Primer guardaparques que tuvo el país: Ningún gobierno se preocupa en apoyar a los parques

A pesar de que inicialmente algunos gobiernos impulsaron la creación de parques nacionales, ninguno ha asumido un compromiso real para dotarlos de lo necesario

Privatizar los parques nacionales no resuelve sus problemas, considera Carlos Castrillo, el primer guardaparques que tuvo el país.

A pesar de que inicialmente algunos gobiernos impulsaron la creación de parques nacionales, ninguno ha asumido un compromiso real para dotarlos de lo necesario para que sus funcionarios ejerzan una adecuada protección, aseguró Carlos Castrillo Castrillo, reconocido como el primer guardaparques del país y quien todavía labora en la Reserva Natural Absoluta Cabo Blanco, en la Península de Nicoya.

Castrillo piensa que sin parques nacionales Costa Rica sería hoy un desierto y está preocupado por los daños ambientales que provoca la actual expansión inmobiliaria.

Con 60 años de edad y 36 años de prestar servicio en la mencionada área de conservación, en agosto pasado recibió un homenaje en el Parque Nacional Barra Honda por su trayectoria pionera, la cual arrancó tras ser contratado por el antiguo Instituto de Tierras y Colonizaciones (hoy Instituto de Desarrollo Agrario), para cuidar lo que fue el primer parque nacional: Cabo Blanco.

Casado y con 8 hijos, Castrillo vive desde hace 53 años en Malpaís –cantón de Puntarenas-, y está a la espera de reunir los requisitos para pensionarse, con el fin de dedicarse a guía turístico, actividad en la que puede continuar vinculado con la naturaleza y promover la protección de los recursos naturales.

¿Cuándo y dónde se inició usted como guardaparques?
Fue en junio de 1972, en la Reserva Natural Absoluta Cabo Blanco.

¿Le hubiera gustado dedicarse a otras labores?
Tenía algunas otras, pero a mí me gustó esto desde joven y por eso me “empatiné“ como guardaparque. Siempre me gustó el medioambiente y cuando empecé me encontré con don Nicolás Wessberg (ciudadano sueco, impulsor de la creación de la mencionada reserva), que fue uno de los pioneros de los parques en Costa Rica y entonces me ayudó a conocer mejor la situación del ambiente.

¿Es posible trabajar como guardaparques y tener una adecuada vida en familia?
Depende de las circunstancias. Yo tuve la suerte de estar un poco cerca de mi familia. Al principio sí conocí compañeros que tal vez vivían en Guanacaste y tenían que ir al parque Corcovado, por ejemplo. Me tocó estar en otros parques, al llevar cursos o apoyar de manera temporal.

¿Alguna vez se vio enfrentado a una situación difícil mientras prestaba servicio?
Pues no tan difíciles; eran manejables. En donde yo empecé, como era también el inicio de los parques, mi cocina eran tres piedras en el suelo y usaba leña. Lo que me dieron como vivienda era un rancho sin paredes y la comunicación telefónica más inmediata estaba a dos horas y media a caballo. En cuanto a peligros, nunca enfrenté situaciones difíciles, sino que había que cuidarse de lo usual en esos sitios: serpientes, una rama de árbol que se desprende, o los peligros al navegar en el mar.

¿Cómo se imagina que sería Costa Rica sin los parques nacionales?
Me lo imaginaría todo como un desierto, y por eso pienso que fue una gran visión de la gente que los creó, porque si no estaríamos apenas tratando de recuperar el bosque y apenas tendríamos bosque secundarios.

¿Cree que la población costarricense aprecia y es realmente amante de la naturaleza que resguardan los parques nacionales?
Pienso que sí; hay muchísima gente que entendió la importancia de la naturaleza y ha habido un cambio, aunque también hay gente –aunque poca- que no la aprecian y dan problemas. Hay mucha gente comprometida con la causa, porque si no fuera así los guardaparques no podríamos solos hacer la vigilancia.

Antes los problemas los daban los costarricenses, pero últimamente son los extranjeros que vienen con mucho dinero para construir y para ello talan, meten maquinaria y botan montaña, erosionan los ríos, y como tienen dinero, pueden pagar las multas.

Respecto de los turistas, hay de todo. Hay algunos que son muy ecologistas, son amantes de la naturaleza y conscientes de lo que han perdido en otros sitios y aquí vienen a apreciarlo. Pienso que la gente ha ido cambiando mucho.

¿Recuerda algún gobierno que se haya preocupado a conciencia por atender los problemas de las áreas de conservación, más allá de los discursos?
No recuerdo ninguno así. Al principio creo que hicieron esfuerzos por crear áreas protegidas, pero vigilarlas, darles todo lo que se necesita, no recuerdo de alguien tan interesado en dar el apoyo necesario.

¿Qué haría usted para fortalecer el sistema de parques nacionales?
Creo mucho en la educación ambiental y en esto se debiera involucrar a las escuelas, colegios, universidades, para tener muchos educadores ambientales y buscar así la eliminación de las situaciones que provocan daños.

También se deben buscar fondos para contar en los parques con las facilidades que permitan el desplazamiento de los funcionarios que vigilan y solventar otras necesidades.

¿Estaría de acuerdo en que en los parques nacionales se puedan realizar exploraciones petroleras o producir energía eléctrica de origen geotérmico o hídrico?
No me parece. Podrían realizarse actividades que –por ejemplo- tengan que ver con investigación. Como último recurso podría pensarse en permitir alguna actividad que cause un daño mínimo y que esté sustentado en estudios que permitan realizarla de manera muy ordenada, con el mínimo impacto. En principio no me parece, porque hay peligro de destruir la naturaleza.

¿Le parece que privatizar los parques o algunos servicios solucionaría los problemas económicos que estos padecen?
No creo, porque después de privatizado, ¿quién va a vigilar para que no se cambien los propósitos de los parques y preservarlos? A mí me da miedo que con la privatización se cambien las cosas.

¿Qué piensa de la minería a cielo abierto?
No me parece. Entiendo que eso provoca una gran contaminación.

¿Cuál es la principal amenaza que usted ve para los parques en el futuro?
La tala indiscriminada que se da y la presión que eso genera. Si la gente bota los bosques a la par de las áreas protegidas, eso representa una gran amenaza.

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