Se sabe que los griegos fueron pródigos en sistematizar mitos y llevarlos en los zurrones. Aqueronte, Caronte o simplemente el Barquero del Hades (el seudónimo es intrascendente) fue uno de tantos políticos que se apoderó del mercado de las almas y es una muestra (ficcional-literaria) de los tantos monopolios que existen.
El tipo no se anda con sutilezas: aquel difunto que no lleva su óbolo de oro (muchos historiadores de religión dicen que el óbolo es de plata) no puede pasar a la otra ribera del río y está condenado a vagar para toda la eternidad; imagínense ustedes el destino de los cientos, de los miles de griegos pobres…
En la actualidad, las diversas religiones han evolucionado de una forma admirable. Si usted no tiene dinero en efectivo, no se preocupe, puede dar su ofrenda de distintas maneras y en cómodas cuotas: las indiscutibles tarjetas de crédito, transferencias por Internet, la sistemática huella satelital con GPS incluido; en fin, usted no tiene ninguna excusa para no dar el diezmo y ganar millas para el paraíso.Por supuesto, hay otras manifestaciones de fe que pertenecen a los escogidos como la Cienciología, según su consigna, la “Iluminación” es el máximo grado de excelencia divina; no obstante, solo tiene que desembolsar un millón de dólares. Pero, no se desespere, usted puede iniciarse con la suma de 100 dólares y empezar el recorrido hacia la liberación del espíritu. Total, ya sabe usted que a los gringos se les iluminan los ojos cuando escuchan el sonoro sonido del dinero, y si es en oro y plata, la libertad del espíritu no tiene fronteras.
Haciendo un paréntesis cultural, los políticos nacionales nada tienen que envidiarle a Caronte o Tom Cruise –carismático seguidor de la Cienciología-, sus últimos cortos de propaganda televisiva los elevan a esa profecía esperada que repiten siempre: desarrollo de tecnología, progreso espacial, cero corrupción, aunque más de uno, en su delirio de grandeza, jura y perjura que ahora sí, con él las cosas cambiarán y todos podrán gozar de las mieses de la producción nacional (¿no era este el mismo discurso del TLC?), que él jamás tocará un solo céntimo por asesorías, capacitaciones, beneficios y demás “coimas” entre sutiles terceros.
Frases hechas o salidas recurrentes son las favoritas de estos malabaristas de la política local: muestran una profunda preocupación porque las instituciones más emblemáticas están a punto de naufragar (pero ellos, artífices de socavar sus bases, no lo recuerdan).
Enarbolan la bandera ecológica para cobijar a las nuevas generaciones (pero ellos nunca se han preocupado por la tala indiscriminada de árboles y sepultar humedales). Utilizan la imagen de la juventud para que todos aquellos incrédulos observen que aún no se ha desdibujado la utopía (pero ellos saben que las oportunidades sociales y económicas, que dicen promover, se cierran para miles de jóvenes excluidos de Limón, Puntarenas, Guanacaste…). Resuenan los ecos de Joseph Goebbels y estratégicos discursos para exaltar emociones, nacionalismo y otras verdades irrefutables.
En fin, esperemos que los políticos, cuando se encuentren en el muelle de Aqueronte, les cobre el peaje en un 100% más y los haga navegar hacia el infinito del Hades.