Cuando se publicó la ley de desconcentración de clínicas y hospitales, número 7852 del 24 de diciembre de 1998, se crearon tres figuras de desconcentración instrumental importantes: el manejo presupuestario, la contratación administrativa y la organización de los recursos humanos a cargo de los órganos desconcentrados, siendo el Director la persona responsable de su conducción (art.9). También se introdujeron dos figuras: las juntas de salud y los compromisos de gestión. Las primeras como entes auxiliares de participación ciudadana para mejorar el desempeño de los centros de salud y los segundos como instrumentos gerenciales de evaluación de resultados.
En años previos a la promulgación de esta ley, la Caja venía de un periodo de concentración máxima, en donde el eje de la toma de decisiones recaía en el nivel central, siendo las decisiones políticas resorte de la Junta Directiva, dirigida por un Presidente Ejecutivo, brazo del Poder Ejecutivo de turno, no obstante la autonomía de la cual goza el Seguro Social. Debe abonarse en tal sentido que la cultura de la toma de decisiones ha sido centralizada, siendo su máxima expresión durante los gobiernos de Monge (82-86) y de Arias (86-90), todo ello sea dicho como una forma de enfrentar la crisis administrativa y financiera de aquel entonces. La misma regionalización emprendida en los inicios de los años ochenta quedó desdibujada con esta fuerte cultura de toma de decisiones centralizadas. La regionalización, desde su origen, se dividió en dos estamentos con nulos vasos comunicantes: los servicios médicos por un lado y los servicios financieros, de recaudación y pensiones por el otro; aún hoy, en una misma región geográfica pueden existir dos direcciones regionales con escasa comunicación, o bien una Sucursal Administrativa y un Área de Salud, totalmente independientes entre sí.En el ínterin se han conocido varios informes especiales, los llamados de notables, en donde de una u otra manera se refieren a la crisis del Seguro Social. Mientras tanto, en la parte de pensiones, unos organismos apuntan tener datos que no coinciden con los de la CCSS respecto de la solidez del régimen de invalidez, vejez y muerte, incluso pensando a pocos años plazo. Los ciudadanos vemos esto como seguir una pelota durante un juego de ping pong.
En materia de recursos humanos, las fijaciones de escala y salariales provienen del nivel central (llámese Junta Directiva); en forma similar se da con la preparación de ciertos puestos de trabajo, como la de médicos especialistas. La formación de especialistas se realiza en coordinación monopólica con la Universidad de Costa Rica mediante un esquema de selección y asignación de plazas para residentes, que data de los años setenta. Personal auxiliar de enfermería solo es formado por la Caja.
Por otra parte, como una forma de contención de gastos, se ha llegado a estimar la capacitación como un gasto y no como una inversión. Cierto, la capacitación tiene un costo importante, pero es más caro no capacitar a la gente que se enfrenta día a día al avance de la tecnología, a nuevas aplicaciones diagnósticas y terapéuticas o a sistemas administrativos y de información más ágiles.
Ahora la Caja anuncia que vuelve a la centralización de las decisiones en materia de manejo organizacional. Muy bien, pero una desconcentración verdadera nunca se hizo, la ley fue solo una expresión de buenas intenciones. Esta no proveyó las herramientas indispensables a los entes desconcentrados; como tampoco durante este tiempo ha variado la cultura de centralización que tiene este país. No nos son desconocidas las noticias de los segundos semestres de cada año: las gerencias del nivel central, por siempre, han tenido que intervenir porque los presupuestos de las unidades no alcanzan para cubrir los compromisos adquiridos, resultando que se toman recursos de un lado para ponerlos en otro. Y al año siguiente lo mismo, sin mayores repercusiones.
