¿Por qué América Latina no ha desarrollado un modelo económico exportador de conocimiento científico y tecnológico? Porque entre 1500-2012 el modelo de desarrollo económico se ha basado en una economía exportadora primaria dependiente de los recursos naturales como minería, agricultura, extracción de recursos naturales, ganadería, drogas, lo que nos convirtió en un continente proveedor de materias primas baratas y compradores de productos elaborados.
Adicionalmente, las estrategias de desarrollo gubernamental, las estructuras sociales y políticas que gobiernan, el papel que han jugado los Estados Nacionales desde 1810 a nuestros días en la gestión de la economía ha ocasionado que la propiedad de la tierra, distribución del ingreso e industrialización a diferencia de Singapur, Hong Kong, Corea del Sur, Japón, Tigres y Dragones Asiáticos que eliminaron la clase terrateniente, en América Latina, no se expropió ni se eliminó marcando con ello una desigual distribución del ingreso, ahorro y de activos (tierra) que unido a la excesiva mano de obra barata (salarios bajos) orientó el predominio de las exportaciones primarias guiadas por los intereses agrarios sacrificándose con ello la ciencia y la tecnología.Por otra parte, el ahorro interno de las exportaciones primarias latinoamericanas se invierte en capitalismo especulativo y fugas de capital por parte de empresas extranjeras transnacionales, bancos privados y clase dirigente. No se invierte en industrialización, gracias al poder político de los grupos de interés que impide dicho proceso. La corrupción y las drogas terminaron de agudizar el problema. La creciente concentración del ingreso provocó insuficiencia de mercados internos y el capital extranjero -unido a que la clase terrateniente- han frenado el crecimiento de las exportaciones no tradicionales, porque amenaza su poder político y económico.
En América Latina, las clases dirigentes siguen protegiendo bienes de consumo y liberalizan la entrada de bienes intermedios, creando con ello más importaciones en beneficio del grupo importador y menos exportaciones. La IED en su forma de control ha resultado ineficaz, dado el control sobre los sectores claves de la economía. Los modelos de mercados libres competitivos y orientados a las exportaciones basadas en recursos naturales, han profundizado los problemas de desarrollo y han generado impactos irreversibles sobre el medio ambiente en América Latina. Lo anterior, unido al desempleo crónico, la desigualdad del ingreso y elevados costos y transferencias de tecnología, déficit comercial, el déficit fiscal, la financiación inflacionaria, la sobrevaloración monetaria, los sectores financieros orientados a la especulación, han agudizado el problema de la ciencia y tecnología en América Latina. En conclusión, en 512 años, América Latina, no ha contribuido a la humanidad con ningún avance en ciencias físicas y biológicas, matemáticas aplicadas a la ciencia, o en inventos, porque no ha podido encaminar la inversión pública y privada hacia esferas de la ciencia y la tecnología, porque la “autonomía del Estado” no ha podido hacer frente a sectores empresariales, grupos de interés y gremios poderosos.
Tampoco ha podido conducir la fuerza de trabajo hacia sectores científicos y técnicos, dados sus modelos educativos que privilegian las ciencias sociales, ni se ha podido crear una clase capitalista empresarial autóctona, dotada de una visión dinámica e innovadora capaz de llevar el proceso de cambio industrial y desarrollo previsto hacia la ciencia y la tecnología. El Estado ha tenido una autonomía muy reducida con respecto a las clases dominantes, la IED y el capital industrial local no ha cumplido el papel de agente dinámico. América Latina, lo que requiere en el siglo XXI es una reestructuración radical de sus economías, que permita modificar la estructura económica de exportación primaria dependiente de recursos naturales hacia una científica y tecnológica, basada en una economía del hidrógeno y fuentes alternativas. Para ello, se requiere un inclusivo y poderoso Estado Corporativo, cuyos recursos financieros captados vía política fiscal, se orienten hacia la ciencia y tecnología e industrialización en sectores empresariales de punta.