Lo cierto del caso es que hoy –al igual que siempre– la famosa “ingobernabilidad” no debería tener cabida en las fórmulas lógico explicativas, de lo actuado o no, así como de lo que irá posiblemente a darse impulso, desde el Gobierno. No se vale hablar de imposibilidad de haber llevado a cabo un proyecto político o una política pública apelando a las acciones provenientes de entes, instituciones o poderes del Estado. No se vale señalar a la propia ciudadanía como causa de la dificultad u obstáculo para la materialización de políticas impulsadas.
El Estado costarricense está conformado por una estructura institucional que, desde su conformación constitucional, se fundamenta en un sistema de pesos y contrapesos, así como en una serie de normativas materializadas en dinámicas de rendición de cuentas, control sobre los fondos públicos, cumplimiento de la normativa establecida, así como de acuerdos internacionales que le rigen completo la acción política de cada uno de los actores de la administración. De igual manera existe una serie de procesos para la ejecución de todas estas normativas y dinámicas, las cuales se cristalizan en un aparataje estatal necesario. Su tamaño y el análisis de dichas dinámicas es una discusión aparte.
Todo lo anterior obliga, por la propia naturaleza institucional democrática, a procesos mediante los cuales se alcancen acuerdos. Así, el diálogo, la concertación, la discusión misma y alcanzar consensos, no es una resultante o un fin en sí mismo sino una serie de requisitos que en democracia existen para conducir las posiciones hacia puertos de acción. Si para ello se pretende o pretendía en algún momento que existiese una suerte de “simpleza” en el ejercicio del poder, pareciera que no se halló la lógica de fondo que sustenta al Estado. Por ende, la capacidad de gobernar en sí misma no se mide o debería medirse, bajo la lógica de valores democráticos, en la cantidad de acciones emprendidas sin apego a dichos procesos de discusión, diálogo y acuerdo; todo lo contrario.
Así que preparémonos para escuchar durante la presente coyuntura a quienes invocarán obstruccionismos, oposiciones y reclamos contra los procesos propios burocráticos, todo ello para sostener explicaciones acerca de la supuesta imposibilidad de actuar, cuando lo que realmente pudo haber sucedido encuentra razón en incapacidad de forjar acuerdos para alcanzar metas que de suyo debieron haber considerado estos factores y a muchos sectores sociales, a los cuales en realidad se pretendió obviar de una u otra manera.
[1] Rojas Bolaños, Manuel. La gobernabilidad: su validez como categoría analítica.
[2] http://www.tribunademocratica.com/2011/04/el_cuento_de_la_ingobernabilidad/