Afín a sus costumbres, El Chamuko publicó este martes una lista de la delegación costarricense que asiste a la cumbre climática en París sin tomarse la molestia de corroborar su información. Según su publicación en Facebook, las 43 personas con acreditación costarricense fueron pagados por nuestros impuestos en un faraónico viaje a tierras francesas. Miente.
Lo sé precisamente porque estoy en esa lista, en el campo 27, justo entre una de las principales expertas mundiales en género y cambio climático (empleada de la no gubernamental UICN) y una de las voces jóvenes más reconocidas en el ambiente climático nacional (en planilla de la ONG Costa Rica Limpia). Les puedo desmenuzar la mentira del Chamuko y, con suerte, hasta predicarles un poco sobre cambio climático.
A diferencia de ellas, yo sí soy empleado de la Universidad de Costa Rica (UCR) y por lo tanto funcionario público, pero ninguno de los tres y, de hecho, tampoco la gran mayoría de esa lista recibimos un cinco de impuestos míos, suyos o de El Chamuko para viajar a Francia. Estamos aquí con otros apoyos: nos pagó nuestra organización, logramos una pasantía o sacamos los ahorros del banco.
Personalmente, pude haber accedido hace meses al viaje con fondos universitarios pero elegí no hacerlo. Simplemente no lo creí conveniente y empecé desde mitad de año a aplicar a fondos y pasantías; muchos los perdí pero finalmente una organización accedió a pagar mi viaje. Según los números del Chamuko, le ahorré a la Universidad varios miles de dólares.
La UCR accedió gustosa al viaje y recibió una cobertura in situ gratis. Sin embargo, la acreditación presentó una dificultad y, como muchas personas antes que yo, solicité a la delegación incorporarme en condición de observador. Aceptaron y salimos para París.
Lo mismo hicieron muchos en esa lista. María José, Felipe, Santiago, Manuel, Donald, Ricardo, Rosa, Alina, cada quien buscó financiamiento por su lado y luego procuró unirse a la delegación, en la mayoría de los casos sin labores de negociación pero con un apoyo crucial para el equipo.
A diferencia de lo que piensa El Chamuko, el equipo oficial del país es diminuto y para cuando termine la conferencia tendrán las ojeras a mitad de la mejilla y estarán medio enfermos por no haber comido bien tras pasar horas y horas en salones de negociaciones. Lo sé porque los vi en Varsovia en 2013 y en Lima en 2014 (esta última vez también para la UCR y tampoco con fondos públicos).
Por eso, un grupo muy diverso de personas se acercó al gobierno para ofrecer su apoyo en uno de los procesos de negociación multilateral más complejos que ha concebido la humanidad. Creanlo o no, a pesar de sus políticas internas y sin importar la administración de turno, la delegación costarricense es una voz razonable y necesaria en la conferencia climática: las intervenciones de los países petroleros que quieren descarrilar el proceso hacen parecen razonable hasta al Chamuco.
Cada mañana, el equipo negociador arriba cerca de las ocho de la mañana al centro de conferencias a 45 minutos del centro de París y cada noche salen tras jornadas de más de doce horas, a seguir respondiendo correos y revisando borradores en sus habitaciones. La veintena de personal acreditado que los rodea duerme una cantidad similar de horas y entre todos vemos qué puede hacerse y qué no.
Este personal no pagado por el gobierno pero acreditado como costarricense aporta un valor insustituible: son expertos legales, en derechos humanos, en materia forestal y en creación de capacidades que están dispuestos a donar dos semanas al Estado costarricense para llegar a la meta.
Otros piensan parecido. Por aquí pasó la semana pasada el ex presidente José María Figueres y conversó con los ministros de la administración PAC; todos entienden que estamos en el mismo barco y que el enemigo es otro.
El Chamuko parece que no y además disfruta creando confusión. Ninguna de las personas que estamos aquí vinimos realmente a París (algunos de hecho viven acá); pasamos entre 12 y 16 horas diarias encerrados en un centro de conferencias sin tener idea qué ocurre afuera. Ninguno vino a ver el Louvre sino a intentar encontrarle la vuelta a las negociaciones climáticas.
Ojalá el gobierno pudiera pagar una delegación de 43 negociadores, pero no puede hacerlo. Es urgente: hay países que quieren desacreditar la ciencia climática, otros que buscan borrar los derechos humanos del acuerdo y otros que quieren quitarle fuerza a la verificación obligatoria. Un puñado de funcionarios oficiales no basta y Costa Rica, a diferencia de Arabia Saudí, no puede pagar más.
Lo que sí puede hacer, sin embargo, es aceptar el apoyo de organizaciones no gubernamentales, de universidades, de programas de cooperación y de fondos internacionales que comparten el interés del país en tener un acuerdo sólido en París y pueden aportar a su gente. Eso hizo la delegación costarricense y, aunque sea un poco, el equipo tiene una mejor presencia en la conferencia.
Esto no es un paquete turístico pagado por el Gobierno, como dice su publicación, sino un colectivo amplio y diverso de ciudadanos interesados en aportar algo al país, muchos de ellos de forma gratuita y pagando sus gastos. Para los funcionarios estatales que negocian, las dos semanas de negociación donde se cierra el proceso iniciado en 2011 hacia la firma de un acuerdo global son probablemente de las más complicadas de su vida.
Todo esto para regresar la noche del martes al hotel y encontrar la publicación de El Chamuko, un matón digital que encuentra normal comparar las negociaciones del clima con un paquete turístico, probablemente por no comprender a fondo qué se juega en la conferencia. Que el lector no se preocupe: mañana seguirá el equipo negociador sin dedicarle un segundo de su tiempo al tema, porque el enemigo en realidad es otro.
Con o sin sus impuestos, la delegación costarricense está bien representada en la conferencia del clima, de donde regresará a Costa Rica con la convicción de que hizo todo lo humanamente posible para negociar el mejor acuerdo climático posible. Esto se logra, en gran medida, por el aporte de voluntarios y de organizaciones externas.
No debería preocuparse entones el señor Chamuko: el dinero de los costarricenses quedó a salvo en casa y el calentamiento global, esperamos, no pasará de París.
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