¿Por qué triunfó Laura Chinchilla?

El hecho de que una gran mayoría de la población, de todos los sexos, edades, niveles educativos, condición económica e incluso filiación partidaria, diera su voto para elegir a la primera mujer Presidenta de la República, en Costa Rica, es un hecho demasiado contundente como para ser despachado con análisis simplistas y tradicionales. Por un […]

El hecho de que una gran mayoría de la población, de todos los sexos, edades, niveles educativos, condición económica e incluso filiación partidaria, diera su voto para elegir a la primera mujer Presidenta de la República, en Costa Rica, es un hecho demasiado contundente como para ser despachado con análisis simplistas y tradicionales.

Por un lado, se afirma que Costa Rica ratificó su carácter de país conservador al volcarse nuevamente sobre un partido tradicional, como Liberación Nacional, en lugar de darle una oportunidad al PAC. Por el otro, se lo clasifica de “derechista”, por la misma razón.

Sin embargo, el éxito electoral logrado por Laura Chinchilla, una mujer, no es poca novedad: el país votó por un cambio, aunque no sea uno radical.
Me explico. Si la clasificación política de “derecha” e “izquierda” tradicionalmente se ha vinculado al tema de los intereses económicos según la clase social, se olvida –o se invisibiliza- el hecho de que la relación histórica entre los sexos, de dominancia masculina y subordinación femenina es, ante todo, una relación económica, pues aporta ventajas para los hombres al liberarlos del trabajo doméstico de la reproducción de la fuerza de trabajo, y asegura desventajas para las mujeres que buscan su autonomía mediante el estudio y el trabajo remunerado.
Una de las carencias de los programas electorales de la izquierda ha sido, precisamente, no desnaturalizar esta primera y más elemental forma de explotación y poner el peso en las luchas contra las diferencias de clase, pero obviando que precisamente la clase de las mujeres es la primera clase oprimida de la historia.
Así, sin considerar si lo cumplirá o no –cosa que está por verse-, el programa electoral de la ahora Presidenta electa fue el único que ofreció de manera destacada soluciones para atender una de las necesidades más apremiantes de las familias, y particularmente de las mujeres costarricenses, en el contexto del modelo económico actual: un sistema de cuidados para la infancia y para las personas adultas mayores.
Como es sabido, las mujeres costarricenses han encontrado en la educación una de las herramientas mediante las cuales les es posible revertir, en parte, la discriminación que existe en su contra en el mercado laboral: los patronos las valoran como un recurso humano disminuido debido a que “tarde o temprano” se retirarán del empleo para criar hijos e hijas. Esto, sin mencionar la discriminación de que son objeto por el solo hecho de ser mujeres, es decir, por ocupar el lugar “feminizado” de la relación entre los géneros.
El hecho de que no existan centros de cuidados donde puedan permanecer las hijas e hijos durante la jornada laboral, afecta sobre todo a las mujeres. Bajo el actual modelo, que ya no garantiza prácticamente a ninguna familia que pueda sustentarse con el salario de un solo proveedor, esto implica que las mujeres tienen el doble de la carga global de trabajo (remunerado más no remunerado) que los hombres.
Súmense a esto los cuidados que mayoritariamente ellas también deben asumir con una población crecientemente adulta mayor y se entenderá por qué el hecho de que la candidata del PLN hubiera relevado estos problemas, en su oferta electoral, le ganó claramente los votos de las mujeres y de las personas adultas mayores.
Pero, por supuesto que esto no lo explica todo. Y aquí es necesario señalar el error político en que incurrió un grupo de feministas al no reconocer la importancia de que el PLN postulara a una mujer a la Presidencia de la República –cosa que el PAC escamoteó, pero aquí no hubo pronunciamiento feminista-, con el pretexto de que el PLN es un partido de derecha. Evidentemente no opinaron igual las decenas de miles de mujeres que le dieron su voto a Chinchilla porque, aunque no sean feministas convictas y confesas, comprendieron la importancia de que las niñas de este país supieran lo que las mujeres pueden alcanzar.
La lucha por la igualdad entre los sexos y contra el machismo, pues, tuvo todo que ver en esta campaña política, en un contexto en el que las mujeres jóvenes están poniendo crecientemente por delante su formación educativa y el logro de metas personales, antes que el matrimonio y la maternidad. Es decir, que la tasa de fecundidad ha venido descendiendo no solo porque las mujeres deben/quieren tener autonomía económica y es cada vez más difícil compatibilizar esto con el cuidado de hijas e hijos, sino porque, más educadas, están ejerciendo el derecho de tomar decisiones sobre sus vidas y sus cuerpos que no pasan ni por la maternidad ni por el matrimonio. ¿Qué cambio menos conservador que este?
Un segundo punto que merece reflexión es el hecho de que, por tercera vez –si contamos el estrecho triunfo del PLN sobre el PAC en las elecciones anteriores, y el resultado del Referéndum-, una mayoría de la población se inclina por un partido tradicional en vez de abrir camino a un partido apenas “centrista” como el PAC.
Y creo que esto obliga a la izquierda a revisar tanto su noción de lo que es el “pueblo”, como su aplicación, como dije antes, de las categorías de “derecha” e “izquierda”.
Costa Rica ha cambiado mucho desde la aplicación del modelo neoliberal, y uno de los cambios fundamentales es que el sector privado se ha convertido en el mayor empleador del país (84,4%, versus 15,6% en el sector público). Si el miedo a la contracción o retiro de las inversiones, o a los despidos como represalia, influyó en que las personas votaran por el “Sí”, en el Referéndum, por temor a perder sus empleos, no hay razón para pensar que la cosa sería diferente en un contexto de crisis económica internacional que ya había generado el incremento del desempleo.
Pero, más importante aún. ¿Qué es derecha y qué es izquierda, hoy? ¿No es un error clasificar de manera simplista al PLN como un partido de derecha, cuando incluso después de la aprobación del TLC, no ha arremetido, por ejemplo, contra la CCSS? Por supuesto que en el PLN, o a su alrededor, hay sectores netamente neoliberales, de derecha, pero, ¿no es un error obviar el hecho de que la base social que sustenta la organización de sus éxitos electorales, es también parte de ese “pueblo” que está impidiendo el desmantelamiento total del Estado social?
Uno de los desafíos para construir una alternativa de izquierda viable y masiva, en Costa Rica es, pues, atreverse a mirar la realidad en toda su novedad y complejidad. Hoy por hoy, la barrera entre la derecha y la izquierda en nuestro país pasa por la transformación efectiva de la desigualdad entre los sexos, el mantenimiento y ampliación de los derechos laborales, por la defensa del carácter social de los servicios fundamentales y del medio ambiente, en todos los casos frente a la vocación de lucro y usura que palpita no solamente en el corazón de cada gran capitalista, sino también en los corazoncitos de muchos pequeños y medianos productores, así como de trabajadores. Y por la defensa de los derechos de todas las personas al bienestar, una noción de bienestar que incluye defender con firmeza la autonomía y libertad de elección personal frente a las imposiciones religiosas o fundamentalistas, del tipo que sean.
Será frente a estos temas que veremos cómo se construyen y desplazan las alianzas de “derecha” y de “izquierda” en la nueva Asamblea Legislativa.

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