Los caricaturistas del periódico humorístico Charlie Hebdo, acribillados por terroristas en París el 7 de enero, cumplían con su misión y lo que sus lectores esperaban de ellos: hacerlos reír con dibujos irrespetuosos.
En una sociedad democrática quien quiera burlarse del diablo, la virgen, mahoma o el presidente debe poder hacerlo, y quien se sienta ofendido tiene el derecho de enojarse y protestar, pero debe correr tinta, nunca sangre (ni condenas judiciales).
Hay quienes acusan a Charlie Hebdo de ser prensa chabacana y grosera, pero la libertad de expresión solo garantiza que la prensa sea libre, no que sea “de calidad”, “constructiva” o cualquier otro adjetivo edificante. Charlie Hebdo publica provocaciones deliberadas que ponen a prueba los límites de la libertad de expresión con el fin de expandirlos. Ese es su mayor aporte.
Para hablar bien de cualquiera la libertad no requiere protección; las garantías son necesarias cuando se difunden informaciones o ideas incómodas, que ofenden, mortifican, resultan ingratas o perturban y es esa libertad la que permite un debate público desinhibido, robusto y completamente abierto.
Hoy el mundo conoce a Charlie Hebdo y se ríe con sus irreverentes dibujos. Nuestra risa es el mayor homenaje a las víctimas del terrorismo.
Esta es una muestra de caricaturas, una de ellas de Cabu, muerto en el ataque, y el resto alusivas a la tragedia, de artistas internacionales y costarricenses. ¡A reír!