La más cercana de sus notas en el tiempo es del 27 de febrero, dedicada a retahílas acerca de izquierdas y derechas. Vargas tiene dudas acerca de si la política costarricense se mueve en función de estas. Duda legítima, por ser de él, pero sostenida por razones que levantan la interrogante de cómo es él o de por qué se presenta él así. Iniciando, pone una base falsa. Habla de una división ‘clásica’ entre izquierdas y derechas. No hay tal. Las sociedades modernas carecen de esa tradición. Inicialmente estaban a la izquierda (topografía) quienes querían cortar cabezas de las figuras del antiguo poder y a la derecha quienes deseaban cercenar las testas de los primeros, tras segar también algunas de las que los izquierdistas querían cortar. Ganaron los segundos. O sea, las derechas. Ya en el siglo XX, derechas e izquierdas toman otro aspecto debido a que su expresión dominante es figurativa: existe un continuo político que determina una derecha y una izquierda. Y, en el medio, por fuerza, ¡el centro! Para América Latina su gran expositor es el turinés N. Bobbio, de ilícito prestigio en este punto. Tan popular es este apunte ideológico que incluso Johnny cacarea: “Yo no soy extremista: ¡soy de centro!”. Pero se ufana de “guillotinar cabezas”. Pobre Bobbio.
Como Vargas se brinca que las sociedades modernas tienen historia y que en ella izquierdas y derechas se dicen de posicionamientos diversos y acerca de diferentes planos de realidad (sistema y situación, por ejemplo), entonces se enreda con ‘agudezas’ nominales: un botón: Frente Amplio y Movimiento Libertario serían ‘zurdos’ porque los dos “quieren cambio”. Y los sindicatos serían “de derecha” porque defienden el statu quo en el sector público. Ahora, incluso en Costa Rica el sindicalismo es variopinto: sin duda los sindicalizados defenderán salarios (quizás) superiores a los del sector privado. No hacerlo sería más que estúpido, suicida. Ser estúpidos es lo que haría de derecha a los sindicalistas en América Latina. Si no se comportan estúpidamente, pues no lo son. Y hay sindicalistas que desean liquidar la relación salarial para ganar de acuerdo con sus necesidades humanas. Si para ello hay que cortar testas, las cortarían. Pero en luchas parlamentarias no luce cortar cabezas. La sangre mancharía las papeletas y el TSE podría contraer sida.
Como Vargas habla de situaciones sin remitir a sistemas y tendencias en estructuras, mencionemos una que él se brinca. En América Latina cuando las derechas ganan elecciones, ¡ganan todo! Y si las izquierdas lo hacen ¡no ganan nada! Otra, pintoresca, aunque la anterior debería alentar curiosos. Los santos del católico cielo solo operan milagros a ciudadanos derechistas. Nunca se ha visto que alivien a dirigentes de una mesa campesina, y a sus familias, quitándoles un cáncer, o tronchen el balazo (derechista) que vuela sesos de un activista de derechos humanos en Colombia. Tampoco pusieron escudo celestial al arzobispo “de izquierda” Óscar Romero. Peculiar este Cielo, donde no deberían darse opciones de izquierda ni de derecha. ¡Ahí no hay centro! Belcebú nos guarde.
Unos días antes (20/02/2014), Vargas se ocupó de lo que él llama ‘la caliente papa de Venezuela’. Además de reiterar estereotipos voceados por la Costa Rica cavernaria acerca de esa experiencia, finaliza con un ‘las causas de sus problemas’ “son internas”. Por Satán, don Vargas: ¿causas exclusivamente internas en plena globalización? ¿En un territorio con petróleo? ¿Y con proyecto nacional/continental, cualesquiera sean las cosas que esto signifique? Don Vargas parece consumir café de muy baja calidad.
Asalta la duda, casi certeza: ¿ha encargado La Nación S.A. a Jorge Vargas que asuma el papel del retirado J. Rodríguez y lo aderece con los dichos de C. A. Montaner? Aceptar la tarea sería solo 50% de derecha. O sea estúpido, pero no suicida.