Greguerías: muerte, soledad y tiempo

Jacques Sagot publicó: Greguerías contra la muerte (Nación-15-09-11) que posteriormente el escritor Róger Churnside secunda con sus greguerías contra la soledad. (Nación-1-10-11) Ambos pensamientos

Jacques Sagot publicó: Greguerías contra la muerte (Nación-15-09-11) que posteriormente el escritor Róger Churnside secunda con sus greguerías contra la soledad. (Nación-1-10-11) Ambos pensamientos me parecen interesantes; concuerdo en algunos puntos; disiento en otros y deseo expresar mi sentir al respecto.

Sagot dice: “La muerte es una hija de p.” Y luego la etiqueta de “promiscua” por meterse a la cama con todo el mundo… Yo siento que la muerte, igual que la vida, son caras de una misma moneda (vida = escudo, muerte = cara) La muerte actúa como una madre bondadosa; su abrazo alivia al enfermo, su beso concede paz eterna. Es el más noble de los ángeles; ha podido llevarme en cada milésima de segundo desde que un espermatozoide fecundó el óvulo que originó mi ser y heme aquí, me ha permitido vivir hasta los linderos de la edad de oro.

Ha sido mi compañera -junto a la vida: peregrina también- esencia inseparable en este viaje por el tiempo. He hablado mucho con ella desde muy niño. Hemos compartido dolores y cantos, poesías y desventuras. Hemos soñado juntos, hemos discutido asuntos importantes, nos hemos peleado a muerte y hasta hemos muerto juntos muchas veces. Confieso que he invocado su abrazo algunas ocasiones, pero la muerte me ha ordenado andar y hacer camino, andanza que, a largo andar, podría acercarme a la inmortalidad, pues el mérito es hijo de la adversidad. Pero cuanto sus labios han cerrado, lo ha vuelto a renacer la vida.

Dice además Sagot que “la muerte debería ser incluida en los programas de enseñanza primaria…” Yo siento que la muerte no es una materia que se pueda enseñar; pues es esencia y se vive. Muchos podrán escribir sobre sus efectos, más no sobre su esencia, que es impensable e inaferrable como Dios, el tiempo o la vida. Óptimo sería saber más sobre la muerte, para amarla más y apreciarla como la buena amiga que es. Pero esa cátedra sólo la imparte la Universidad de la Vida, como postgrado, para aquellos a quienes la madurez ya les permite hablar con la muerte y no sobre ella… ¿Y la vida? La vida quizá no sea “un as de luz” -como dice Sagot- sino una fracción de tiempo, con todos los colores, una interrogación entre el “to be” y el “not to be”. Un paso entre el temor y la esperanza. Un puente entre nuestra verdad y la otredad.

Quien no entiende la vida, no entiende la muerte y quien mal vive, mal muere. La muerte libera y renace, pero no mata; mata el olvido. Ante la muerte todos somos iguales, sin distingos de alcurnia, credos, dogmas o color… La vida es más interesada, todo cuanto da lo retoma, aunque igual sucumbe ante la muerte.

El pensador y catedrático universitario Róger Churnside, confiesa: “Menos temo a la muerte que a la soledad”. No describe la soledad ni sus efectos, pero presiento que iguala “soledad”, vacío y ausencia. Sostiene que la presencia de otros seres coadyuvan para una existencia más plena. Pero la sola compañía no ahuyenta la soledad, como la luz no anula la sombra. Por el contrario, puede contrastarla más. La compañía no es garante de seguridad y plenitud. No existe soledad más precaria que aquella que proviene de las multitudes. Además, todo vacío tiene su corporeidad y toda ausencia sus moradores. La soledad sólo lastima a quien no sabe descifrar sus voces y secretos. La razón es un estado de la conciencia: hija de las soledades. Quien no escucha las voces de la soledad es devorado por las ansias y los temores que corroen la paz interior. La peor de las soledades radica en la falta de amor. (Madre Teresa)

Toda vida es única e irrepetible; emana de un tiempo particular. La muerte también es única y particular. “Todo es relativo en la vida y absoluto en la muerte” -dice Antonio Canova- mayor escultor del neoclásico. La vida tiene tantos matices como la muerte, pero no siempre hay conciencia de ello, por eso, tantos “vivos” deambulan insepultos y tantos “muertos” siguen de pie…

“La muerte es un matiz de la existencia” –poetizó el ramonense Lisímaco Chavarría-. La soledad también –agrego yo-. El Tiempo: “kronos”, es la esencia suprema después de Dios, (el caldo de cultivo) que hace posible que las cosas sean: humanos, astros, estrellas, universo, cielo, vida y muerte. Las cosas acaban cuando acaba su tiempo particular. El tiempo y Dios no mueren, existirán más allá de los dogmas y los relojes. Toda reflexión meditativa es encuentro con las grandes esencias: Dios, vida, muerte o tiempo. ¡Quién podría decirlo, pero quizá el entero Universo sea hijo de una profunda reflexión del Eterno, en la soledad de los tiempos!…

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