La conversación inútil

El debate político en Costa Rica se asemeja a una conversación inútil. Los argumentos se estructuran fácilmente a partir de

El debate político en Costa Rica se asemeja a una conversación inútil. Los argumentos se estructuran fácilmente a partir de viejos clichés y no se escucha al otro. En verdad, parece más importante sentar el punto ideológico, que buscar acuerdos que redunden en el beneficio conjunto.

Básicamente, la conversación inútil se polariza en dos. Por un lado, están los discursos anti-neoliberales, anti-capitalistas, de priorización de una sociedad comunitaria, de rescate de un pasado idílico que realmente nunca existió. Por fantasía histórica y por la repetición acrítica de teorías críticas, en este relato conservador se sataniza la propiedad privada, el derecho a la autonomía individual –particularmente de las mujeres- y –muchas veces- incluso la diferencia. Diferencia sexual, de género, de “identidad” o, simplemente, de gusto.

Por el otro, están los discursos anti-comunistas, anti-socialistas, anti-gremialistas y anti-sindicalistas. Anti cualquier visión que busque alguna forma de iniciativa económica colectiva o solidaria. Por fantasía histórica y por repetición de teorías que en su momento fueron críticas, convenientemente olvida que el impulso de la posibilidad de la acumulación individual, que abrió el capitalismo, disturbando la vieja -y opresiva para muchas y muchos- sociedad comunitaria, debe ser un derecho efectivo para todas las personas, que el capitalismo debe ser sostenible para la democracia y para el planeta, o que la acumulación sin límites terminará por hacer imposible la convivencia y la existencia misma.

En este relato conservador también se sataniza cualquier esfuerzo por buscar el bien común, la promoción de la solidaridad, del derecho de autonomía de las mujeres y –muchas veces-, incluso, el derecho a la diferencia.

También pueden encontrarse variaciones de los mismos temas. Un discurso liberal casi en estado puro, puede no ser conservador –ideológicamente no debería serlo- en materia de respeto a la diferencia sexual, de género, de “identidad” o, simplemente, de gusto. Pero sí ser intolerante y restrictivo con el respeto a la libertad de pensamiento, información, difusión y de acción de quienes buscan formas de lograr mayor solidaridad social.

Y, también un discurso socialista, casi en estado puro, puede no ser conservador en materia de respeto a la diferencia, pero ser intolerante y restrictivo en cuanto al derecho de autonomía individual y a la posibilidad del emprendimiento económico privado. En estas variantes, también, es más difícil encontrar discursos que reconozcan y respeten el derecho de autonomía de las mujeres.

Para esta conversación inútil, es como si no hubiera habido historia y el mundo no hubiera cambiado nada. No hay experiencia de la cual aprender. No hay historia que estudiar, porque estos relatos se bastan a sí mismos. Pero como son los más beligerantes, copan el espacio de la reflexión, del diálogo, de la negociación para llegar a acuerdos que permitan buscar una visión compartida, que resulte gananciosa para cada quien y para la mayor parte.

Cada lado aspira a un mundo en que el otro desaparezca, para entonces desfilar sobre los escombros y, narcisistamente, “lucir, en el pecho, la medalla del odio de los otros”. Porque ese es todo el fin y sentido de una conversación inútil.

 

 

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