Mi abuela me cuenta de su matrícula en el edificio de Ciencias y Letras, hoy edificio de Generales, para conseguir aquellas tarjetitas para poder matricular.
Hoy yo no vivo eso a la hora de matricular, y enhorabuena, pues no me imagino corriendo por una tarjeta a las instalaciones deportivas, luego a Estudios Generales, pasando por Letras por el idioma y luego por Educación y Derecho por mis cursos de carrera. Seguro tendría que pasar entrenando todas las vacaciones con el equipo de atletismo, para casi lograrlo.Pero, yo les contaré a mis nietos que el actual sistema de eMatricula tampoco era gran cosa; les contaré que me asignaban una “profesora consejera” que me sugería “(…) retirarme de la carrera de Licenciatura en Derecho (…)”, y cuando le pedía respeto, su jefe me respondía “(…) es una pena que no aproveche la oportunidad para evitar mayores rezagos”, cuando le pedía en prematrícula cursos extracurriculares.
Les diré −como me lo dijo mi abuela− que todo es una experiencia, que en la vida uno se encuentra cada persona que se toma atribuciones abusivas y les intentaré hacer entender que un profesional es un ser humano íntegro, pues de lo contrario solo son tecnópatas; les diré a mis pequeños que el proyecto académico de cada persona es una de las decisiones más personales y respetables que un ser humano puede tener.
En la vida se debe aceptar un “no”; pero, que un extraño “aconseje” salirte de tu plan de vida… nunca.