¿Relaciones de patronazgo en la política nacional?

Sin duda este Semanario, los medios de comunicación nacionales y las redes sociales nos sorprenden a diario, con diversos casos de corrupción y con

Sin duda este Semanario, los medios de comunicación nacionales y las redes sociales nos sorprenden a diario, con diversos casos de corrupción y con conductas carentes de integridad en el  ejercicio de la política nacional.

Con el fin de iluminar esta situación tal vez debamos recordar el “sistema de patronazgo”, el cual reguló las relaciones mutuas de la gente en el antiguo imperio romano. En este sistema quizá se pueda hallar una clave valiosa para entender y explicar muchos de los comportamientos, conductas o casos de corrupción que hoy nos abruman como sociedad.

Para estudiosos de la cultura mediterránea del siglo I, como Malina y Rohrbaugh, el “sistema de patronazgo” determinó de manera importante las relaciones socio-económicas  y la reciprocidad generalizada entre personas de distinto nivel social.

Así, un individuo de clase baja (el “cliente”) hacía frente a sus necesidades personales o familiares recurriendo a los favores de una persona de condición superior (el “patrón”); al recibir el favor, el cliente prometía implícita o explícitamente devolvérselo al patrón cuándo y cómo éste lo determinara. Al conceder un favor, el patrón prometía a su vez estar abierto a ulteriores peticiones, en momentos no especificados.

Estos vínculos abiertos de reciprocidad patrón-cliente existieron en toda la cuenca del mediterráneo, especialmente a partir de la República romana, donde las obligaciones mutuas entre patrón y cliente eran consideradas sagradas y, a menudo, se hacían hereditarias.

Las grandes familias se vanagloriaban del número de sus clientes y trataban de aumentarlo entre generaciones. De los clientes se esperaban deberes serviles y se consideraba importante la alabanza pública del patrón; y en recompensa, los clientes podían recibir diversos favores o servicios.

Conforme el estilo de patronazgo romano se fue extendiendo a las provincias del imperio, cambió su carácter formal y las obligaciones mutuas degeneraron en la búsqueda de pequeños favores y en la manipulación. Los clientes competían en busca de patronos, del mismo modo que estos lo hacían en busca de clientes, contendiendo desesperadamente por conseguir una posición ventajosa económica o política.

Como se puede notar, dicho sistema de relaciones y de reciprocidad mutua parece seguir vigente, pues tiene la capacidad de crear redes de lealtades de beneficio mutuo, que son muy eficientes para quienes se integran y perpetúan el sistema.

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