La Iglesia costarricense está en deuda con una sociedad que se empobrece cada vez más
Monseñor Hugo Barrantes fue designado nuevo arzobispo de San José, por sus características pastorales y la actitud permanente de actualización teológica.
Las designaciones de Monseñor Hugo Barrantes Ureña como nuevo arzobispo de San José y Vittorino Girardi en la Diócesis de Tilarán abren la posibilidad para que la Iglesia Católica impulse cambios urgentes que le permitan enfrentar los problemas internos y propiciar una mayor respuesta a los problemas sociales.
Las características pastorales y la actitud permanente de actualización teológica que identifican a Monseñor Hugo Barrantes Ureña, pudieron ser los aspectos que ponderó el Vaticano para designarlo como el sexto arzobispo de San José, en sustitución de Román Arriera Villalobos, quien ocupó el cargo durante 32 años.
Aunque la sustitución era esperada, no fue sino hasta el pasado 13 de julio cuando oficialmente el Vaticano anunció al sucesor de Arrieta, quien hace dos años cumplió los 75 años, fecha límite en que un obispo puede mantenerse en su cargo según las disposiciones del Código de Derechos Canónico que rige la administración de la iglesia católica en el mundo.
Por su parte Arrieta, hasta la fecha Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) ha enfrentado serias crisis eclesiales no solo en San José, la diócesis más antigua del país, sino al interior de la Conferencia, donde la lentitud en la toma de decisiones y las posiciones proclives a los gobiernos de turno, han generado roces que no siempre han salido a la luz pública.
Con una trayectoria importante en cargos eclesiales que le ha permitido presidir instancias de coordinación obispal en el nivel centroamericano, incluido su deseo expreso de ser designado cardenal por el Vaticano, Arrieta se constituyó en una pieza clave de Roma en la convulsa Centroamérica de los años 70 y 80.
En el ámbito nacional, Arrieta fue en la década de los 90 mediador en conflictos entre el gobierno y organizaciones campesinas y de trabajadores. Sin embargo fue el centro de fuertes polémicas al percibirse que sus pronunciamientos y actitudes favorecían las decisiones más polémicas de los gobernantes.
Ejemplo de ello fue la posición de apoyo al polémico proyecto de privatización de la energía y las telecomunicaciones que Arrieta apoyó a capa y espada frente a los demás obispos, para quienes la privatización de los servicios eran lesivos para el país.
Sus declaraciones contra grupos y organizaciones de homosexuales llevaron a Arrieta a los tribunales de justicia hace cuatro años y la excesiva tolerancia frente a casos de abuso sexual de menores, cometidos por sacerdotes a su cargo, han generado el malestar a lo interno y externo de la Iglesia.
Sus desacertadas declaraciones a la prensa emitidas el año pasado en defensa del padre Mainor de Jesús Calvo, director de la fenecida Radio María de Guadalupe y su oposición a que se realizaran auditorías sobre el manejo de fondos en esa radio, le provocaron roces internos con algunos de los obispos, hasta que la CECOR en pleno lo obligó al cierre de la emisora y a sancionar al cura por los abusos metidos.
A sus 77 años de edad, Arrieta dejará su cargo como arzobispo, pero no se descarta que su cercanía con los sectores más conservadores del Vaticano lo ubiquen en algún puesto diplomático o administrativo regional.
NUEVOS AIRES
En este contexto Hugo Barrantes emerge con la imagen de un pastor con alma de campesino, cuyo compromiso con el Evangelio lo llevó a ser designado cura en casi media docena de parroquias y a desempeñar cargos a favor del impulso misionero.
El 16 de julio de 1998, el «padre Hugo», como todavía le llaman los fieles que lo conocen directamente, fue designado primer obispo de Puntarenas y será a partir de octubre cuando llegue a la arquidiócesis para ser el sexto obispo en ese puesto.
Consultado sobre esta designación, Monseñor Ignacio Trejos, obispo de San Isidro del General, recordó a UNIVERSIDAD que Barrantes fue el primer sacerdote ordenado en esa diócesis y por lo tanto para esa iglesia local, la llegada al arzobispado es un motivo de profunda alegría.
«En mi caso, puede decir como Simeón: «Deja que tu siervo descanse en paz» porque se han cumplido mis deseos de ver a monseñor Barrantes como nuevo arzobispo», expresó con emoción el prelado.
Según Trejos, Monseñor Barrrantes es un auténtico pastor que ha desarrollado una larga labor apostólica en casi todas las parroquias de la Diócesis de San Isidro y consideró que el reto fundamental que debe enfrentar en su nuevo cargo tiene que ver con ordenar al clero arquidocesano.
«Él es muy cuidadoso de sus sacerdotes, se identifica con sus colaboradores y es abierto a la escucha y al diálogo. Por eso los sacerdotes de la arquidiócesis deben sentirse muy satisfechos de la designación, ya que les permitirá enfrentar los problemas que esa iglesia particular tiene», agregó Trejos.
Por su parte, Albino Vargas, Secretario General de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), dijo que los sindicatos esperarán que con el cambio surja una nueva orientación eclesial que permita a la Iglesia ser más coherente con los principios de la doctrina social de la iglesia.
«La iglesia tiene ahora la posibilidad de recuperar los ideales que impulsó en la década de los 40, los cuales se ven amenazados ahora por la reversión y la contrarreforma en lo social que impulsan los procesos de globalización», continuó.
«Creemos que Iglesia Católica tiene una deuda histórica y moral que debe asumir: impedir a través de la práctica y la prédica, que se profundice la pobreza y se dé una concentración de la riqueza», finalizó el líder sindical.
Barrantes debe decidir en los próximos meses si requiere de un obispo auxiliar, por cuanto Monseñor Antonio Troyo Calderón, también cumplió la edad de retiro.
Pero los cambios en la jerarquía local continúan: la semana anterior fue también designado el sacerdote comboniano de origen italiano, Vittorino Girardi, como próximo obispo de la diócesis de Tilarán.
Girardi, con 64 años de edad, es doctor el Teología y sustituye a Héctor Morera Vega, quien había presentado su renuncia en febrero pasado al Vaticano al cumplir los 75 años.
Además, falta designar al sucesor de Barrantes en Puntarenas; la erección de la nueva diócesis de Cartago; y nombrar al sucesor de Monseñor Ignacio Trejos, quien cumple la edad de retiro el 31 de julio de 2003.