hasta cierto punto, para tomar decisiones dentro de su ámbito de acción. Las profesiones
parten de ciertos paradigmas teóricos para producir conocimiento y ofrecer soluciones
a problemas sociales. Sin embargo, según el número de variables en juego, el juicio
profesional debe ser más riguroso a la hora de tomar decisiones.
El diagnóstico y el diseño para la solución de un problema social son dos momentos
básicos en cualquier intervención profesional. Ante un evento problemático, primero se
parte de un diagnóstico de la situación, y, en un segundo momento, se plantea un diseño
que indique la forma cómo se va a resolver el evento problemático.
Sin embargo, no toda solución técnica resuelve un problema social. Algunas respuestas
técnicas podrían tapar la gotera pero no detener el aguacero. Al diagnóstico y al diseño
hay que agregarle la evaluación ética.
La evaluación ética por lo general está ausente en el juicio profesional. Y en esto hay
que ser radical: una respuesta técnica no supone necesariamente una evaluación ética.
Los dilemas y conflictos éticos no son dilemas y conflictos técnicos, ni una respuesta
técnica es sinónimo de una respuesta ética.
La evaluación ética no es una respuesta superficial. Se trata de una auténtica heurística
de la acción. Para que una acción cumpla con una evaluación ética real debe someterse
a una heurística profunda donde se examinen muchas variables en términos de costo-
beneficio de una supuesta solución a un problema social. Debe tomarse en cuenta las
consecuencias reales y potenciales a largo plazo en la ejecución de un proyecto. Los
remiendos, las soluciones superficiales, generan mayor costo a largo plazo.
Las pequeñas islas racionales nunca tendrán una visión de conjunto. Algunas respuestas
técnicas inmediatistas hacen remiendos, pero no resuelven el problema de fondo.
La visión limitada impide ver el horizonte en toda su complejidad, obstruyendo un
desarrollo humano y económico real.
Muchas soluciones profesionales están condicionadas por los intereses del mercado.
Intereses económicos particulares determinan el bienestar de una sociedad en toda su
complejidad. La limitada voluntad de acción ética causa perjuicio social. Son muchas
las obras nacionales que muestran esta limitada capacidad de acción ética y tan pobre
visión profesional. Tómese como ejemplo la Ruta 32, una carretera que parece fue
diseñada teniendo como modelo una maqueta de boyeros, nunca una visión enfocada
al desarrollo económico, demográfico, cultural y su consecuente impacto ecológico.
Para entonces fue una respuesta técnica sin evaluación ética. Las consecuencias de
una respuesta de corta visión son muchas, y muchas de ellas de gran lamento: vidas
humanas. Pero también, asuntos comerciales están en juego afectando inexorablemente
la economía de un país. Algunos creyeron que no necesitábamos calles amplias porque
imaginaron siempre una Costa Rica marchando en carreta de bueyes.
El punto ahora es saber cuál es el plan de acción, si se hará un remiendo más en esa
ruta productora de muerte. Si impera una respuesta técnica estrecha y sin visión, es
posible que, al cabo de unos veinte o más años estemos escuchando la misma noticia:
se informa que la Ruta 32 permanecerá cerrada por derrumbes en la vía (dónde más)
debido a un pequeño aguacerillo…
Una evaluación ética va más allá de una respuesta inmediatista. El juicio profesional
no tiene que ser únicamente un juicio técnico a corto o cortísimo plazo orientado
por intereses económicos y una filosofía estrecha. No se trata de una solución
de cuatro años. Los problemas sociales no cambian con cada gobierno y es una
ofensa dar por respuesta remiendos políticos a personas que volvieron confiar.
Lamentablemente, parece (es pura imaginación mía) que la política actual consiste
en echarse unos cinquillos a la bolsa en el tiempo récord de cuatro años, y luego, dada
la “incuestionable” experiencia política de algunos, pasar a otro puestillo para seguir
esquilmando al pueblo.
La responsabilidad política consiste también en abrazar fuertemente un compromiso
ético (no como discursillo de campaña). Un compromiso ético implica una evaluación
rigurosa de las decisiones por tomar. No es suficiente con tener buenas intenciones. Se
tiene que indicar cuándo y cómo ejecutarlas, bajo un enfoque de transparencia ética real.