La jerga neoliberal

Los eufemismos y demás artilugios idiomáticos han servido de herramienta apropiada a los adeptos de la postmodernidad capitalista (léase neoliberalismo), cuyo discurso no sólo

Los eufemismos y demás artilugios idiomáticos han servido de herramienta apropiada a los adeptos de la postmodernidad capitalista (léase neoliberalismo), cuyo discurso no sólo pretende convencer, sino vencer al ingenuo que se deja impresionar con palabras de moda que justifican la profundización de la injusticia globalizada.

Hace un par de décadas, mientras el desgobierno neoliberal de Figueres Olsen arrebataba al maestro su derecho a una jubilación digna, el grueso de luchadores por los derechos de la mujer –mayoría magisterial− se tragaron la pócima del lenguaje de género; entonces en las aulas escolares las “niñas” (maestras, en buen tico) dejarían de llamar la atención de los niños, pasando a la forma idiomática artificial y desagradable que compartimenta sexualmente la voz genérica, y en vez de “niños”, en adelante se llamarían “niños y niñas” (eso sí, en la referencia el orden machista  prevalece).

Después vino el apelativo “cliente” conque los funcionarios del Seguro Social deberían dirigirse al asegurado (dueño) o usuario de la Institución. Aquí detectamos una perversa casualidad: el mismo vocero de la jerga neoliberal, Eduardo Doryan, era ministro de educación cuando fue desarticulado el régimen de pensiones del magisterio, y presidente ejecutivo de la CCSS, cuando a partir de 2006, bajo el preámbulo de los asaltos conocidos como “Caja-Fischel” y “Préstamo español”, ésta cayó en profunda crisis, allanando el camino hacia su privatización y, de paso, convertir al asegurado en verdadero “cliente”.

Así, como si el  hambre desapareciera con llamar al hambriento “persona subalimentada”, en el lenguaje de la moda suave los ancianos, sordos, cojos, ciegos y locos pasaron a ser “personas adultas mayores de la tercera edad”, “personas con discapacidad auditiva de uno o de los dos oídos”, “personas con dificultad física de poder caminar equilibradamente sin un bordón u otro dispositivo de apoyo”, “personas no videntes” y “personas con atributos mentales especiales”.

Al robo de los recursos del pueblo por parte de los administradores y usufructuarios de la cosa pública −gobierno y sus secuaces− se le conoce como “malversación de fondos”.

Pero la saca del estadio el último de los eufemismos de la explotación neoliberal, que trata de borrar del léxico castizo la muy socialista palabra “trabajador”. En palabras neoliberales –como las del consejero de SORESCO S.A., Manuel E. Gómez Calvo, Semanario No. 1999 del 10/7/13−, SORESCO no contrata empleados o trabajadores, sino “colaboradores”. De las acepciones contenidas en el diccionario de la RAE con respecto al vocablo “colaborador”, en el imaginario costarricense la que más se asume es la que comprende el término “contribuyente” (colaborar equivale a contribuir) o persona que trabaja, aporta o ayuda sin paga de por medio y sin formar parte de una planilla laboral. Con malicia indígena incluida, podría pensarse que los modistos del capital pretenden convertir la “plusvalía” (parte del valor del trabajo que el burgués no paga al empleado y que incrementa su capital) en “colaboración”, logrando minimizar cualquier susceptibilidad laboral en aras de la “paz social”.

Valga afinar un par de detalles sobre el discurso que esgrime Gómez en defensa de SORESCO. En primer lugar, afirma que en la jerga financiera y técnica el que una información sea catalogada de “carácter confidencial” no implica que sea secreta (sic). Aquí el castellano se enriquece con la sofística semántica de los negocios. Después nos dice que para el período 2012 SORESCO presupuestó $4,3 millones para “salarios” con cargas sociales, que cubrirían una “planilla de 50 colaboradores”. Preguntamos, ¿en qué colaboraban 50 gentes que en un año pudieron ser remuneradas a razón promedio de  ¢3.583.000 mensuales por persona? Claro, el consejero detalla que de lo presupuestado sólo gastaron cerca de $2 millones en el período. Por último, ¿qué clase de colaboradores asignó la china CNPCI al proyecto de refinería de la SORESCO si, además de pagarles como empleados, cada tres meses les pagaban un mes de vacaciones con boleto incluido de avión Costa Rica-China-Costa Rica? ¡La Negrita nos libre de una convención colectiva con gente así! Por dicha son sólo “colaboradores”.

 

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