Cuando el 11 de setiembre del 2001 las famosas Torres Gemelas de Nueva York, cayeron abatidas por la acción terrorista producto del fanatismo religioso y el deseo de golpear el corazón mismo del capitalismo contemporáneo, el mundo se sintió abatido, consternado, dolido. Los medios de comunicación no solo llenaron sus páginas, espacios de radio y televisión de comentarios e imágenes, sino que fueron eco de las voces que, llenas de indignación, se escucharon por todo el orbe. Y con razón.
Pues aquí, en nuestro querido país, una banda terrorista ha venido destruyendo nuestras dos grandes Torres Gemelas, también como producto de un fanatismo ideológico que ve en toda actividad un negocio, y los costarricenses no hacemos nada efectivo por evitarlo.Me estoy refiriendo a la Caja Costarricense del Seguro Social y al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), nuestras torres gemelas institucionales que han permitido el desarrollo económico y la equidad social del país, desde su creación. La Costa Rica que hoy conocemos, y que la están destruyendo, nunca hubiera existido sin ellas, y que a pesar de todo han logrado soportar los embates de sectores conservadores. Estos, que nunca aceptaron que el Estado costarricense se preocupara de la medicina, telefonía y producción de energía eléctrica, sin que fueran un buen negocio directo para sus miembros, por lo que permanente han lanzado sus ataques desde sus atalayas en La Nación como cabeza visible, las organizaciones liberales al estilo de ANFE, y más recientemente la Academia de Centroamérica y CEFSA.
A diferencia de los terroristas en Estados Unidos, los ticos han utilizado una táctica más sutil, de más largo tiempo, pero igualmente destructiva. Como termitas se han introducido en la estructura institucional, construyendo sus nidos de corrupción que han ido cercenando, poco a poco, sus fines, objetivos, y las fortalezas financieras, éticas y morales.
Estos bichos neoliberales, fueron creando las condiciones necesarias para destruir a la CCSS y al ICE. Desde mediados de los años 80, los políticos que han llegado a ellas como Presidentes Ejecutivos, miembros de las Juntas Directivas o altos ejecutivos, no solo aceptaron las imposiciones de organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial que dispusieron, por ejemplo, que la construcción de plantas hidroeléctricas, hospitales y clínicas, entre otras cosas, no era una inversión sino un gasto. Ahí empezaron a laborar intensamente las termitas; posteriormente introdujeron efectivas formas de corrupción a través de contratos como el de Millicom en el ICE, o los préstamos de Finlandia y España en la CCSS, y el ICE-Alcatel después; con estos no solo se perjudicaron las finanzas, sino también la imagen y credibilidad de las instituciones.
Veamos el caso de la CCSS: Las bandas más voraces de estos bichos terroristas, se instalaron primero en la CCSS. Desde la Administración Monge, pero especialmente la de Oscar Arias 82-86; la disminución de las listas de medicamentos y su calidad, los puso en evidencia a lo que se sumó las llamadas “listas de espera”, cuya eliminación fue promesa de campaña de todos los candidatos del PLUSC y ninguno hizo nada efectivo. Las propuestas fallidas del FMI en los años 80 para cerrar hospitales, se cambió por el cierre de quirófanos y disminución de disponibilidades médicas, con lo que se obedeció la orden de la TERMITA MAYOR, pero con disimulo.
Por otra parte, los sindicatos actuando solo en su beneficio, las organizaciones médicas igual, los patronos sinvergüenzas e irresponsables que, al igual que los funcionarios de gobierno a los que cabe el mismo calificativo, no pagaron MILES de millones de colones de las cuotas obrero patronales provocando, todos ellos, el gravísimo deterioro institucional que todos hemos conocido en el último año.
Este deterioro, ha perjudicado al asegurado por el desmejoramiento de los servicios médicos y a la institución misma que, a pesar de su trascendencia, su defensa ha sido tibia y acobardada. Muchos de esos asegurados, con alguna posibilidad económica, han hecho esfuerzos y sacrificios para asistir entonces a los nuevos y lujosos hospitales privados, favorecidos enormemente por esta situación. Como si esto no fuera una gran ganancia para ellos, instituciones como el INS han contratado los servicios de quirófanos en estos centros, a razón de ¢12 millones al día como promedio y, de esa manera, han trasladado miles de decenas de millones de colones a las cuentas corrientes de estos brillantes negocios médicos.
De esta manera, en resumen, los terroristas ticos, disfrazados de termitas neoliberales, tienen al edificio institucional de la CCSS, al borde del colapso.