El deporte entre un valle de sombras

William Corrales, por su experiencia, estabilizó el Midepor, que ahora en este gobierno, de entrada, vuelve a perder relevancia.Con los interinos, el Midepor

William Corrales, por su experiencia, estabilizó el Midepor, que ahora en este gobierno, de entrada, vuelve a perder relevancia.

Con los interinos, el Midepor tuvo cinco ministros en cuatro años: lo que evidenció la dimensión y la condición en que se ubicó el incipiente ministerio.

La gestión del deporte en el gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla se movió entre sombras y claroscuros, lo que evidenció la fragilidad de un Ministerio del Deporte (Midepor), cuyo norte, incluso, hoy, parece difuso.

En su carta de despedida, el que fuera ministro por dos años en esa cartera, William Corrales, utiliza un término que recoge con fidelidad lo que es el Midepor: un ministerio “embrionario”, afirma.

Como el Midepor tiene que fomentar la recreación y el deporte de alto rendimiento, en esas vías empieza su primer extravío, porque se hace verdad aquel antiquísimo adagio de que “no se le puede servir a Dios y al diablo” y eso es, justamente, lo que ocurre con dicho ministerio.

En la “administración” de Chinchilla los claroscuros comenzaron con el nombramiento de la primera de las cinco personas que en cuatro años estuvieron al frente del Midepor, lo que de entrada deja entrever la inestabilidad de este nuevo ministerio, que se separó del Ministerio de Cultura, sombra a la que estuvo por muchos años.

Giselle Goyenaga, una deportista sin experiencia en la gestión pública del deporte, fue la elegida por la entonces Presidenta para que dirigiera los destinos del deporte y la recreación nacionales, no obstante, tan solo nueve meses después de una convulsa y criticada labor, terminó por renunciar.

Los que conocen el campo del deporte, desde que se enteraron de la designación de Goyenaga, empezaron a preguntarse, en aquel entonces, por qué la Presidenta no había nombrado a Osvaldo Pandolfo, viceministro que hizo una  muy buena labor, como el hombre fuerte del deporte.

La polémica que desató una compra que hizo el Midepor con dinero procedente del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder) y para lo cual no estaba destinado el presupuesto, fue otra de las acciones que se le cuestionaron a la ministra.

Su pobre participación en el Principado de Mónaco, en la conferencia de Paz y Deporte, en el que incluso, como destacó en su momento un medio nacional, Goyenaga hasta se inventó un neologismo al crear la palabra “liberticia”, fue otro de los tantos lunares de su gestión.

Y no se puede dejar de mencionar la “pifia” que tuvo al nombrar a Austin Berry,  exjugador de Alajuelense y de la Selección Nacional, como director del Icoder, cargo al que renunció un mes después al no contar con los requisitos mínimos para desempeñar su labor.

Las indefiniciones en torno al Estadio Nacional y los Juegos Centroamericanos también desataron las alarmas en relación con el trabajo que hizo la extrihatlonista.

PÁRENTESIS

Prueba de que el Midepor no era en realidad una prioridad en la gestión de Chinchilla, es que tras la salida de Goyenaga, fue Carlos Ricardo Benavides, Ministro de Turismo, el que asumió de manera temporal esa cartera.

Hay que detenerse un momento para que el panorama se despliegue bien en la imagen que ha de crearse el lector: el Ministro de Turismo hizo de Ministro de Deportes durante 60 días.

Desde este proceder de la Presidenta, como se aprecia,  se le empezó a restar relevancia a un ministerio que al estar ramificado en deporte (alto rendimiento) y en recreación (relacionado con la salud) no sabe a cuál de las dos aristas apuntar y se pierde, como sucedió, en sus propios meandros.

Tras ese primer desencanto, Chinchilla nombró a William Todd, entonces integrante del Consejo de Deportes, como ministro y, como su antecesora, ni siquiera duró en el cargo un año, solo estuvo en él durante ocho meses.

La solicitud de 2130 entradas de cortesía para un partido en 2012 de “90 minutos por la vida”, a realizarse en el Estadio Nacional, fue el detonante que obligó a Todd a renunciar, luego de una sonada polémica en la prensa nacional sobre si había o no procedido conforme a derecho.

De nuevo, no solo los programas relevantes, como Juegos Centroamericanos e incluso el adecuado manejo del nuevo Estadio Nacional se veían afectados, sino que la imagen que proyectaba el incipiente Midepor es que “aquí puede pasar cualquier cosa”.

APAGAR EL INCENDIO

Antes de que William Corrales, “el viejo zorro” del deporte”, llegara al Midepor, el liderazgo en las sombras estuvo a cargo del Ministro de Bienestar Social, Fernando Marín, quien con su capacidad de negociaciones alcanzó a ejercer una interesante labor en tan corto tiempo.

Ante ese panorama de indecisión, rupturas, contratiempos, retrocesos y fallos reiterados en que se había visto envuelto el ministerio, el propio Corrales, en un acto público, se otorgó el derecho de reclamarle a la mandataria el por qué no lo había nombrado desde el primer día en que su gobierno asumió funciones.

Y aunque la labor de Corrales no estuvo plagada de aciertos, la experiencia del exdirector de deportes y expresidente de la Federación Costarricense de Voleibol sí logró darle al Midepor estabilidad e hizo que desapareciera de los titulares negativos en que por dos años estuvo sumido.

En el período de Corrales se concretaron los Juegos Deportivos Centroamericanos y el Mundial de Fútbol femenino Sub 17 y se desarrollaron con buen suceso. Antes, claro, frente a la pasividad del Ejecutivo, el presidente de la Federación de Fútbol, Eduardo Li, se sacó un conejo, un sombrero y todo el arsenal de esos magos callejeros, para anunciar que la FIFA amenazaba con dejar a Costa Rica sin mundial.

Fue una jugada de mercadeo, como se comprobó luego, cuando “todo volvió a la normalidad”.

Los Juegos Deportivos Nacionales de 2014, de nuevo, volvieron a evidenciar que Costa Rica no tiene, aunque parezca asombroso, un modelo claro en este campo. Ello no solo porque más que competitivos los Juegos Nacionales terminan por ser una competencia a la que acuden los participantes, con un mes o quince días de preparación. Fue precisamente Corrales en el que los impulsó por primera vez en el país.

(De esto sombran ejemplos, tanto en las pasadas justas, como en las anteriores).

Y es, justamente, aquí vuelve a permear el ya entronizado problema de la gestión deportiva gubernamental: a qué le apuesta, ¿a lo recreativo o alto rendimiento?

Mientras al Midepor no se le dé la dimensión que merece y necesita, se podría volver a pasar por una retahíla de ministros como sucedió en esta administración: Goyenaga, Benavides, Todd, Marín y Corrales.

Y mientras ello suceda, ambas vertientes (recreación y competitividad) tendrán a sus espaldas esa falta de claridad, que se nota en ambos casos, aunque en uno más que en otro, al contar el país con muy pocos atletas de jerarquía en el plano internacional.

En un valle de sombras y claroscuros discurrió el deporte en la administración anterior. ¿Qué pasará en el gobierno entrante con el deporte, en el que el Icoder, con Carolina Mauri Carabaguías al frente, tendrá rango de ministerio?

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