Costa Rica le debe a este insigne ciudadano, recién fallecido, una serie de obras de la mayor importancia. Entre estas destaca de manera especial la portentosa iniciativa que impulsó de forma decisiva el desarrollo del país, a saber la construcción de la primera plante hidroeléctrica, la Garita, con un excelente equipo de colaboradores, así como con medios técnicos y financieros, esencialmente nacionales. Increíble hazaña, seguida de la creación de todo un sistema nacional de electrificación, la fundación del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), como es bien sabido.
Así, teniendo todo acertadamente planificado, se hizo realidad la gran apuesta que fue inicialmente este proyecto nacional de electrificar-iluminar San José, y luego otras ciudades, hasta cubrir paulatinamente todo el país.
Hoy en día, resulta difícil darse cuenta de la audacia que se requería en la Costa Rica de entonces, a inicios de la segunda mitad del siglo pasado, para concebir, planificar, y ejecutar un proyecto nacional de esta envergadura. La aprobación oficial del mismo necesitaba también de ingentes esfuerzos, teniendo que conseguirse primeramente el aval de José Figueres F, quien presidía la Junta Fundadora de la Segunda República. Ello se logró, gracias sobre todo, a la determinación y la capacidad de convencimiento nada comunes de J. M. Dengo.
Todavía hoy, uno puede preguntarse qué fue lo que hizo posible estas excepcionales decisiones, que ponían al país sobre los rieles del desarrollo, en aquel momento. Sin duda, la confluencia de circunstancias político-sociales especiales, de fuertes expectativas populares, y de un entorno de personalidades también especiales, habrán jugado un papel importante.
Pero lo determinante para el desarrollo de un proyecto de esta índole fue, indudablemente, la presencia de una extraordinaria personalidad como de la J.M. Dengo. Conviene mencionar que su equipo de colaboradores perfectamente capacitados, destacó además por su plena identificación con los ambiciosos objetivos del proyecto. Identificación que, a su vez, debió fortalecer, sin duda, la confianza en sí mismo de todos frente a la difícil tarea por cumplir. Se podría pensar que esta confianza se constituyó en una razón más, una razón de trasfondo para el éxito de esta gran aventura.
En todo caso, Costa Rica le debe y le deberá siempre, por su gran obra, y muchas otras importantes iniciativas (en Planificación, Comisión de Emergencias, Comercio Exterior, etc.), el mayor y más ferviente reconocimiento a Jorge Manuel Dengo.
No quisiera terminar sin antes mencionar que eso último, puede decirse igualmente respecto de Rodrigo Facio, el otro eminente forjador de lo que fue el ejemplar desarrollo del país, en razón de su notable impronta en la elaboración de la Constitución Política de l949, y en la conformación de la Universidad de Costa Rica, así como en la vida intelectual-política en general del país.
Como punto final resaltaría todavía un rasgo compartido de esas dos grandes figuras de la historia reciente de Costa Rica: el haber sabido combinar perfectamente su capacidad intelectual y de acción. Se trata, de una rara, muy inusual característica, según Heinrich Mann, quien consideraba que tanto las personas como las naciones concentran generalmente sus intereses y energías en la una o la otra.
Esta característica compartida, podría constituir, eventualmente, un factor de explicación más de estas dos extraordinarias figuras del desarrollo de Costa Rica.