Placebo democrático

En los pueblos libres el derecho ha de ser claro. En los pueblos dueños de sí mismos, el derecho ha de ser popular. Jose

En los pueblos libres el derecho ha de ser claro. En los pueblos dueños de sí mismos, el derecho ha de ser popular. Jose Martí

Los asuntos de la sociedad civil, pueblos, comunidades y demás sujetos colectivos (usen la perspectiva conceptual que prefieran), entran en acuerdo, contradicción, sorpresa o incertidumbre ante iniciativas privadas o del Estado, que intervienen en el espacio donde estos articulan su tejido social. La solución ha sido organizar procesos de consulta, pero  ¿por qué la necedad de rodearlos de halagos democráticos y en especial cuando hay recursos naturales de por medio?

Estas “grandes iniciativas”  son llevadas en andas por los grandes intereses  económico-políticos para la implementación de sus agendas, que aderezan con convocatorias  y refrigerios a los interesados en el “desarrollo y ampliación de oportunidades”.

Se les convoca después de un arrebato de conciencia, ante el surgimiento de un espíritu de responsabilidad, en algunas casos tildadas de histórica, otras de amistad, para contribuir y apoyar el crecimiento, sin embargo como siempre sucede es necesario un sacrificio inicial, siempre barato con respecto al futuro, un asunto de mera percepción dicen.

Bajo esta inocente descripción de responsabilidad y llamado casi divino a la salvación para los sujetos colectivos se esconde un ejercicio del poder, basado en el control y la expropiación de la iniciativa y voluntad de los sujetos, se prolonga y consolida la separación de los centros de formulación y decisión de aquellos sujetos colectivos.

El método de consulta utilizado a lo largo del continente, y otras latitudes ha sido un instrumento de doble filo para las grandes instituciones, empresas y gobiernos, pero ha demostrado ser un elemento para el  beneficio de la iniciativa visitante, con una constante cooptación y manipulación,  para facilitar así el desmembramiento de los liderazgos locales y secuestro de las agendas locales en aras de las  iniciativas impuestas. Todo esto con aires de maquillaje, para “suavizar” los cambios estructurales promovidos por las “grandes agendas”, una forma de disciplinar a las sociedades, “premios” para que acaten los mandatos macroeconómicos.

En la mayoría de los casos la consulta ha demostrado el constante divorcio del centro del poder económico-político y la vida de los sujetos colectivos, estos mecanismos de manipulación para legitimarse, han provocado importantes costes sociales, elevando los niveles de violencia centrados en la intimidación y represión, con el fin de que la propuesta sea aprobada.

Este divorcio latente entre la consulta y los reclamos históricos por una participación real, lleva  a cuestionar su uso, refleja la incomprensión y en algunos casos la mala fe  de los círculos económico-políticos en la dirección y gestión de las iniciativas. Debe ser de interés la modificación de estos “usos y costumbres” para la gestión. Apuntalar hacia la reconstrucción de canales  donde involucren a los sujetos desde la identificación (de las iniciativas), y no sean los intereses de los grupos económico-político los que definen de antemano los límites y alcances.

Las nuevas formas de construcción para las iniciativas pasan por olvidar en primer lugar los grandes mandamientos del poder, conducir y controlar, para así desmantelar los mecanismos que se han tejido entorno a la administración y gestión, esos enclaves que impiden la descentralización del nacimiento de las iniciativas. Es necesario en este aspecto, desconstruir la cortina tecnócrata heredada de los oscuros años noventa, y que reviste aún a los centros de decisión, para avanzar hacia la incorporación de las vivencias y experiencias de los sujetos colectivos, a partir de sus propios procesos como elemento central, es decir reconstruir desde la participación real.

La democracia pasa por la necesidad histórica de superar la lógica de un centro económico-político que dirige y disciplina, por una visión de múltiples actores donde gestionan desde sus características identitarias en coordinación con la redistribución de los recursos según sus necesidades, para así gestionar desde su conveniencia. La disciplina del poder engendra proyectos que son consultados para legitimar su accionar, la democracia lo redefine cuando sus miembros proponen, diseñan, aprueban, gestionan y evalúan desde sus capacidades, solidaridad y complementariedad.

En pocas palabras una sociedad solidaria, participativa e incluyente.

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