Las ágiles intervenciones de la politóloga Ana Lucía Hernández D., publicadas en este medio, en sus números 1955,1957 y 1958 de julio/agosto de este año, en relación con la transformación del equipo del Semanario Universidad que desea realizar la nueva Rectoría, han resultado valiosas porque revelan las causas que inspiran este cambio. Esto, desde luego, a juicio de la politóloga, porque los representantes de la Rectoría no se han pronunciado, al menos en este periódico, sobre el punto. Pero Hernández se ha autoidentificado como persona cercana al Dr. Jensen (Universidad, Nº 1955), de modo que es probable que sus afirmaciones posean fundamento. Se trata de asertos graves sobre la corrupción en la UCR y sobre la debilidad del periódico para denunciarla.
En el Nº 1957 la politóloga Hernández identifica las siguientes muestras de corrupción: negociación con el Banco Mundial que comprometió la autonomía universitaria. Grosero clientelismo en la última campaña electoral por la rectoría. Programas millonarios de la anterior administración (Dra. Yamileth González García) sin resultados efectivos. Aceleradas entregas de decenas de plazas en propiedad. Cuentas de teléfonos con montos excesivos y abusivos. Ante estos hechos, el periódico no investigó y guardó silencio.Algunas de estas denuncias, de resultar ciertas, no señalan hechos aislados de corrupción y quizás venalidad, sino que suponen procesos de corrupción institucionalizada. Es el caso del cambio de adhesiones electorales por prebendas y de los programas millonarios sin frutos. De parecida manera, aunque en otro plano, el trato con el Banco Mundial que habría manoseado la autonomía universitaria. La corrupción institucional, a diferencia de la puntual, no puede llevarse a cabo sin comprometer a autoridades. Vicerrectorías, por ejemplo, Oficina Jurídica, Decanatos, Direcciones de Escuela y carreras, etc. Supone asimismo pasividad cómplice de profesores e investigadores, de asociaciones de estudiantes y de su Federación y también de los trabajadores organizados. El asunto, al que hemos llamado feudalización de la UCR, es serio.
Tanto que uno solo de los ejemplos, el carácter de la negociación con el Banco Mundial, le costó su fulminante destitución al entonces Vicerrector de Investigación, Dr. Henning Jensen Pennington. Asuntos delicados, vidriosos, además de graves.
¿Tiene el Semanario Universidad, y su equipo de trabajo, la solidez/seguridad institucional para ser actor de este tipo de denuncias, si fueran fundadas? ¿Puede incluso avanzar investigaciones preliminares sobre ellas? Plantear prevenciones sobre una le costó la cabeza al Dr. Jensen. Y la opinión universitaria no se pronunció sobre su despido.
Imaginemos hipotéticamente que los ‘programas millonarios sin frutos’ hubiesen sido de competencia de la Vicerrectoría de Acción Social. ¿Habría permitido el Vicerrector de turno una pesquisa del Semanario sobre los hechos polémicos o dudosos? Y de permitirla, si la búsqueda hubiese confirmado la corrupción, ¿habría tolerado una portada del Semanario con su caricatura y la ilustración del despilfarro? El Vicerrector de Acción Social es el jefe institucional directo del periódico. Denunciar su gestión habría hecho rodar no una sino muchas cabezas. Y probablemente la población universitaria mayoritaria hubiese aprobado la guillotina con su silencio. A muchos universitarios no les interesa el Semanario. Denunciar autoridades les parece “rojillo”. O lo ligan con el dicho: “la ropa sucia se lava en casa”.
La forma de asegurar institucionalmente la capacidad crítica interna y social del periódico pasa por independizarlo de autoridades personales. Que dependa, por ejemplo, del Consejo Universitario que, cada cierto tiempo fijado por reglamento, realice su evaluación profesional integral y decida mantener o cambiar su equipo (por no cumplir metas), aunque no su carácter que debería quedar blindado por el Estatuto Orgánico. Me brinco el reto del financiamiento.
El semanario es vulnerable en relación con los “dueños del país” y con las autoridades personales universitarias. Su vulnerabilidad se agrava por la pasividad de los universitarios. Cambiar su equipo periodístico y su Dirección, porque hay nuevo Rector, significa poco o nada en relación con el desafío de asegurar su capacidad crítica. Más bien confirma el carácter feudalizado de la institución.