El otro día, en ocasión de la iza de la bandera en el nuevo Estadio Nacional, cinco uniformados vestidos de oscuro pegaban brinquitos medios raros para cualquier costarricense criado en un ambiente civilista, mientras el símbolo nacional subía y subía. Con antelación a este singular hecho, un alto jerarca de la Escuela Nacional de Policía convencía a un reportero de la televisión nacional sobre la necesidad de “más preparación” para nuestra “civilista policía”, a fin de sacar de nuestras calles a tanto maleante y narcotraficante, mientras allá, al fondo, la cámara del noticiero mostraba cómo ondeaba en el patio de tan importante instalación nacional una bandera de Israel.
Son hechos aislados que no remiten a nada, como a nada dirigen los acontecimientos cuando tratamos de verlos en forma separada. La situación con Nicaragua por la isla Calero y la inexistencia de vigilancia fronteriza no nos dicen nada, si no buscamos el bosque y el negocio de la importación de mano de obra barata nicaragüense para grandes cañeros y cafetaleros criollos, los planes turísticos, económico, comerciales, energéticos con las aguas del San Juan, o la importancia militar del río y la misma isla, incluso para terceras naciones más allá del istmo.
Por eso, las declaraciones en Holanda de nuestro canciller, ingeniero René Castro, en ocasión de la situación con Nicaragua, no solo secundaron las de la mandataria, doña Laura Chinchilla, cuando abogó por la formación de otro cuerpo policial para fronteras, sino que transparentemente don René nos da luz por dónde va la bola. Nuestras fuerzas policiales públicas en los últimos años, han sido transformadas por nuevas “líneas internacionales” en materia de seguridad –la amenaza ya no es el comunismo sino el narcotráfico y el terrorismo-, por lo que han recibido adiestramiento israelí, de la cuestionada DAS colombiana y efectivos estadounidenses, entre otros.
Y a fin de seguir con el asunto y de evitar acusaciones de desvirtuar palabras de nuestro canciller Castro, cito textualmente: “Es hora de reconsiderar el pacifismo que caracteriza a Costa Rica. Es hora de armar fuerzas de seguridad que no se llamen ejército… es hora de armar un cuerpo de seguridad con entrenamiento especializado como el de Panamá, quizá parecido a los Carabineros de Chile…” (La Nación 13 de enero 2011, pág. 6 A).
Coincido plenamente con el canciller que el nombre es lo de menos. Los “Carabineros” chilenos no aparecen como cuerpo militarizado, y más bien el origen de ellos es humilde y equino, pues nacieron de los cuerpos de caballería chilenos, cuyos miembros portaban una humilde carabinita. Su grito es “orden” y “patria”.
Refiérome especialmente a los “carabineros” porque recuerdo a ilustres funcionarios de éste y anteriores gobiernos cuando cursábamos estudios en mi querida Universidad de Costa Rica y aquel 9 de octubre de 1972 este cuerpo “policial” chileno tuvo preponderancia en el golpe de estado contra el presidente Salvador Allende, elegido democráticamente. Muchos de estos funcionarios y exservidores -como don Eduardo Doryan, el licenciado Alfonso Stevanovich, el exdiplomático Ricardo Lizano, entre otros borrados por el tiempo de mi memoria- forjaron en el suscrito una inamovible conciencia civilista. Por los que guardo eterno agradecimiento.
Nuestra comandante en jefe y presidenta, así como Castro, llevan total razón. La primera urgió a su grupo de diputados la creación de un impuesto especial para financiar un nuevo cuerpo armado que, ahora sí, cuidará nuestras fronteras. El segundo opina que el nombre adoptado por la futura organización de las fuerzas armadas civilistas costarricenses (no tendría razón hablar de capacidad de combate), es lo de menos, sino interesa que “tengan capacidad de defensa contra ejércitos extranjeros”. La aclaración ulterior de lo que dijo y quiso decir es secundario.
Lo importante es que el artículo 12 de la Constitución Política proscribe el ejército solo como institución permanente –deja abierta la posibilidad de ejército con fines transitorios- y asigna la vigilancia y conservación del orden público a fuerzas policiales necesarias. Colofón de lo anterior entonces conviene que los cuerpos armados del país públicos y privados reciban “ayuda” civilista de Colombia, Corea, Chile, USA, Israel, de todo el que quiera ayudarnos, bienvenido. Sí por “a” o por “b”, mañana tenemos que unificar en un solo mando nuestros policías, naval, aire y tierra, recordemos que el nombre es lo de menos. Además, cualquier donación de tanques, aviones de combate (contra el narco y para cuido de fronteras, aclaro), radares, instrumentos de espionaje (en caso como el referéndum y seguimiento de sindicalistas estos son de suma importancia), deberá conservar el carácter “civilista” costarricense y así venir rotulado, pues el ejército está proscrito. Recuerden cada 1 de diciembre celebramos la abolición de tal e innecesaria carga.