todo. Pero los videos berrocalsianos tienen un precedente musical político ya clásico: el “Dame todo el poder”, del grupo Molotov. Su letra, en lo pertinente, corea: “Dame, dame, dame todo el power para que te demos en la madre, give me, give me todo el poder so I can come around to joder”. Tal vez el más impoluto de los pre no entiende el inglés de estos mexicanos.
Por supuesto la explicación más “seria” es que el “limpio” no puede verse a sí mismo abusando de nadie ni de nada. O si abusa, no se mancha. No es solo el “más limpio”, sino también el metafísicamente inmanchable. Alguien sin mancha agrada al universo y atrae votos. Berrocal en cambio quedó como el manchado y manchador. Desagradable y de mal gusto. Asqueroso. Pero los epítetos le caen no por su mensaje sino porque es un “perdedor”. El precandidato refulgente lo tiene claro: cuando opina de él, dice: “De Berrocal y el Toño (…) mejor ni hablemos (…) No siento que tengan ninguna posibilidad” (OJO, Año XII, Nº 204). La ciudadanía mayoritaria siente igual. Berrocal es un ‘perdedor’ y cualquier cosa que haga o diga resulta hedionda. Si Nery hubiese ganado medalla de oro en Londres o Saborío le hubiera encajado cinco a México (2 acá y 3 allá) y fueran ellos quienes promovieran los vídeos, la población exclamaría: “¡Verdades como puños! ¡Hijuep… cuánta honestidad!”. Por ‘loser’ manchado y manchante, Berrocal es empalable. Quien sea “decente” y “ganador”, arrójele excremento. Biblia pura.
Ignoremos que, además, Berrocal ha sido parte oficial de los grupos que ahora denuncia como sucios abusadores. Y que en sus avisos no aparece ningún asalariado ni joven mujer o varón. Estos sectores son quienes más sufren la actual penetración fálica.
Pero el asunto no va con Berrocal. El punto es que el más limpio aunque sexual y musicalmente desinformado de los precandidatos enfrentará o cooptará al muy ubicado hijo dilecto de la señora Olsen. Y todavía alguno se pregunta por qué entre los sueños ticos se aposenta el golpe de Estado y en cada templo se ora, sin que se entere el pastor, para que una acción milagrosa de la Virgen de los Ángeles los expulse, lavados o cochinos, a todos y, de paso, lleve a la Sele al menos a la hexagonal.