El instinto universal de alterar la conciencia

Asimismo, excavaciones recientes en las tumbas de Yanghai, en China, han revelado evidencias antiquísimas del uso medicinal y psicoactivo de la marihuana; con el

El uso de sustancias psicoactivas es una práctica que data de tiempos prehistóricos. Por ejemplo, se han reportado pinturas rupestres de hace más de 7000 años en Algeria, África, que muestran a enigmáticos personajes danzando, con puños llenos de hongos alucinógenos (probablemente del género Psilocybe), que a su vez también brotan de sus cuerpos.

Asimismo, excavaciones recientes en las tumbas de Yanghai, en China, han revelado evidencias antiquísimas del uso medicinal y psicoactivo de la marihuana; con el hallazgo de 789 g de Cannabis sativa, espléndidamente preservados en un ajuar funerario de 2700 años de antigüedad.
Sin embargo, es posible que el hombre haya estado usando drogas desde mucho antes de lo que se ha supuesto usualmente. Al menos así lo sugieren perspectivas emergentes de la ecología evolutiva de las plantas y la genética de las enzimas hepáticas, que indican que los humanos, al igual que los demás animales, han estado expuestos a los psicotrópicos de los hongos y las plantas a través de su evolución.
Pero, ¿por qué es el ser humano tan propenso a la búsqueda y consumo de estas sustancias psicoactivas? ¿Es acaso meramente el hedonismo o el escapismo, lo que sustenta tan persistente inclinación del hombre hacia la alteración bioquímica de sus patrones ordinarios de percepción, emoción, cognición y conducta?
Las sustancias psicoactivas han sido usadas por el hombre con diversos fines. Algunas han sido aprovechadas para mejorar las condiciones generales de salud y como medicinas. Otras han sido utilizadas como estimulantes y narcóticos; para disipar la ansiedad, estimular la productividad, y con fines lúdicos y recreativos.
Asimismo, el consumo de plantas y hongos alucinógenos, usualmente en contextos ritualizados y juiciosamente orquestados por especialistas religiosos (e.g. chamanes, brujos, sacerdotes), ha desempeñado un rol central en las prácticas de sanación, y en las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad, desde tiempos inmemoriales.
La universalidad casi global de estrategias conductuales, ritualísticas y simbólicas para el aprovechamiento de las sustancias psicoactivas; así como la importancia de estas experiencias en la vida artística, intelectual, cultural y espiritual de la humanidad en el nivel cros-cultural, indican que algún aspecto profundo de lo que significa ser humano está relacionado con tales estados.
De hecho, varios investigadores han sugerido que el deseo humano de alterar la conciencia, es tan innato y poderoso como el impulso por la comida o el sexo. En este sentido, se ha sugerido que la deshabituación temporal de los patrones ordinarios de experiencia, ya sea mediante drogas u otros métodos psicofisiológicos (e.g. meditación, danza, ayuno), posee un claro potencial para un desarrollo psíquico positivo, para un manejo efectivo del estrés y la ansiedad, y para el mantenimiento de la salud y el bienestar mental.
Usualmente, en las sociedades tradicionales se ha reconocido la necesidad que tiene el ser humano de modificar su conciencia de manera periódica—de intoxicarse. Y se ha hecho un esfuerzo por canalizar dicho instinto en direcciones positivas y constructivas en el nivel personal y social (e.g. uso ritualizado y chamanístico de los alucinógenos). No obstante, en las sociedades industrializadas modernas, donde dicha necesidad natural no es reconocida y es usualmente reprimida e incluso castigada por la ley, dicho aspecto ontológico, social y ecológico del ser humano se atrofia, y se manifiesta de maneras sumamente negativas y patológicas (e.g. epidemias de abuso de sustancias, drogadicción y narcotráfico en la actualidad).
A través de la historia y la prehistoria las drogas han tenido una influencia innegable en el arte y la cultura, en la política y la religión, y en el terror y la sanación. Sugiero que para alcanzar un mejor entendimiento del fenómeno de las drogas y para desarrollar estrategias humanitarias y soluciones pragmáticas a la problemática actual, es necesario reconocer, explícitamente, la legitimidad del instinto humano de alterar su conciencia. Asimismo, es necesario recobrar el entendimiento, de que la modificación esporádica de los parámetros usuales de la experiencia, lejos de ser intrínsecamente una causa de desintegración personal y social, puede bien constituir los medios para una mayor comprensión del mundo interior y exterior, en el nivel del individuo y de la sociedad.

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