Primero, el nombre correcto del compuesto activo de los hongos psilocibios es psilocibina y no psicolocibina. Asimismo, el hongo utilizado en nuestras investigaciones no es el hongo “taca taca”. El nombre del hongo con propiedades psicodélicas que hemos empleado en nuestros experimentos es Psilocybe cubensis; una especie de hongo basidiomiceto que crece en la boñiga. Dicho sea de paso, este hongo —al igual que otras drogas alucinógenas— posee una toxicidad muy baja y carece de potencial de adicción. Sus efectos incluyen cambios marcados en los procesos de la percepción, la volición, el sentimiento y el pensamiento, pero sin causar mayores disturbios al sistema nervioso.
Segundo, no hemos empleado en nuestro laboratorio metodologías que nos permitan determinar directamente el potencial antidepresivo del hongo psilocibio. Por lo tanto, la afirmación que se lee en el título del artículo de que los “hongos alucinógenos podrían servir como antidepresivos” y lo aseverado en el primer párrafo, que dice que se encontró que “el hongo… podría tener efectos antidepresivos”, si bien es cierto, no se desprende de los resultados de nuestro trabajo. Nuestros hallazgos indican que el hongo Psilocybe cubensis podría tener efectos antiestrés. Ello se deriva de mediciones de los niveles de analgesia en ratas que fueron estresadas de manera impredecible, hallándose una hipoanalgesia varios días después de la última inmovilización. A dichos animales se les administró posteriormente una cocción del hongo psilocibio, observándose un restablecimiento de los niveles normales de analgesia. En otras palabras, el estresamiento (sumamente nocivo) de tipo impredecible genera un averío persistente en el control del dolor que una sola dosis del hongo enteogénico logra revertir.
Tercero, en el artículo se reporta sobre tres proyectos de investigación que son distintos. Sin embargo, el Sr. García los confunde entre sí. En realidad solo uno de los proyectos ha sido finalizado; los otros dos están iniciándose. El proyecto terminado corresponde a la fase II (estrés y analgesia). De este se derivan los resultados que se discuten en el artículo y que denotan que el estrés impredecible produce perturbaciones en la analgesia (propensión al dolor) que el hongo P. cubensis puede revertir a la normalidad. Los otros dos proyectos mencionados son: “Medición de la ansiedad en ratas Sprague Dawley machos estresados por tres distintos horarios de estrés” y “Efecto de la psilocibina sobre la ansiedad de la rata macho Sprague Dawley producida por un horario de estrés impredecible de inmovilización”. Estos corresponden a la fase III (estrés y ansiedad) y ambos están en un período inicial, por lo que aún no han arrojado resultados que puedan ser discutidos.
Por último, es importante subrayar que los alucinógenos —cuando son utilizados apropiadamente— no tienen efectos secundarios. Por el contrario, estos han sido altamente estimados por la humanidad, desde tiempos inmemoriales, debido precisamente a su capacidad de suscitar alucinaciones o visiones, un sentimiento de éxtasis, la disipación de los límites del constructo de sí mismo y una experiencia intensa de unión con el mundo. Estas drogas sagradas y medicinas chamánicas fueron de hecho centrales a los conceptos de salud, espiritualidad y bienestar, hasta que fueron demonizadas y rechazadas por las instituciones culturales europeas en el proceso del desarrollo del mundo moderno. No obstante, hoy en día los estudios con la psilocibina se han venido situando a la vanguardia científica; en las fronteras del estudio de la mente y el cerebro. Asimismo, ha venido emergiendo un renovado interés en el potencial clínico de los hongos psilocibios y de otras drogas alucinógenas, en el tratamiento de diversos trastornos psiquiátricos. Los hongos alucinógenos bien puede que sean el antídoto a una sociedad de la incertidumbre.